Ignacio Medina y su crítica gastronómica sobre La Onceava
Ignacio Medina y su crítica gastronómica sobre La Onceava
Ignacio Medina

Hay lugares a los que vas a comer mucho y otros a los que vas a comer bien. Salvo contadísimas excepciones, la máxima es universal; lo normal es que lo primero no se acompañe con lo segundo. Una cosa es comer y otra muy diferente llenar la panza. Lo confirmo casi en cada salida a comer en esta Lima que parece celebrar la derrota del hambre por todo lo alto: ande o no ande, caballo grande. La Onceava es, precisamente, uno de los restaurantes a los que la clientela acude buscando el atracón mas que la comida. Llego siguiendo una recomendación y apenas necesito un plato para darme cuenta del error. Es una fuente capaz de saciar a dos comensales con buen diente, y le dicen papa chinacola. En la carta se anuncia como una papa rellena de lomo fino saltado, aunque finalmente acaba siendo la famosa papa rellena por fuera: una descomunal pella de puré de papa amoldada, empanada y frita, instalada sobre un saltado de lomo y langostinos y coronada por una montaña de criolla. Es una preparación tan sorprendente como desafortunada. Nada responde a lo que debería ser: ni la papa, ni el saltado de lomo ni mucho menos los langostinos, víctimas circunstanciales del invento.

Luego llega el arroz con choros a la chiclayana; un pozal de arroz verde con zarandaja, algunos choros disminuidos por el exceso de cocción y –¿por qué?– un puñado de queso coronándolo. Se manejaría cerca de la normalidad si no fuera porque no encuentro el sabor del choro en el arroz. He elegido media docena de platos en la larguísima carta –cabe todo, desde un maki a un plato dizque thai, o su versión de la paella– y las cosas no van bien. Los langostinos salteados con tallarines conforman un plato graso y sin gracia, mientras el chicharrón de calamar ha quedado tierno, aunque aceitoso y con el rebozado más bien blando.

A esta altura tengo claro que la ambición acaba lastrando la cocina de La Onceava. Quiere abarcarlo todo y llegando más lejos de lo acostumbrado. Tiene una parte elogiable –hay que atreverse para poder llegar–, pero la precariedad de las elaboraciones no acompañan. Lo confirmo con un cebiche caliente de mero y langosta que me entró por los ojos al recorrer la carta. El mero quedaría mejor si los cortes fueran más gruesos y la langosta está tan recocida y seca que no merece la menor atención.

Vuelvo unas semanas después buscando alguna tabla de salvación en forma de platos más sencillos que puedan dar menos problemas, pero nada. La jalea mixta de callejón es un resumen de todo lo que no se debe hacer al freír pescados y mariscos, incluyendo la naturaleza y el estado de uno de los pescados empleados, y la corvina saltada en wok sufre las consecuencias de una doble cocción: primero la fríen rebozada y luego la saltean. Acabo comiendo el arroz blanco mezclado con la cebolla y el tomate.

AL DETALLE
Calificación: 1.5 estrellas de 5
Tipo de restaurante: cebichería.
Dirección: jirón San Ambrosio 420, Barranco. Lima. T:012475232.
Tarjetas: Todas.
Valet parking: no.
Precio medio por persona (sin bebidas): 60 soles.
Bodega: no hay.
Observaciones: cierra las noches.

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