(Fotos: Paola Miglio)
(Fotos: Paola Miglio)
Paola Miglio

Belgravia es otro de aquellos lugares limeños que tengo grabados en la
memoria y en la panza. Era la parada obligada de regreso a casa los domingos, después de las comidas donde mi abuelo. Era el proveedor del lonche y del pastel de acelga o pascualina sabatina. Y ahí sigue. Incólume. Con largas colas desde la mañana que aumentan a la hora del almuerzo y cuando se abre el horno. No ha necesitado jamás implementar cafetería, solo hay algunas bancas de parque y mesas altas en el retiro donde los clientes comen parados apurando el bocado. Es un lugar de tránsito, donde la mayoría pide para llevar, que conoce a sus comensales y pone a su disposición, sobre los mostradores, recipientes con mayonesa, ketchup, ají y zumo de limón.

Sus panes siguen siendo de buena factura; es más, incluso podríamos decir que hasta han mejorado en estos últimos años: el baguette crocante y delgado es como para solo untarle mantequilla y entregarse al vicio (es tan pedido que incluso hacen la butifarra con él). El de yema es suave y tiene tonos dulces y ajonjolí; el de molde es esponjoso, húmedo y de tamaño importante; y los petipanes son los mejores que hemos comido en Lima: corteza dorada, delgada, miga
puntual y permiten introducir un relleno generoso. El francés, que como sabemos no es francés pero así le llamamos, también obedece las reglas, pero a diferencia de lo que encontramos en la mayoría de panaderías, no es tan hueco ni redondo, sino más bien alargado, de costra menos crujiente y consistente.

Los pasteles salados y empanadas. Un nuevo territorio donde la curva sube y baja. El de acelga o pascualina se ha logrado mantener en el tiempo correctamente: masa, relleno abundante, sabor agradable. Con el de espinaca y el de alcachofa no sucede lo mismo: escasean los ingredientes principales y la masa es tan gruesa que no llega a cocinarse completamente, mostrándose incluso pasmada. Esto se repite en las empanadas de queso y de jamón con queso, habría que aligerar el grosor o revisar el tiempo de cocción. Sin embargo, cosa a destacar son las empanadas de pollo y carne: suaves, de buen y jugoso relleno, delicadas y quebradizas. No demasiado condimentadas. Además, si las agarran recién salidas del horno son más ricas aún.

Finalmente, lo dulce. Pasen de largo por la rosca de canela, que aunque se ve apetitosa, al comerla se muestra seca y desangelada.
Tampoco hagan caso de las bombas, que si bien hace algunos años estuvieron entre las preferidas, hoy han perdido elegancia tendiendo a una absurda contundencia y lucen aplastadas. Deténganse en algunos
pasteles: sí, son pasados de moda, llenos de salsas y frutas hasta fosforescentes; sin embargo, hay algo en ellos que revela esa experiencia de hacer bizcochos y cremas clásicas para cuando se antoja un sabor a recuerdo. La crema pastelera es aireada y ligera, la chantillí es fresca y está en su punto de dulce y el caramelo refleja una mano diestra. Ojo, eso sí, en el relámpago: se puede mejorar la pasta choux, que en realidad en este caso no se pudo adaptar bien y es demasiado dura, se desarma, perdiendo la idea original del pastelillo. A Belgravia uno no va a buscar novedades, innovación ni tendencias. Va por lo que comió toda la vida, no hay decepción en eso. Es comida
sencilla, real, del día a día. La vuelta a casa. A la familia completa.

AL DETALLE

Tipo de restaurante: panadería y pastelería
Dirección: Av. Arenales 2304, Lince
Horario: de lunes a viernes, de 7 a.m. a 9 p.m., y sábado y domingo de 7 a.m. a 8 p.m.
Estacionamiento: puerta calle
Bebidas: refrescos. Precios: pasteles y empanadas desde S/ 3, baguette S/2,20, baguette dulce S/2,70, rosca de canela S/5.
Calificación: 14 puntos de 20

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