El Rincón de Santiago [CRÍTICA GASTRONÓMICA]
El Rincón de Santiago [CRÍTICA GASTRONÓMICA]

IGNACIO MEDINA

Tuve que llegarme al Callao para encontrarme con un hueco de reglamento. Un hallazgo extraño llegado el tiempo en que los viejos huariques aparecen mayoritariamente convertidos en tabernas, comedores de lujo –más por el precio que por la comida– y restaurantes con sucursales en media Lima.

Hay que llegar avisado para encontrarlo. Aquí no hay rótulos, carteles ni leyendas que indiquen la existencia de un comedor. Sus señas son una pared pintada de azul celeste, la verja de una ventana que parece a punto de caer en medio de la calle y una pequeña pizarra instalada en la vereda con los nombres de cinco platos “Ceviche, sudado, jalea, tiradito, chuchuwasi c/ miel”, asentados sobre una leyenda que dice “Club Porteño, 1928”. Un homenaje al viejo Porteño FBC. Para llegar, bajen por Sáenz Peña hasta pasar el Mercado Central, tomen a la derecha en el primer semáforo y vuelvan a girar a la derecha. No tiene pierde. O casi.

La leyenda se explica dentro. El local fue una peña del Porteño, debió fundarse en 1928 y oficialmente se llama El Rincón de Santiago, aunque en el barrio todos le dicen ‘El Terremoto’. El local muestra las consecuencias de alguno de los terremotos que asolaron el barrio en el siglo pasado. No pregunté si fue en 1940, 1966 o 1970, pero le pegó bien duro.

Laura, la viuda de Santiago, controla el negocio desde la cabecera de la mesa de la cocina. Aquí todo hace las veces de lo que debiera haber en su lugar. Las paredes son planchas de laminado de madera, cada una de un color, sujetas al muro con clavos y tapas de botellas de cerveza haciendo de tope. El techo es de láminas de plástico blancas, apoyadas sobre una vieja viga que algún día estuvo pintada. Es como si este comedor se hubiera armado aprovechando el terreno libre entre las dos casitas de los lados. No vayan a pensar lo que no es; las cinco mesas que ocupan el espacio que hace las veces de comedor están cubiertas con un pulcro mantel de plástico blanco y todo, incluida la vajilla. Está bien limpio, cuidado y ordenado.

La cocina es ante todo honesta. No pretende ser lo que no es y toma un rumbo interesante. El cebiche es de cola negra, un pescado blanco del que no sabía nada hasta ahora. Tiene aspecto humilde y la carne no brilla por su textura, pero está sabroso y fresco; el plato no está nada mal. Lo completan con papas sancochadas enteras, camote, canchita y chifles. El sudado y la jalea son de diamante, que parece ser algún pariente de la familia de los tiburones. Tiene textura y sabor y recibe un buen trato en la cocina. Es un sudado curioso, con el tomate y la cebolla triturados dentro del caldo (casi una tomatada), pero funciona. La jalea continúa con el diamante, cortado y frito en filetes. Es simple y elemental, pero cuenta con la ayuda de una buena criolla.

MÁS INFORMACIÓN
Tipo de restaurante: cebichería.
Dirección: Jirón Montezuma 847, el Callao.
Tarjetas: No.
Valet parking: No.
Precio medio por persona (sin bebidas): 20 soles.
Bodega: No hay.
Observaciones: cierra las noches.

Contenido sugerido

Contenido GEC