A lo largo de los artículos publicados en esta columna, se han tratado varios temas sobre inversiones y finanzas personales. Un tema menos cubierto por analistas se centra en las inversiones que no están vinculadas directamente a dinero sino a nuestro esfuerzo, tiempo y sacrificio personal.
Por ejemplo, ¿cómo podemos medir los beneficios de dedicar tiempo adecuado a nuestras familias e incorporar esto en nuestro presupuesto de inversiones? ¿cómo podemos medir, en términos monetarios, el tiempo en que dejamos temporalmente nuestro trabajo ordinario para compartir actividades con nuestros seres queridos?
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Ante estas interrogantes, decidí volver a revisar el capítulo referente a la persona y necesidades humanas del libro “Gobierno de personas en la empresa” de Pablo Ferreiro y Manuel Alcázar, texto al que considero un buen ‘benchmark’ para estos temas.
En este capítulo, los autores, basados en las ideas del profesor español Juan Antonio Pérez López, exhiben tres tipos de necesidades humanas: materiales, cognoscitivas y afectivas. Las necesidades materiales pertenecen al mundo sensible, satisfechas con las cosas externas a nosotros.
Por ejemplo, la compra de un departamento, vestido, comida, etc. Su satisfacción nos produce placer. Por su parte, las necesidades cognoscitivas se centran en el “aumento del conocimiento operativo, con nuestro saber, controlar la realidad y conseguir lo que queremos”. Actividades como hacer una maestría, obtener una acreditación, conocer varios idiomas, dominar un deporte, entre otras, cubren esta necesidad.
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Por último, las necesidades afectivas están ligadas al “logro de relaciones satisfactorias con otras personas, a la certidumbre de que no somos indiferentes a los demás, de que nos quieren como personas”. Una de las maneras de llegar a cubrir esta necesidad se centra en ser útil para los demás en nuestras labores diarias o en apoyar económicamente a gente próxima con necesidades, por ejemplo. En este contexto, el dinero nos sirve para ayudar al otro y aliviar necesidades.
Al respecto, claramente debemos buscar un nivel adecuado de decoro y ahorro para satisfacer nuestras necesidades materiales y cognoscitivas. El gran problema se produce cuando el “tener y acumular” es considerado como única necesidad y esto termina volviéndonos ambiciosos a toda costa y nos hace olvidar aspectos incluso más importantes como nuestras familias.
Retornando a la pregunta original, claramente el “invertir tiempo” en nuestros seres próximos (como nuestros padres, hijos o cónyuges, por ejemplo) nos brinda una “rentabilidad” muy alta que permite cubrir las necesidades trascendentales de nuestras vidas. Ello nos brinda una mayor solvencia no solo económica sino también afectiva, con una alta probabilidad de perdurar en el tiempo. Casos como los de Ray Williams (padre de las tenistas Venus y Serena Williams, cuya película “King Richard” es altamente recomendable) lo demuestran. Así como en los mercados, es fácil perderse en el ruido y no tener clara la señal. Feliz año 2022.
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