(Foto: Archivo)
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Carlos Ganoza

En octubre del 2003, Goldman Sachs pronosticó que Brasil, Rusia, India y China estaban camino a ser potencias económicas mundiales y acuñó el acrónimo ‘’ para referirse a ellos (luego se agregó a Sudáfrica: Brics).

El tamaño de estos países, su transición a un sistema de mercado y su inserción en la economía global sustentaban la proyección. No pasó mucho para que los gestores de portafolio de todo el mundo comenzaran a buscar frenéticamente activos en esos países, y el retorno del índice de acciones de los Brics se multiplicó por ocho entre el 2003 y el 2007.

Hoy los Brics han perdido su atractivo. Brasil, Sudáfrica y Rusia llevan varios años con una economía comatosa. China no pudo mantener su tasa de crecimiento de 10% y ha aterrizado en un crecimiento modesto. El único país que ha logrado el desempeño esperado es la India. Pero otros países que también formaron parte de las estrellas emergentes, como Tailandia y Turquía, han estado con serios problemas.

En total, si excluimos a la India, la tasa de crecimiento de estas seis economías emergentes que antes de la gran recesión del 2007 eran consideradas potencias futuras es hoy menos de 1%, casi un décimo de lo que fue en su apogeo.

El fracaso de los Brics y las otras estrellas emergentes tiene que ver más con política que con economía. Durante los diez años entre su auge y su estancamiento, cuando las condiciones de la economía mundial se tornaron menos favorables, los Brics no hicieron reformas para impulsar el crecimiento y mejorar la productividad. Por el contrario, la mayoría mantuvo desequilibrios económicos insostenibles, necesarios para mantener un sistema político disfuncional.

En Brasil, los presidentes dependían de mayorías parlamentarias que formaban a través de prácticas presupuestales clientelistas, lo que requería mantener un déficit fiscal alto mientras el crecimiento se desaceleraba y dificultaba asumir el costo político de reformas. La corrupción que luego se destapó era inherente a este arreglo.

En Sudáfrica, la caída del gobierno del presidente Zuma a comienzos de año, en medio de escándalos de corrupción, reveló cómo el Estado había sido capturado por intereses privados que llevaron a dilapidar recursos públicos, al punto que “The Economist” lo llamó un “Estado hueco”.

En Tailandia hubo un golpe militar a fines del 2014, y recientemente la junta gobernante pospuso por quinta vez el llamado de elecciones, manteniendo al país en incertidumbre sobre su futuro.

Turquía lleva algunos años en proceso de convertirse en un autoritarismo competitivo, con un gobierno represivo que convoca elecciones populares pero sin igualdad de condiciones. Hoy está en una severa crisis, según “The Economist” producto de una larga acumulación de deuda y ausencia de reformas.

El denominador común en todos estos casos es que la economía de mercado hizo su trabajo hasta donde las instituciones políticas se lo permitieron. Democracias débiles no pudieron hacer reformas que fortalecieran la economía. Y cuando la democracia se quebró por corrupción, golpes de Estado o un clientelismo desbordante, la economía también.

Los Brics estuvieron calatos, al igual que el Perú. Y el Perú, al igual que los Brics, corre el riesgo de seguir un camino similar.