Cuatrocientos ochenta millones de dólares. Ese es el valor que por su extensión –300 mil metros cuadrados– y su ubicación –una de las mejores zonas de Magdalena– tiene la superficie donde se levanta el Hospital Víctor Larco Herrera.
Las inmobiliarias salivan ante presa tan apetecible. La revista “Semana Económica” la consideró dentro del ránking de los 10 terrenos más codiciados de Lima moderna. Allí, a pesar de que en los últimos siete años esta versión ha sido varias veces desmentida, existe la idea de construir la villa que albergará a los 7.500 deportistas que arribarían para los Juegos Panamericanos del 2019.
Lo acaba de confirmar Arturo Woodman, representante de la Municipalidad de Lima en el comité organizador de los juegos. En agosto, le dijo a El Comercio, se decidirá si el albergue para los deportistas se levantará sobre la superficie donde se encuentra el principal hospital de atención y rehabilitación en salud mental del país.
Los otros candidatos son el cuartel Rafael Hoyos Rubio (Rímac) y La Herradura.
En principio, el Larco Herrera es intocable. El terreno fue objeto de una donación por parte del filántropo Víctor Larco Herrera con el fin expreso de levantar allí un hospital que atienda a las personas afectadas por problemas mentales. Entonces, no solo se contravendría los deseos del donante, sino que sería necesario hacer una modificación legal.
Pero no basta con eso. Lo más importante es establecer las garantías de que los pacientes no sufrirán las consecuencias de este cambio y serán atendidos en un nosocomio moderno, lejos de las penurias que deben atravesar en la actualidad.
El Estado no tendría que desembolsar un sol. Podría venderle la propiedad a una inmobiliaria con cargo a que esta construya la villa. Terminado el evento (que no dura más de un mes), dispondría de la construcción como le parezca. Un negocio redondo.
¿La dirección del hospital conoce de estas renovadas intenciones de utilizar el terreno? ¿El Ministerio de Salud tiene un plan al respecto? ¿Habrá beneficios reales para los pacientes?
Los certámenes deportivos de la dimensión de los Panamericanos pueden convertirse en bendiciones para las ciudades organizadoras. Además de recintos deportivos, se requiere construir o renovar infraestructura vial, modernizar servicios y mejorar la seguridad, entre otros. Si la gestión es eficiente, la ganancia para la ciudad es gigantesca. Para los juegos olímpicos de 1992, Barcelona dio vida a sectores agonizantes de su parque urbano, además de reconciliarlos con el mar.
Pero también pueden significar monstruosas moles de cemento sin mayor utilidad –en Brasil no saben qué hacer con algunos estadios que construyeron para el Mundial de fútbol– y, por tanto, fuentes de grandes negociados. Parte de los escándalos de corrupción que mantienen en vilo al gobierno de Dilma Rousseff proviene de estos paquidermos sin uso.
¿Por qué tanto interés en construir en el Larco Herrera?