Jorge Castro Uriol

Al empezar el 2022 se tenía la noción de que las cosas seguirán mejorando ya que salíamos de la pandemia, se relajaban las restricciones y mejoraron las condiciones de la cadena de suministro global. Se necesitaba un respiro y este año prometía ser diferente después de un inicio de década bastante accidentado. ¿Pero qué obtuvimos?, pues más sorpresas: un conflicto en Europa del este con resultados impredecibles, crisis geopolítica entre China y Taiwán, la inflación más alta en cuarenta años, subida empinada de tipos de interés y ni Hu Jintao, ex secretario general del partido comunista chino, fue ajeno a las sorpresas tras ser purgado por su propio partido ante los ojos atónitos del mundo. Un año impredecible que se vio reflejado en los mercados con una caída del 18% del S&P 500 versus el Bloomberg commodity index que subió 14%.

¿Qué esperamos para este 2023? Después de la desaceleración de los precios en el segundo semestre 2022 podríamos tener una continuidad del súper ciclo, pero esta vez con un cambio de posta pasando el liderazgo a los metales.

Para los metales hay buenas perspectivas, empezando los preciosos como el oro que, ante una menor presión alcista del dólar, la ralentización de la subida de tipos de interés, deterioro económico y niveles aún altos en la inflación ayudaría al precio, mientras que la plata, con quien tiene una correlación histórica positiva, se beneficiaría también de la transición energética. Por el lado de los industriales como el cobre se espera que los precios se beneficien de la reapertura China que, tras meses de confinamiento, paralizó su actividad económica generando que indicadores como el PMI manufacturero llegue a niveles contractivos, aquí también el proceso de descarbonización será un factor clave en su desempeño. Todo indicaría que sería el año de los metales si se da una política monetaria y contexto macro favorable.

Para el petróleo es probable que se mantenga en niveles altos, no a niveles máximos como en el primer semestre del 2022, pero sí en niveles cercanos a los US$97 por barril como lo pronostica la administración de información de energía de EE.UU.

Mientras que por el lado de ‘commodities’ agrícolas como el maíz y el trigo, se espera que sus precios se mantengan altos por la escasez de suministros global por el persistente problema de producción en Europa del este, caída en las existencias en EE.UU. y los recortes de producción en Argentina por sequías.

Sabíamos que el gigantesco estímulo monetario y fiscal, exacerbado por la pandemia, manifestaría sus efectos secundarios en la economía vía inflación, pero ni se esperó que sea tan pronto ni se calibro el impacto que tendría entre los distintos tipos de activos, algo que la FED no supo prever ante su negativa constante de la realidad y que, gatillado por el conflicto ruso-ucraniano, resultó en la mayor inflación en décadas y para muchos gobiernos la perfecta excusa para cubrir su incompetencia.

Ante toda esta coyuntura es importante resaltar que hay todavía incertidumbre, las presiones inflacionarias aún son un problema, el manejo de los tipos de interés tienen impacto y la geopolítica en Europa y China aún son catalizadores que pueden generar inestabilidad. Todo esto nos indica que aún podemos ver volatilidad para este 2023.

¿Y nuestro país? Está claro que estamos ante una gran oportunidad en la minería, pero venimos de un estancamiento económico y político que cumple ya 10 años, ocasionando un desempeño mediocre de nuestra economía con tasas de crecimiento menores al 5%, un estancamiento en la reducción de la pobreza y generación de valor para nuestra sociedad. Es aquí donde debemos reflexionar sobre nuestra situación actual y hacernos responsables de nuestro futuro. A palabras del mayor gestor de fondos de cobertura, Ray Dalio, “El tiempo es como un río que nos lleva a los encuentros con la realidad que nos obligan a tomar decisiones”.

Jorge Castro Uriol Gerente de asesoría de inversiones de Scotiabank