La campaña para las elecciones al Congreso de enero del 2020 ya debería haber empezado, debido al corto tiempo que hay por delante, pero la mayoría de partidos tiene problemas para completar sus listas de candidatos. En este contexto de incertidumbre, el cambio en la ‘dinámica de incentivos’ podría representar una oportunidad para nuevos perfiles legislativos.
La incertidumbre de este proceso parte de la posibilidad de reelección de los miembros del Congreso disuelto. Un debate en el que el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) tiene la palabra final. La definición, según los antecedentes, ocurrirá cuando se presente una inscripción de este tipo. El plazo límite para el registro de candidatos es el 18 de noviembre. Es decir, aún queda un mes para completar las listas.
“La definición sobre la reelección de los ‘disueltos’ va a ser importante. Si se determina que pueden reelegirse, tendrías a varios que podrían salir elegidos sin problemas, como Rosa Bartra o Mauricio Mulder. Estoy seguro de que hay un porcentaje que no coincide con ellos, pero hay gente con votos suficientes como para llevarlos de nuevo al Congreso”, opinó el politólogo Mauricio Zavaleta.
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Dejando de lado la reelección, existe un espacio para que entren cuadros que no tendrían una buena posición en las listas partidarias durante una elección normal. Pero para esto hay varios escenarios a tener en cuenta.
—Caja de Pandora—
A inicios de octubre, Carlos Tubino, representante de Fuerza Popular, escribió un polémico comentario sobre el presupuesto para el proceso y la campaña de los aspirantes al Congreso. Según sus cálculos, el costo de la elección sería de S/300 millones para un período congresal de un año y cinco meses. “[El] problema: No atrae. Imposible recuperar $ [dinero] invertido en campaña”, decía el tuit que luego fue eliminado.
Para Zavaleta, la cita de Tubino simplifica la lógica de los políticos, pues esta elección rompe la dinámica costo-beneficio que tienen algunos representantes.
En el libro “¿Por qué no hay partidos políticos en el Perú?” (Steven Levitsky y Mauricio Zavaleta, Editorial Planeta, 2019) se sostiene que muchos candidatos compran su lugar en las elecciones parlamentarias. Según el cálculo, basado en entrevistas a cuatro exparlamentarios, los pagos fluctúan entre US$20.000 y US$120.000. “Si bien es cierto que la mayoría de los políticos se afilia formalmente al partido a cuya lista se une, tales ‘afiliaciones’ en realidad son contratos de corto plazo que cubren un ciclo electoral”, menciona el libro.
Según una revisión realizada por este Diario sobre los antecedentes electorales de los congresistas elegidos desde el 2000, el promedio de legisladores novatos nunca superó el 30%. La duda es si esta elección atípica podrá romper esa barrera.
La politóloga Gabriela Vega asegura que este escenario representa también una oportunidad para una nueva representación parlamentaria, pues las personas elegidas van a tener incentivos diferentes a los habituales. Por ejemplo, la necesidad de una inversión menor en campaña, tanto de recursos como de tiempo, y un período menor de mandato, con la oportunidad de dedicar un año y medio a una agenda concreta. “Están llamados a llegar con una agenda clara, pues solo tendrán tres legislaturas ordinarias para concretar sus propuestas. Es clave que se trabaje una agenda sobre la reforma política y judicial, temas que nos han llevado a esta crisis”, indica Vega.
La politóloga señala que existen criterios a tener en cuenta para la conformación de listas. El primero tiene que ver con el plano personal de las personas con vocación política, militantes o no; el segundo plano está referido a los partidos. En este último, las estructuras partidarias definen cómo y a quiénes eligen. “Acá veremos si sus mecanismos son los mismos bajo el criterio de cercanía a las cúpulas o si apuestan por una estrategia de procesos de democracia interna más cercanos a lo que se buscaba con las reformas”, apunta Vega.
Zavaleta refuerza que se abre una grieta para gente que no necesariamente tiene una visión grande, sino que piensa en hacer cambios por una cuestión programática de su interés. “En ese escenario podemos ver actores con agendas contrapuestas. Alguien de Con Mis Hijos No Te Metas interesado en hacer una coalición y, por otro lado, jóvenes que impulsen la agenda LGTBI. Es una caja de Pandora”, advierte el politólogo.
Zavaleta y Vega coinciden en señalar que estos escenarios no eliminan la tentación de los partidos por buscar candidatos ligados a la política mediática o del espectáculo, como ha sucedido en procesos anteriores.
El politólogo Eduardo Dargent se inclina por pensar que los partidos terminarán llenando sus listas con personas de todo tipo. A su parecer, esto avizora un escenario bastante disperso, de seis o siete bancadas, con Fuerza Popular manteniendo su núcleo de 8% o 9%, junto a Alianza para el Progreso, Acción Popular y, quizá, una fuerza nueva: el Partido Morado.
—Cabeza de lista—
Para Dargent, el número 1 de la lista de Lima será clave en el arrastre nacional para su partido. Una de las grandes incógnitas es si los máximos líderes de las agrupaciones y voceados candidatos presidenciales se animarán a integrar las listas. Podrían ser congresistas por un año y coger impulso para la elección del 2021.
Mauricio Zavaleta indica que estos líderes podrían utilizar la elección para posicionarse. “Verónika Mendoza es un ejemplo claro, podría encabezar el vehículo que al final use, y más allá de la experiencia parlamentaria, lo que le puede interesar son las entrevistas en Pasos Perdidos, eso te da exposición”, afirma.
Similar es el caso de Julio Guzmán, que logró la inscripción del Partido Morado, pero para el que el factor novedad podría no ser suficiente para pasar la valla electoral. “Guzmán ha recogido una postura de centro-derecha que va a ser clave. Si deja esa imagen en manos de gente que no pueda construir discursos, será difícil para su partido”, apuntó Dargent.
Dado que las elecciones congresales han estado amarradas a las presidenciales, el foco de cobertura siempre se ha centrado en los vehículos personalistas. Para Gabriela Vega, la falta de candidatos presidenciales es algo positivo en estos comicios atípicos, pues brinda una oportunidad para mirar partidos y políticos que antes pasaban desapercibidos. “Estamos acostumbrados a mirar individuos y apostar por proyectos empaquetados por un solo rostro. Partidos que no han tenido posibilidades de arrastre hoy tienen la responsabilidad y posibilidad de preparar una lista importante”, afirma Vega.
Si es que no hay vehículos personalistas de por medio, las estructuras partidarias podrían aprovechar esto para reducir su desplazamiento, que es una constante desde la primera década del siglo XXI. Esta elección puede representar un impulso o un paréntesis a su participación congresal.