El proceso de vacunación tiene la máxima prioridad. Ese es un consenso, que duda cabe. No obstante, rompiendo toda lógica, el presidente Castillo no tuvo mejor idea que elegir como titular para liderar la cartera de salud a un personaje que a todas luces se muestra incapacitado para ejercerla. ¿Por qué el gobierno empuja al país a asumir semejante riesgo en las circunstancias actuales? ¿Esta es la manera de proteger a los peruanos frente a la Covid19? La falta de respecto a la ciudadanía es indignante.
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Después de los tropiezos clamorosos del Ejecutivo del 2020 para el aseguramiento de vacunas, el siguiente gobierno estructuró con eficiencia un buen esquema de compras que permitió, finalmente, dejar el proceso de vacunación en marcha en el primer semestre del 2021. Ya a partir de 28 de julio, la nueva administración tuvo el acierto de mantener las directrices establecidas y se avanzó de forma razonable. De acuerdo con el análisis del Dashboard de Vacunación que desarrolla el Consejo Privado de Competitividad en colaboración con Apoyo Consultoría, al 18 de febrero, el 71,46% de la población se encuentra con su dosis completa que, según lo estipulado por el Ministerio de Salud (Minsa), considera a la población de 12 a 40 años con dos dosis y a la mayor de 40 años que cuenta con tres. Estos resultados esconden sin embargo heterogeneidades preocupantes que requiere contar con un trabajo altamente profesional y no de improvisados para abordarlas.
En efecto, hay regiones del país que se encuentran muy distantes del promedio nacional. Regiones como Ayacucho, Madre de Dios y Puno tienen sólo al 52%, 49% y 39%, respectivamente, de su población vacunada. El caso de las provincias de Puno es aún más lamentable, cuando se observa que, por ejemplo, las provincias de Chucuito, Azángaro, Moho, El Collao, Huancané, Sandia y Yunguyo, registran tasas de vacunación completa entre 29 y 25%. También alarman casos como los de Tarata, en Tacna, donde la tasa de vacunación completa a penas llega al 20,5%. Estas inequidades geográficas tienen que reducirse rápidamente.
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Y, si lo anterior no fuera ya preocupante, se aprecia desde finales del 2021 una desaceleración llamativa en el ritmo de vacunación. Así, luego del pico alcanzado en diciembre pasado, cuando el promedio de vacunación de 15 días alcanzaba los 340 mil, este fue descendiendo a 276 mil en diciembre, 247 mil a mediados de enero y esta última semana de febrero se terminó cayendo a 92 mil, nivel que no se registraba desde mayo del año pasado. ¿Es casualidad que este descenso coincida con el nombramiento del ministro de Salud?. Ojalá sea sólo eso. Algunos dirán que esto se puede deber a factores estacionales; o a algún efecto de rendimientos marginales, dado que la mayor parte de la población ya tiene dos dosis. Ninguna de estas razones puede ser una explicación válida si se tiene en cuenta que la vacunación debe ser un proceso permanente y sin descanso hasta que haya mayor certeza respecto a la futura normalidad. Varios expertos en el mundo, como la asociación de científicos del Reino Unido, advierten que no hay que bajar la guardia y que la vacunación intensiva es crítica. Hay que observar por ejemplo que las pruebas realizadas con las vacunas para los menores de 5 años aún no logran una protección aceptable. No se puede bajar los brazos.
Sin duda, se ha hecho bien en reducir las restricciones a la movilidad y aforos, teniendo en cuenta el nivel de protección que íbamos alcanzando. Pero un requisito fundamental para que las actividades sociales y económicas se desarrollen con mayor normalidad es que el ritmo de vacunación no sólo no desfallezca, sino que se intensifique. Y al respecto, las comparativas internacionales nos confirman que hay mucho trabajo que realizar. De acuerdo con el Covid19 vaccine tracker del Financial Times, el 70,3% de la población peruana ha recibido sus dos dosis, ocupando el puesto número 50. Sin embargo, hay siete países latinoamericanos por encima de Perú, liderados por Chile, quien ocupa el puesto 4 el mundo.
Si queremos dejar de manera más clara la tarea que tiene el Perú por delante, basta observar que Chile cuenta con el 70,1% de su población con tres dosis, mientras que para el caso de Perú esta cifra sólo llega al 27,1%. Una brecha enorme. La vacunación es prioridad y se requiere a los mejores profesionales liderando el proceso. Siendo esto así, ¿cómo entender la inconsistencia que nos plantea el presidente Castillo colocando a la cabeza a un vendedor de agua arracimada cuyos beneficios de este producto para la salud fue consultado en google, según relato del propio ministro? Un verdadero horror lo que hace este gobierno con la salud de los peruanos.
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