Fue una de las voces más polémicas y a la vez lúcidas de la filosofía latinoamericana. En julio del 2009 tenía 90 años y una vitalidad a prueba de balas. “Mantener la mente ágil es el mejor ejercicio contra el Alzheimer”, decía. Mario Bunge, el filósofo y físico argentino, era un convencido de la vigencia del pensamiento lógico y científico. Entre la treintena de libros que publicó, destacaban su enorme “Tratado de filosofía” (siete tomos) y “La ciencia y su método”, un pequeño volumen que no ha dejado de reimprimirse desde su aparición en los años sesenta. Por ello, no escatima adjetivos a la hora de hablar de quienes se han alejado de la ciencia racional para construir teorías basadas en la especulación y en lo que él llamaba las pseudociencias.
En esta entrevista no solo increpa a los intelectuales latinoamericanos que no han sabido convencer a sus gobiernos de que la “ciencia y la técnica son el motor de la civilización moderna”, sino también nos expone sus teorías sociales frente a la crisis del capitalismo mundial.
Filosofía y neurociencias
¿Por qué usted cree que en nuestros países, donde se necesita tanto del desarrollo científico, se le da tan poco interés a la investigación científica?
Es culpa de los intelectuales que no han sido capaces de entender que la ciencia y la técnica son el motor de la civilización moderna, si lo entendieran empujarían a los gobiernos a que se ocupen más de ello. Pero casi todos los intelectuales en nuestros países se ocupan de cualquier cosa menos de ciencia y técnica. Además, los científicos no suelen interesarse por la política, lo que es un error. Tendrían que actuar en política para exigir que el gobierno invierta más en ciencia, en educación y en salud.
En una entrevista dijo que la filosofía estaba muy enferma, herida de muerte, ¿es tan crítica la situación de la filosofía contemporánea en momentos en que existe una gran producción filosófica?
Yo creo que la filosofía se ha estancado. En los últimos años no está abordando problemas importantes sino que está abordando problemas muy secundarios y muchas veces pseudoproblemas. Por ejemplo, muchos filósofos se preguntan cómo sería una tierra sin agua o qué significa ser un murciélago. No podemos saber bien qué es lo que piensan o sienten los murciélagos, por qué no ocuparnos más bien de cómo piensa y siente la gente. Para eso hay que informarse un poco de las neurociencias, que estudian el órgano de la mente que es el cerebro; pero la mayor parte de filósofos se niega a aprender esto. A mi modo de ver la filosofía está enferma, aunque no creo que pueda morir o desaparecer porque la gente siempre ser hará preguntas importantes, que son filosóficas, como qué es la mente, qué es la materia, qué es la causalidad, qué es la vida, pero sí está muy enferma y una buena infusión de ciencia del siglo XXI le vendría muy bien.
En ese sentido es un entusiasta defensor de las neurociencias, alguien dijo que este siglo era el siglo del cerebro, ¿qué avances hay al respecto?
Estamos viviendo la década del cerebro. Se está avanzando muchísimo, pero todavía se ignora muchísimo. Por ejemplo, no sabemos exactamente cuáles son las partes del cerebro que son conscientes de sí mismas. Pero se acaba de descubrir que dar origina mayor placer que recibir, y es el mismo tipo de placer que uno siente cuando come algo sabroso. Se ha descubierto también que la desigualdad es mucho más nociva que la pobreza. La desigualdad causa estrés y este a su vez origina una superproducción de sustancias nocivas que van destruyendo el cerebro. Los países más equitativos, con menos diferencias sociales, son los que tienen mayor longevidad. Los costarricenses y los cubanos viven bastante más que los norteamericanos. Ganan muchísimo menos, son mucho más pobres, pero viven más porque son más igualitarios. No hay esa lucha por la mera competencia.
Los posmodernos y las pseudociencias
¿Por qué cree que los filósofos se han alejado de la ciencia?
Yo creo que esto empezó como una reacción contra la ciencia, contra el siglo de las luces. Empezó con gente como Hegel, al comienzo del siglo XIX, una reacción contra el modernismo, contra el cientificismo y contra el materialismo. Vinieron todas esas fantasías idealistas de Hegel y en el siglo pasado vino Husserl y Heidegger y demás charlatanes, que escribían de manera tal que era imposible entenderlos. De esta manera ocultaban que no decían nada. Cuando Heidegger dice que la esencia del ser es “el yo mismo” ¿qué significa eso? No significa nada. Pero si lo dice un profesor alemán entonces los latinoamericanos y los franceses dicen “oh, que sabiduría”, y no se dan cuenta de que el emperador está desnudo, no tiene nada que decir, por eso lo dice en difícil.
Se refiere a filósofos que han gestado el pensamiento posmoderno…
No han aportado absolutamente ningún conocimiento. Porque justamente niegan la ciencia, la racionalidad, la lógica, y cuando usted niega eso se vuelve un cuadrúpedo. Cuando usted se niega a reconocer que el cerebro es capaz de entender, de conocer; cuando usted dice que todo es misterioso, está negando la modernidad. Es peor que volver a la Edad Media. Es volver a las cavernas. Porque en la Edad Media hubo filósofos y teólogos que, aunque no descubrieron nada importante, por lo menos discutieron de manera racional. Por ejemplo, Tomas de Aquino no descubrió nada, pero nos enseñó a discutir y dijo “cuando uno discute con un creyente le exhibe las Escrituras para convencerlo, pero cuando discute con un incrédulo las Escrituras no valen nada porque este no cree en ellas. De modo que no hay otro remedio que razonar con él”.
El capitalismo vive una de sus mayores crisis desde 1929. Usted en un libro de 1989 habló de un modelo para la sociedad futura llamado “tecno-holo-democracia”, ¿qué significa esto?
En este momento Occidente es víctima de una mala filosofía política, el neoliberalismo, según la cual las empresas deben tener total libertad de acción. Y ya se sabe que el capitalismo es suicida, se mata a sí mismo, por eso necesita ser controlado. El motivo es simplemente que los críticos del capitalismo no ofrecen ninguna alternativa creíble. Los socialistas están paralizados, no tienen nuevas ideas, los marxistas siguen repitiendo ideas del siglo XIX que ya no se aplican. La realidad ha cambiado. En ese libro que usted menciona yo digo que en el futuro tendría que haber una democracia integral, no limitada a lo político, sino también a lo económico y cultural. Para lograr esa sociedad, además de buenas ideas, se necesita técnica. Porque el gobierno no debería estar en manos de aficionados. El gobierno es un sistema técnico muy complicado para el cual hace falta saber de ciencia social, macroeconomía, derecho, sociología, etc. La manera de conseguir la democracia económica sería a través de las cooperativas, que es una empresa que actúa en el mercado, pero poseída y administrada por sus propios trabajadores, con la colaboración de gente especializada. Para mí el modelo de cooperativa exitosa es la vasca Mondragón, que tiene su propio banco, su propia universidad, y cien empresas diversificadas, de las cuales ninguna ha quebrado. Para mí esa es la economía del futuro, donde la gente trabaja a gusto porque trabaja para sí misma.
¿Y la ética calvinista que impulsó el capitalismo?
Eso ya se acabó. La ética calvinista, según Max Weber, era muy cuidadosa con el dinero. No especulaba. En cambio, el capitalismo de los últimos treinta años, especialmente en Estados Unidos, ha sido el capitalismo del casino. Solo especulaciones, préstamos, etc. Por ejemplo, se descubrió que Enron, esa empresa muy amiga de la familia Bush, no tenía nada, era solo un cascarón. Bernard Madoff durante treinta años estafó por más de 50 mil millones de dólares no solo a gente rica, sino también a 35 cajas de jubilación de 35 sindicatos. Y lo hizo porque nadie lo controló. Porque el gobierno de Reagan eliminó la mayoría de controles y Clinton terminó con los que quedaban. Los demócratas son tan culpables como los republicanos en esta crisis.