“Yo realmente amaba mi trabajo pero, cuando tienes un jefe que te odia -o simplemente está tratando de minarte- sin duda te destruye el entusiasmo”, cuenta Craig (nombre ficticio).
Al comienzo, su gerente le caía bien, pero eso cambió cuando la vio gritarle a un asistente del equipo.
A partir de entonces, las cosas empeoraron. Ella le gritaba a él en la oficina y públicamente lo menospreciaba en eventos de negocios.
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"Al principio eran comentarios sarcásticos", recuerda.
"Te destruye el alma"
“Poco a poco las cosas empezaron a cambiar y los comentarios pasaron a ser bruscos y completamente agresivos, hostiles y desdeñosos”.
Craig cuenta que seguir yendo al trabajo todos los días le "destruía el alma". "Tus relaciones personales también sufren", puntualiza.
"Cuando trabajas para un mal jefe, alguien que constantemente te menosprecia, te baja el autoestima. No puedes producir tu mejor trabajo, no te sientes contento, en realidad no quieres dar más de lo que se necesita".
La experiencia de Craig no parece ser un caso aislado.
De hecho,un 7% de trabajadores aseguran no llevarse bien con su jefe, según un estudio realizado por el Chartered Institute of Personnel and Development (CIPD) de Reino Unido, una organización certificada que fomenta buenas prácticas laborales para bienestar de toda la sociedad.
“Son esas pequeñas cosas”
En la mayoría de los casos, los empelados se resienten con un gerente por alguna injusticia percibida o una carga laboral excesiva, señala Ben Willmott, director de política pública del CIPD.
"Muchas veces son esas pequeñas cosas que pueden acumularse y causar una crisis personal", explica.
Para evitar eso, exhorta a los empleados a tener una conversación sincera con sus gerentes o directores sobre algún problema, si se sienten cómodos haciéndolo.
"El gerente podría ser completamente inconsciente de cómo se le percibe y eso por sí solo podría ser suficiente para que se dé cuenta de la situación", considera Willmott.
Sin embargo, señala que con temas más serios, como acoso u hostigamiento, eso debería manejarse a través de Recursos Humanos u otro gerente.
“Piénsalo largo y tendido”
Willmott dice que un buen gerente debería conocer algo sobre las vidas de sus empleados, como si tienen hijos o dónde les gusta ir de vacaciones.
"Si no te importa tu personal, entonces no tienes confianza en la relación laboral. Y sin confianza, estás construyendo una organización sobre una base inestable", afirma.
Antes de pensar en renunciar, el experto insta a las personas a pensarlo “largo y tendido” sobre si esa cultura podría cambiar.
No obstante, Damian Beeley -un asesor de Recursos Humanos que una vez tuvo problemas con un jefe y ahora maneja un equipo en una empresa de consultoría- aconseja que si el problema es personal, quizás sea buena hora para buscar otro trabajo.
"Si ellos no te caen bien y tú a ellos tampoco, eso probablemente nunca va a cambiar", considera.
No obstante, Beeley reconoce que es un problema más fácil de solucionar para el jefe que para el empleado.
"Como gerente, si hay gente a quien no le caes bien, debería preocuparte y deberías reflexionar sobre por qué no le caes bien", comenta.
Sin embargo, si eres empleado y odias a tu jefe, “ese es un lugar emocionalmente más incómodo para estar”.
Adam Whatson sabe bien lo que es tener empleados que van en contra tuya.
Fue contratado para dirigir un equipo de ocho gerentes, aunque no tenía experiencia en liderar equipos y todos sus subalternos eran mayores que él.
"Fue estúpido lanzarme a ese trabajo y fue igualmente estúpido por parte de ellos ofrecérmelo", dice.
Whatson relata que varias personas de su equipo habían postulado para el puesto y no les gustó que se lo ofrecieran a él.
"Nunca me vieron como un director, porque era más joven, me veían más o menos como un impostor", apunta.
"Whatson supo que su equipo estaba en contra de él cuando regresó de su almuerzo durante una temporada de fiestas y se topó con que todos habían salido de comida navideña sin él".
Dice que no fue realmente una "historia con un final feliz", y que no lo asimiló muy bien.
Entregó su renuncia después de ocho meses.
De empleado a ladrón
Pero las compañías se arriesgan a perder mucho más que los empleados si el personal no se lleva bien con los gerentes.
La frustración entre empleados y la gerencia puede llevar a conductas delictiva, según la profesora Rosalind Searle, una experta en confianza organizativa de la Universidad de Glasgow.
"Si no abordas la frustración, se puede convertir en furia -cuando la gente está dispuesta a tomar represalias- y luego en desprecio -cuando se puedan volver hasta deshonestos-", afirma.
"Si un empleado siente que ha habido una injusticia, podría intentar resolverla de una manera más nefaria", advierte Searle.
Podrían robar a la empresa si sienten que no les pagan lo suficiente o cambiar su registro de horas trabajadas en respuesta a que se le pida que haga algo que piensa que no es razonable.
En el caso de Craig, él se acabó dando cuenta de que pasaba cada vez más tiempo en el gimnasio o el bar "simplemente tratando de olvidar cosas".
Desde entonces ha cambiado a otro empleo que le gusta más, pero todavía recuerda cómo el trabajo puede convertirse en "una tortura".
Su antigua jefa le dijo que si hubiera estado en otro lugar de trabajo hubiera sido despedido.
Él sabe que eso no es cierto.