En la carta se anuncia una ensalada de langostinos con papaya verde y maní tostado. El maní no es maní, son castañas de cajú, y pido por favor que no la traigan con langostinos por eso de la alergia. El picante medio, sin exageraciones, porque hay que tener cuidado y saber que en Tailandia no se andan con juegos cuando se habla de ajíes fieros. Así, el primer plato aterriza en la mesa, colorido, vibrante, con los cambios obligados y circunstanciales, pero aún abrazando su esencia: vegetales crujientes, sabores cítricos, cortes ligeros y de una frescura visible, palpable, degustable. Este es el primer plato de un banquete que solo sirve para reconfirmar que Bangkok, aquel restaurante entregado a la cocina tailandesa en Lince, sigue manteniendo su importancia.
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En estética, el lugar no tiene mayor brillo. Tampoco ha logrado adquirirlo con el tiempo. Solía ser un chifa y con este ambiente anodino permanece, más allá de algunos detalles que apuntan al cambio geográfico de carta. La atención, amable, sonriente, el espacio pulcro y muy prestos a responder cualquier inquietud del comensal. “¿La lima kaffir y el galangal de dónde vienen?”. “De una pequeña plantación que tiene una amiga nuestra en la selva, el resto lo compramos en el Barrio Chino, ya seco. Pero hay muy poco”. Y ese poco es sabiamente utilizado en suculentas recetas.
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Hablemos de sus curry, como el verde de pato, donde las láminas del ave son de corte delgado y de textura tierna; o el massaman o curry rojo agridulce con leche de coco y maní, una contundencia entrañable de carne de res que se acompaña con arroz blanco, al cual sí hay que prestar un poco más de atención al punto. Si bien el balance de sabores se descontrola en la aromática sopa tom yum de pollo (lleva lima kaffir, galangal, hierba luisa, ají y zumo de limón), donde hay un dulzor que no se deja entender; y el arroz khao pad salteado con verduras y pollo se dispara en picante (a pesar de haber pedido regularlo).
El resto funciona, nos acerca más a una cocina tailandesa casera, de guisos fuertes y sabores marcados, de cocciones puntuales. Ahí están el pad thai o tallarines de arroz salteados (en clavo) o el kai pad med mamuang, uno de los favoritos, que consiste en pollo salteado con cebollas, pimientos, pasta de ají dulce y castañas de cajú. Equilibrado, es uno de los que no deben dejar de pedir. Otro detalle, miren la carta y las recomendaciones: el guiso de berenjenas con carne revela la experiencia en el trato de los insumos.
Bangkok es para ir a comer y compartir. Un solo plato los puede hacer feliz, es cierto, pero un más amplio recorrido por su carta les hará sentir que están en una celebración que puede extenderse por horas. Color, fragancias, sabores, un mundo entero que se acerca a nosotros tímido, con ganas de revelarse y sabedor de sus gracias. No se vayan sin probar el arroz con mango o mango sticky rice, una interesante versión. Y si las ven al salir (están en una mesita de exposición), háganse con unas cuantas bolsas de dok jok, galletas fritas en forma de flor hechas de harina de arroz que se quiebran con delicadeza a la primera mordida. Un goce.
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Puntaje: 15/20. Tipo de restaurante: cocina tailandesa. Dirección: Av. Bernardo Alcedo 460, Lince. Horario: martes a sábado de 12 m. a 10 p.m., domingo de 12 m. a 6 p.m. Cierra lunes. Estacionamiento: puerta de calle. Carta de bebidas: refrescos, infusiones, cervezas. Precios promedio por persona (sin bebidas): S/50.