Hablar de la pandemia es también hablar de un mercado laboral golpeado. En el Perú, cerca de 6,7 millones de empleos se vienen perdiendo a causa del coronavirus, siendo las mujeres y los más jóvenes los más afectados. La situación de vulnerabilidad de este grupo no es una novedad en las regiones altamente informales como la nuestra. Laura Ripani, especialista principal en la División de Mercados Laborales del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), comenta que a raíz del COVID-19 esta problemática se ha acentuado, por lo que se debe aprovechar este momento de crisis para plantear reformas laborales que encuentren el consenso de la sociedad civil, el sector público y el privado; en un contexto en que las plataformas digitales pueden ser una aliada para avanzar en la formalización.
La especialista, que participó en el “Primer encuentro de innovación sobre el futuro del trabajo” organizado por Emprende UP, también comenta a El Comercio cuáles son los retos pendientes respecto al futuro del trabajo, la implementación de teletrabajo y cuál será el camino para recuperar los empleos en la región.
MIRA: Se perdieron 6,7 millones de empleos en el segundo trimestre: ¿Qué se propone para revertir esta situación?
—En Perú, muchas personas que perdieron su empleo durante la cuarentena ingresaron a la actividad informal, un sector que ya antes de la pandemia explicaba el 70% de los empleos. En este contexto, ¿cómo impacta la pandemia a un país altamente informal, como el Perú, y qué secuelas puede traer al mercado laboral?
Tomando solamente en cuenta las estadísticas de siete países de la región que cuenta con las encuestas de hogares más recientes post pandemia ya vemos una pérdida de 28 millones de empleos que es muchísimo. Estos impactos negativos de la pandemia son más fuertes en grupos específicos como las personas informales de bajos ingresos, los jóvenes y las mujeres; que también eran muy afectados en el mercado laboral pre pandemia. Hay como una profundización de las diferencias entre personas en términos de acceso por buenas oportunidades de empleo en el mercado laboral, que antes de la pandemia ya habían. Los problemas más fuertes eran tres: la informalidad, la baja productividad de la mano de obra y también las desigualdades entre personas en acceso a buenas oportunidades de empleo. Lo que hace la pandemia es como un desigualador de oportunidades.
—Respecto a los jóvenes, muchos de ellos trabajaban bajo la modalidad de contratos a corto plazo y fueron los primeros en ser desvinculados. Desde el BID, ¿cómo consideran que se puede generar oportunidades para incentivar su contratación en contexto tan retador?
Los jóvenes tenían varios problemas desde antes de la pandemia pero se acentúan un poco ahora. Por un lado, los que están entrando al mercado laboral por primera vez no tienen ninguna señal de experiencia que les demuestra al empleador que son buenos para ser empleados, entonces ese primer trabajo es difícil de encontrar. Y después muchas veces los jóvenes, ante la falta de posibilidad de encontrar este empleo formal o productivo por primera vez, lo que hacen es ir hacia empleos de corta duración y baja productividad en el sector informal. Por otro lado, está el tema del desarrollo de habilidades que todavía en la región es un desafío, el poder dotar a las personas de habilidades que son las más demandadas en el mercado laboral.
Se debe apoyar a los jóvenes con políticas que en particular se concentren en dotarles a ellos de las habilidades con programas ágiles y de bajo costo donde se use la tecnología digital para capacitarlos y certificar lo que van aprendiendo. Y también apoyarlos con conexión a oportunidades de trabajo, porque hay mucha desinformación acerca de dónde están las oportunidades con la crisis. Tenemos que tener más herramientas para proyectar y detectar donde están las oportunidades de empleo y ayudar a los jóvenes a conectarse con esas oportunidades porque quizás aquel trabajador adulto tiene esa experiencia laboral y esos contactos establecidos que la permiten llegar a una vacante u oportunidad de empleo. Pero el joven está más perdido en el mercado para hacer esa conexión tan rápido.
—Entonces, ¿una práctica pendiente para el Gobierno es identificar la oferta y demanda laboral en el país?
No solamente del Gobierno. Es un trabajo en conjunto, que incluye al sector privado que es quien más conoce lo que se está demandando hoy, desde los sistemas de Recursos Humanos que tienen las empresas. Pero también es importante para la proyección de demanda de habilidades a futuro y de ocupaciones que se estarán pidiendo en determinados sectores lo que son los consejos sectoriales de habilidades. Los grupos de empresarios que se reúnen en estos grupos sectoriales, o también los empleadores en general pueden ayudar a sistematizar la información tanto de las ocupaciones en demanda hoy como las ocupaciones que se estarán demandando en el futuro y entre esas ocupaciones, las habilidades también. Entonces, es una unión que hay que hacer, una colaboración público privada para lograr el objetivo, que es tanto a servicio del individuo como de las empresas el tener este banco de información actualizado donde se pueden detectar estas necesidades.
Agrego que no tenemos que circunscribirnos a un país en específico sino en ver cómo podemos apoyarnos en herramientas que nos sirvan para hacer este análisis de forma más rápida y es ahí donde vemos todo lo que es el análisis de big data y de datos de vacantes. Ya existían tecnologías, pero cada vez se están usando más, que tiene que ver con leer dentro de una vacante online, hacer una lectura del texto de esta vacante y transportarla a un sistema información que dice que estas son las habilidades más demandadas. Hay muchas formas ahora de leer la información, de obtenerla y de ordenarla que antes no se usaban tanto.
—De otro lado, se habla mucho de encontrar una línea entre la salud y la economía, ¿es posible lograr tal equilibrio en países altamente informales y preservar los empleos?
No hay forma de decir que una es más importante que la otra. La salud es obviamente muy importante y no debería haber debate entre salud o economía; tiene que haber salud y economía obviamente. Es mucho más desafiante para países como los nuestros en la región el poder tener las dos cosas. Muchas personas, especialmente la de bajos ingresos, no tienen ahorros para aguantar la crisis sin trabajar, muchas personas en el sector informal ya están trabajando en las tareas que realizaban antes porque necesitaban tener ingresos y además los Gobiernos tienen baja capacidad fiscal como para seguir apoyando tanto al sector informal con al formal. Pero necesitamos pensar maneras para tratar de preservar al máximo posible los empleos. El avance que se ha dado en el sector formal de nuestra región ha sido tímida pero ha habido un avance en formalizar la economía. Algo que nos trae la pandemia también es la posibilidad de hacer cambios importantes en sistemas de seguridad social y regulaciones laborales que pueden ayudarnos en la formalización de los trabajadores.
Otra cosa que también nos permitiría avanzar en la formalización de los trabajadores y la identificación de las personas como para darles apoyo es el hecho de que muchas están trabajando en plataformas digitales de empleo, desde las plataformas que podríamos llamarlo por demanda, que son Uber, Rappi y todas esas plataformas más locales; así como las plataformas internacionales de empleo en las que uno se puede conectar a oportunidades en todo el mundo. En la informalidad tradicional de la región era muy difícil identificar a trabajadores informales, cuánto ganaban y motivarlos a hacer aportes a la seguridad social, por ejemplo. Pero las plataformas digitales nos brindan ese espacio porque hay más medición y podemos trazar los ingresos que tienen las personas y motivarlos a contribuir a la seguridad social y estar más cubiertos contra riesgos. Entonces sí, es mucho más difícil unir estos dos objetivos [la economía y la salud], pero hay cosas que se pueden hacer para crear empleo, recuperar el empleo y también formalizar más la economía.
—En este contexto, además, muchas plataformas han visto un impulso en la demanda de repartidores de delivery hasta freelancers, pero en muchos países estos siguen sin contar con beneficios sociales como los que sí tienen los trabajadores formales tradicionales, ¿qué debe tener en cuenta el Estado ante el inevitable cambio en la forma de trabajar que ya antes venía evolucionando con un ecosistema digital con mayor presencia?
Hay un cambio en la forma de trabajar; no solo de la forma tradicional que teníamos en el siglo XIX de asalariado y no asalariado. Ahora surgen estas nuevas formas de trabajo, de tiempos más cortos y conectados a una plataforma digital, muchas veces no es nacional sino internacional; entonces, ¿cuál es la regulación que vale? Lo importante ahí es pensar que no podemos seguir en una región que tiene regulaciones laborales del siglo XIX. En muchos casos, todavía no hay una adaptación a las nuevas modalidades de trabajo. Lo que tiene que haber es una gran reflexión acerca de cuáles son las necesidades de protección y cobertura de riesgo que tienen todo tipo de trabajadores en los contextos en que trabajan y la forma en que trabajan para hacer una regulación mucho más flexible y adaptable a estas distintas formas de trabajo.
Uno de los puntos de la revolución es el teletrabajo, pero hay otras regulaciones que tienen que atender, como la protección social contra riesgos de los trabajadores y también incentivar a las personas a aportar a esta cobertura contra riesgos de salud, riesgos de salida por maternidad y paternidad, en términos de riesgo de pobreza en la vejez, que sería el apoyo a contribuir en la seguridad social para el retiro. Por un lado es un tema del Estado los cambios de las leyes laborales para ajustarse al siglo XXI, pero también es una cuestión de cómo podemos hacer para motivar a estos trabajadores a que separen parte de sus ingresos para que puedan hacer ese aporte y estar cubiertos. En el BID, hemos estudiando en el el laboratorio de ahorro para el retiro, usando economía del comportamiento y se está tratando de entender cómo dar esa motivación al trabajador. Entonces, hay varias caras de la moneda, no se puede pensar que el Estado debe hacer todo sino más bien pensar cómo todo podemos contribuir para estar cubiertos contra los riesgos normales de una persona durante toda la trayectoria laboral.
La pandemia también ha dado urgencia a dar reformas. Podemos apretar el acelerador de las reformas en este mundo de COVID-19 dado que hay necesidad pero por otro lado hay más apertura de los distintos sectores a ponerse de acuerdo, que son el sector privado, público y la sociedad civil sobre las reformas mismas. Antes no había esta urgencia y ahora el virus hace que todos se puedan poner de acuerdo en algo que ya venía de antes y era necesario cambiar.
—Muchos estudiantes se han visto afectados por su situación económica y no han podido seguir estudiando, ¿qué impacto puede tener esto en el mercado laboral y qué medidas se pueden considerar para para evitar la deserción estudiantil?
Lo que surge con la pandemia también es un repensar del sector educativo y de formación. Aquellas personas que ya estaban en una trayectoria de educación formal y esta se ve interrumpida por no tener los ingresos, habrá que pensar en espacios de aprendizaje que no tengan que ver con lo que es la educación formal (tradicional), sino que se verían oportunidades de aprendizaje desde el sector privado. Oportunidades quizás más cortas de aprendizaje y no una trayectoria de educación formal. En la región creo que todo lo que es educación técnica y vocacional que es más que nada post secundaria, en centros de capacitación, y las oportunidades de aprendizaje digital online no han sido tan desarrolladas como el sector educativo formal tradicional. Es importante que este sistema de educación técnica y vocacional se fortalezca y mejore; se haga más ágil para poder brindar a las personas un apoyo para trasladarse si no pueden seguir estudiando. Pueden adquirir habilidades valoradas en el mercado mientras se reincorporan al sector educativo formal. Quizás no vuelvan a la educación formal pero pueden tener un trabajo productivo interesante con las habilidades adquiridas fuera del sistema educacional formal.
MIRA: La brecha persistente entre la educación superior y el empleo, por Gustavo Yamada
—Algo que nos dejará la pandemia también es el trabajo a distancia. Al menos en Perú, se ha aprobado seguir con el teletrabajo ‘de emergencia’ que se adoptó frente a la pandemia, ¿qué lecciones nos deja el teletrabajo y qué impacto podría tener en el futuro del empleo?
Creemos que va a tener un efecto duradero, que la gente de alguna manera va a seguir teletrabajando, las empresas van a promover el teletrabajo porque se da cuenta mucho de los beneficios y de los mitos que existía acerca del tele trabajo. La empresa pensaba que tenía que tener al trabajador en la empresa, ‘marcando tarjeta’ para saber que está trabajando y es productivo, pero ahora las herramientas digitales nos dan apoyo para entender que la persona es productiva en la casa también. Además, se ahorran muchos costos como de mantenimiento del edificio, de infraestructura o viajes y más, que es ahora una reducción de costo para las empresas en teletrabajo. Todas estas ventajas las ve el empresario, por lo que ahora va a haber a futuro más esta combinación en que un empleado esté parte de su tiempo en la empresa y otra en la casa. Muchas empresas ya lo están haciendo hoy y les dicen a sus empleados que todos estarán teletrabajando de ahora en adelante. Se cambian los modelos de negocio y la forma de pensar en el trabajador y en su productividad y bienestar.
—Diversos estudios señalan que las mujeres tendrían más dificultades en aplicar el teletrabajo debido a la carga de labores del hogar...
El tema de que la mujeres toman las responsabilidades de la casa, de los hijos y adultos mayores es un hecho en la región y no es deseable. Muchos dicen que el teletrabajo puede ser un instrumento de inclusión para mujeres, pero en el BID pensamos que debemos promover modalidades flexibles de trabajo que permitan tanto a hombres como mujeres trabajar en compatibilizar las responsabilidades en la familia y el trabajo. Hay que poner énfasis en la adopción de estas modalidades [flexibles] para hombres también porque una vez que salgamos del aislamiento social, el hecho de que los hombres puedan teletrabajar y combinar la responsabilidad de la familia y el trabajo puede hacer que más mujeres puedan ir presencialmente a las empresas también y se motive más la participación laboral femenina de esta manera. Es importante no pensar en que se promueva el teletrabajo porque es bueno para las mujeres, sino para que sea una oportunidad de balance para hombres y mujeres.
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