Tenía cinco años cuando descubrió el murmullo que hacen las piedras al ser envueltas por el mar. Desde entonces supo que iba a ser músico. Ahí, en la playa de Cantolao, se dio cuenta de que podía ser conmovido por el sonido y para él fue como si hubiera empezado a vivir. “Fue el despertar”, dice 60 años después. Y en todo este tiempo no ha parado de experimentar. Ha descubierto instrumentos, inventado melodías, peregrinado por el desierto y pintado; ha hecho documentales e investigado en ese pasado precolombino que aprendió a querer de la mano de su padre, el diplomático y periodista Manuel Mujica Gallo.
Manongo afina ahora sus tambores para el próximo concierto de PerúJazz, la banda que formó a mediados de los ochenta con Jean Pierre Magnet y el recordado Julio “Chocolate” Algendones.
Vienes de una familia de artistas. Tu padre era un apasionado del arte y tu tío Enrique Pinilla fue, además, un gran compositor. ¿Cuánto influyó este legado en tu formación?
Yo estoy en deuda permanente con mi padre. Él fue un mecenas del arte y tenía una pasión por lo precolombino, algo que me transmitió no con palabras sino con actos. Una vez le pregunté qué es ser peruano y me dijo: “El peruano es un aristócrata del sentimiento”. Yo tenía 20 años y no entendí qué quería decir, pero con el tiempo le recordé esa frase: “Me refería —me explicó— a esa aristocracia del sentimiento que tienen grandes culturas como Egipto, India, China. El Perú es una de ellas”.
Culturas conectadas con la tierra…
Y con una cosmovisión grande. “¿Por qué crees que el peruano es hospitalario? —me dijo—. Tiene un corazón generoso por la herencia recibida”. Ahí entendí qué era la aristocracia del sentimiento. Él estaba transmitiéndome la fineza de la peruanidad.
¿Y cómo se ha transmitido este sentimiento a través de la música?
Yo sentía esa aristocracia del sentimiento en Chocolate Algendones. Él tenía un sentir muy refinado que le venía de su herencia africana. Tenía una elegancia sofisticada.
¿Cuánto afectó su fallecimiento a PerúJazz? Pues Chocolate era uno de los puntales del grupo…
Muchísimo. Ha sido una tragedia de la cual todavía no nos hemos recuperado. Es difícil encontrar un percusionista de su calidad, y además era una persona que creía en el misticismo de su cultura africana. En Cuba y en Haití él se inició en la santería. Era un mundo secreto que no compartía así nomás, tenía que haber mucha confianza para que abriera esa parte suya, que era muy sagrada.
El grupo está de aniversario y dicen que celebran mil años. ¿Cómo es eso?
[Risas] Mil años, claro. Somos milenarios.
¿Qué recuerdos tiene de la banda?
La banda nació en un contexto muy complicado. En los ochenta había una violencia muy fuerte, y curiosamente en esa época surgió en nosotros el deseo de crear una sonoridad que reflejara los ritmos del Perú. Hasta entonces el jazz latinoamericano era como una caricatura del norteamericano, nosotros no queríamos sonar así. Entonces descubrimos que el swing estaba también en el festejo, en el landó, en el huaino, en el harawi, en el panalivio. El reto era fusionar todos estos ritmos con la improvisación…
Esa improvisación que distingue al jazz como género…
Y que yo creo no fue inventada solamente en África, sino también en el Perú. Aquí todo se improvisa [risas]. Somos grandes jazzistas y no nos hemos dado cuenta… Hace más de 30 años nosotros descubrimos que la improvisación era el alma del Perú.
Una improvisación positiva...
Por supuesto, nos permitía tener una música abierta, que incluía diferentes estilos y estéticas. A propósito de Chocolate, fuimos el primer grupo que utilizó un cajón. Éramos una banda que no tenía piano, sino un saxo, una batería, un bajo y un cajón. En Europa, Estados Unidos y Canadá, la gente deliraba porque se daba cuenta de que sonábamos distinto a todas las demás.
¿Más allá de la música, en qué proyectos estás trabajando?
Estoy volviendo a la pintura y viendo también la posibilidad de editar libros sobre las muchas maravillas que tiene este país. Me gustaría hacer una película sobre lo kitsch… o sobre el humor en el Perú. A muchos alcaldes les debemos algunos monumentos delirantes y a mí me gustaría filmarlos y ponerles sonido.
La del estribo
¿Qué veremos en el concierto llamado "Mágico"?
Primero, celebraremos el nacimiento de un nuevo disco, que se llama Mágico porque está hecho con buena química y fluidez. El segundo regalo es "Chincha Saudita", un libro de Luis Alvarado que narra la trayectoria de PerúJazz. Y otra novedad es que tocará con nosotros César Ballumbrosio, hijo de don Amador y heredero también de esa aristocracia del sentimiento de la cual hablábamos. A él se unen músicos de gran calidad como Andrés Prado y Julio Zavala. Y como siempre, Jean Pierre.
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