La capital acaba de ser elegida como el noveno de los diez mejores destinos emergentes recomendados en el mundo y segundo mejor destino en Sudamérica por el portal Trip Advisor. Este tiene más de tres millones de seguidores.
¿Cómo así?, me pregunto. ¿Dónde está esa oculta belleza?, como diría mi hija. Si más bien los limeños tenemos la percepción de padecer esta urbe, empezando por la indetenible inseguridad.
Mi hipótesis es que la capital tiene coartadas para disimular el feo rostro de la modernidad y ennoblecer aquello que aún no hemos podido destruir.
Para los que vivimos en la capital, la agresión del transporte, las horas perdidas, la contaminación visual y auditiva, el “hago lo que me dé la gana” –como expresión de la cultura combi y la cultura 4x4– nos enemistan con la ciudad. De igual manera, lo hacen la fealdad de la arquitectura contemporánea y la ausencia de espacios lúdicos. Pero en realidad todo está en el factor humano que hoy la habita y la depreda.
A pesar de eso subsisten la belleza de sus lomas (pedazos de patrimonio que se han salvado), el milenario mar azul y su rumor que sube por el acantilado, las incomparables puestas de sol en verano, el cielo plateado y los rezagos de la fraternidad de su población en la periferia que construyó más de la mitad de la ciudad. Finalmente se puede comer extraordinariamente bien pagando desde S/.10 hasta S/.500 en mercados, huariques o restaurantes de mantel largo.
En los tres primeros lugares de la lista están Tulum (México), Cartagena (Colombia) y Porto (Portugal). ¡Oh sorpresa!, las tres ciudades tienen en común un patrimonio en buenas condiciones, mar, gastronomía y un civismo que atrae al turista. Obviamente, el principal ingreso económico lo constituye el turismo. Fórmula exitosa. Lima aún está esperando un iluminado que la pueda aplicar.
Precisamente Trip Advisor, rescata dos contenidos claros de la ciudad. Celebra “explorar sitios arqueológicos, elegantes catedrales, palacios opulentos y zonas frente a la playa”; es decir, patrimonio y mar.
Sin embargo, en realidad, el patrimonio precolombino limeño sobrevive con las justas, el hispánico está en el limbo y el mar aún espera una propuesta que haga realidad el sueño del arquitecto Aramburú Menchaca para la Costa Verde. Imaginemos el potencial de la capital con los circuitos precolombinos y las huacas puestas en valor, al igual que el Centro Histórico de Lima. También con el Callao y Barranco renovados, un paseo marítimo ininterrumpido desde el Callao hasta La Herradura y un sistema de transporte no excluyente. Mínimo serían 10 millones de turistas; amén del disfrute de los limeños residentes.
La ciudad, de la mano de campañas y buenas prácticas, ha logrado resistir el inmisericorde proceso de depredación impuesto por una modernidad puramente especulativa. Y puede ofrecer al visitante algo del encanto milenario que aún le queda, por el cual tiene sentido, a pesar de todo, batallar.