Como una máquina del tiempo hemos decidido retroceder algunas décadas, dar una vuelta por los 50 hasta llegar a los 90, para ver cómo los limeños despedían al “año viejo”, y daban paso a uno más próspero. Con la ayuda de fotografías en blanco y negro y anuncios de periódicos reviviremos el 31 de diciembre para mostrarles lugares, anécdotas y curiosidades de esta celebración.
El primer desayuno del año
Las parejas abandonan la fiesta con la luz del día, con la canción del momento en la mente y con el estómago pidiendo a gritos un buen desayuno reparador, que incluye tamales, cebiche, chicharrones, frutas y una larga lista, eso es lo que el limeño busca desde las 5:00 a.m.
Esta tradición viene de varias décadas atrás, tal como lo consigna un aviso de El Comercio de 1960, donde se publicita los desayunos del Aeropuerto Limatambo, que funcionó hasta diciembre de 1965, cuando se inauguró el Aeropuerto Jorge Chávez.
Una oferta más exquisita es el desayuno buffet del hotel Sheraton, tal como lo anuncia la publicidad del 31 de diciembre de 1979. “Cierre con broche de oro su fiesta de fin de año” o “Pruebe Sheraton” con ambas frases los limeños se animaban a visitar y deleitar el primer desayuno de 1980 en el Restaurant Las Palmeras ubicado en el Lobby del Hotel.
Y para los más jóvenes están los generosos desayunos y el cebiche del Tip Top, uno de los pocos lugares que funciona hasta ahora.
Celebrando con grupo electrógeno
En la década de los 80 nos acostumbramos a los continuos apagones por la voladura de torres de alta tensión. Sin embargo, con apagón o sin él las celebraciones de fin de año nunca se detuvieron.
Ante esta situación, los dueños de los locales le aseguraban a la clientela la mejor celebración con un grupo electrógeno incluido, los avisos de la época son prueba de ello.
En diciembre de 1989 el Palladium, ubicado en la cuadra 8 de la avenida Arequipa, anunciaba el gran fiestón de año nuevo con la mejor orquesta de salsa, “La Progresiva”. Al final del afiche unas letras pequeñas indicaban: “grupo electrógeno incluido” o “con instalación propia de luz eléctrica”.
Para ese año toda la publicidad tenía la misma característica, desde las fiestas en los mejores hoteles hasta restaurantes como el Bertolotto o La Palizada, los más concurridos por esos años.
Y del cielo cae una lluvia de papel picado
Los limeños no fuimos ajenos a esta costumbre. Cada 31 de diciembre, al mediodía, tirar papel picado desde las ventanas de las instituciones públicas se volvió una tradición por muchos años. La lluvia de recibos, boletas y otros documentos saturaron los cielos del Centro de Lima y de todo lugar donde hubiera oficinas públicas y privadas.
Fotos que datan de 1965 y 1983 muestran como los limeños se divertían con tanto papel esparcido en las calles. Niños y grandes disfrutaban por igual esta tradición oficinesca. Sin embargo, con el alcalde Alberto Andrade, la consigna de la Municipalidad de Lima fue “ya no tirar más papeles” con el fin de no ensuciar las calles. Poco a poco la tradición fue perdiendo su valor.
¿Y usted dónde bailó?
Siempre los lugares para despedir el “año viejo” en Lima han sido variados, desde exclusivos hoteles hasta restaurantes y peñas criollas. Cada uno tenía su particularidad y sus exigencias, sino recordemos las fiestas de la década del 50 en el club miraflorino Waikiki, los caballeros con smoking y las señoritas con los mejores vestidos de diseñador. La imagen de 1957 revela el entusiasmo y la elegancia de los asistentes.
Desde los 60 hasta los 80 fueron muy famosas las fiestas de Año Nuevo en el Sky Room del Hotel Crillón, pero con el terrorismo y la crisis económica del primer gobierno de Alan García Pérez, estas fueron desapareciendo. Así, el glamoroso Crillón cerró sus puertas en 1999.
A fines de los 70, un anuncio del 31 de diciembre de 1979, publicitaba la fiesta del restaurante y peña La Palizada, con la actuación de tres grandes de nuestra música criolla como Lucía de la Cruz, Lucila Campos y Eva Ayllón, junto a Miguel “El Chato” Barraza. Con este show la diversión estaba más que asegurada.
Y por los 90s quién no recuerda las fiestas en el Muelle Uno, ubicado en la playa la Pampilla, a 50 dólares por persona. Las entradas se vendían en la desaparecida Farmacia Deza; o la fiesta de la discoteca El Zalonazo, uno de los lugares preferidos por la juventud noventera. Con 40 dólares la diversión y la música, con las mejores orquestas, estaban aseguradas hasta el amanecer.
El recordado Bertolotto, no podía faltar en esta selección de lugares, ubicado en la Av. Malecón Bertolotto 770, en San Miguel. Como bien decía su anuncio publicitario de diciembre de 1989: “Ven y diviértete en el palacio de los momentos inolvidables, donde usted es el rey”.
Con el paso del tiempo muchas de estas costumbres y lugares han desaparecido, para dar paso a otros más variopintos. Sin embargo, cuando llega la medianoche del 31 de diciembre, y el cielo se ilumina con los fuegos artificiales, lo más importante es ese fuerte abrazo y los buenos deseos para ese año que está por comenzar.
(María Fernández Arribasplata)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio