JOSÉ MIGUEL SILVA (@jomisilvamerino)
El 22 de junio pasado se cumplieron 32 años del último partido de la selección peruana de fútbol en un Mundial de mayores. Un 5-1 contra Polonia que aún somos incapaces de remontar por distintas razones.
El buen nivel mostrado por las selecciones de esta parte del continente en el Mundial Brasil 2014 hace vibrar a muchos pero, y eso es lo que le da un sabor agridulce a esto, también genera algo de temor. Surge la idea de que mientras los vecinos mejoran nosotros quizás no tanto y que por ende, luchar por si quiera por un repechaje será una hazaña.
Para analizar esta problemática, conversamos con el sociólogo Aldo Panfichi Huamán, autor del ensayo Un Solo Corazón: La tragedia de Alianza Lima y la solidaridad de Colo-Colo, aparecido en el libro Las historias que nos unen: 21 relatos para la integración entre Perú y Chile, compilado por los historiadores Daniel Parodi y Sergio González.
-Salvo Ecuador, todas las selecciones sudamericanas pasaron la primera fase del Mundial. ¿Comparte la sensación de incertidumbre por el futuro de Perú en las próximas eliminatorias?
Hay que desdramatizar un poco este tema. Uruguay y Chile clasificaron a costa nuestra. No estuvimos tan lejos. Con este fútbol mediocre que tenemos, perdimos la clasificación en las dos últimas fechas. Eso significa que la eliminatoria es una base para crecer y los partidos mundialistas son realmente donde el jugador da lo máximo y los equipos crecen. En esta ocasión, crecieron todos. Se trata de la gran fiesta mundial donde hasta lesionados juegan.
-¿Qué gran lección cree que deja hasta el momento este Mundial?
El fútbol ahora es colectivo, supone sacrificio físico, requiere disciplina y mucho trabajo. Esto debe ser un gran cambio generacional porque recuerdo que cuando yo empecé a meterme en el fútbol, el sentido común decía que los futbolistas “eran seres de otros planeta” a los que se había que engreír, apañar, perdonar. Estas eran ideas hegemónicas. Cuando empezamos a hablar de formación integral, de talleres sicológicos, educativos, porque entendíamos que un jugador debería formarse con una personalidad que significara una personalidad en todos los aspectos de su vida.
-La gran figura de Colombia es James Rodríguez. Muchos recordaron que este futbolista fue elegido ‘el segundo mejor’ después de Reimond Manco en el Sudamericano de 2007. ¿Qué pasó en todo este tiempo?
Eso dramatiza las consecuencias de la formación. Es realmente patético y triste porque estas ideas que te digo de relajo, de solo entrenar dos horas al día, para un profesional que debería estar a tiempo completo en esto. Este problema de dirigentes apañadores y de técnicos con baja formación y ex jugadores convertidos en entrenadores, lo cual no significa un rompimiento de la misma matriz. Creo que Manco quizás debería ser la última expresión de esto. Lamentablemente, vemos a la ‘Hiena’ Gómez, a ‘Chaveta’ Chávez. No obstante, creo que en este momento las cosas están cambiando. En este momento estamos en una lucha de concepciones.
-¿Qué ejemplo puede demostrar eso?
Alianza Lima expresaba el fútbol habilidoso, pintoresco, de los grandes jugadores pero con una ausencia fuerte de éxitos internacionales, con un retraso institucional muy grande. Hoy traes a Sanguinetti, gana una copa con un equipo de bajo presupuesto. ¿Y qué es lo que dicen? “Ese no es el estilo, ha traicionado su estilo”. Perdón, ¿cuál es el estilo de Alianza? ¿Acaso el estilo Waldir Sáenz? Estamos en un momento de transición donde lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no logra todavía plasmarse y ganar la mayoría. Lo comparo con la Lima que se fue, la ‘Lima de antaño’ donde “había honor, había respeto”. A ver, en esa lima de antaño no había wáters, ni desagüe, por eso había gallinazos que se comían la basura.
-Mientras no se clasifique al Mundial siempre se apelará al pasado. Suena la musiquita de ‘Perú campeón’ y vemos a nuestras viejas glorias mundialistas en todos lados.
Yo creo que al contrario. Creo que las nuevas generaciones al ver a Colombia, a Costa Rica, dicen “sabes qué, lo anterior no me suena”. Yo creo que el fracaso te vuelve intolerante con el pasado porque no tienes nada de qué enorgullecerte. El fracaso debería llevarnos a decir sabes qué, tenemos que cambiar, tenemos que tener otro esquema.
-Algunos concentran sus críticas en el modelo o el sistema del fútbol. Sin embargo, vemos a Blatter 20 años en la FIFA y la realidad es que contra eso no podemos luchar. Burga también lleva muchos años en la FPF.
Reforma o revolución. Hay una indignación general por el funcionamiento de un sistema que evidentemente está creado para perpetuarse en el poder. Burga necesita algún tipo de logro. Creo que en estos momentos no están dadas las condiciones para una revolución y tumbarse todo y “que se vayan todos”. Yo también soy parte de esa indignación, pero no es realista. Lo que hay que hacer es concentrarnos en algunas reformas que nos permitan ir en la reconstrucción del fútbol peruano. Revolución no va a haber. Viene la FIFA y te desafilia. ¿O sea, te vas a mechar con la FIFA? No, eso no es responsable pues. ¿Y qué cosa podemos hacer? No sé, por ejemplo empoderar a los clubes ante las ligas (departamentales).
-Leía el tuit de un actor hace muy poco en el cual llamaba a ‘ver el ejemplo de Colombia’ y salir adelante, porque todos unidos podíamos ir al Mundial. Tampoco es tan fácil como tomarse de la mano, ¿no?
Hay una envidia sana y otra malévola. La sana es ver a los países limítrofes que muchas veces consideramos inferiores (en el ámbito futbolístico) logrando éxito y queremos que su éxito sea también nuestro. El ver a Sampaoli o a Pinto celebrando nos hace pensar yo también puedo estar cerca a ti. Es una compensación emocional en un momento en el cual las emociones, las identificaciones y la pasión del fútbol está en un momento muy alto. Es una compensación emocional ante nuestra falta de éxito y ante nuestra necesidad de identificarnos con ganadores. No obstante, inmediatamente surge entre nosotros mismos – desde nuestra frustración – la envidia destructiva. Se cuestiona por qué nos identificamos con el ‘Hombrecito’. Ojo ese título no era ‘Hombre’, sino ‘Hombrecito’. Un diminutivo bajador de llanta. Luego se cuestiona que un hincha le alcance la camiseta de Alianza Lima a Pinto. Se dice que un ‘perdedor’ (de Alianza) quiere sentirse ganador. A algunos les jode que alguien quiera aspirar a ganar. ¿Por qué? Porque el fatalismo dice que nunca iremos a ningún Mundial, ni a Rusia ni a Marte. El fútbol está lleno de pasiones y nos muestra no solo los sueños, sino también las envidias.
El ensayo de Panfichi aparece en el libro 'Las historias que nos unen: 21 relatos para la integración entre Perú y Chile'.
-Me acaba de hablar de Chile y en ensayo suyo en el libro ‘Historias que nos unen’ habla sobre una bonita historia entre ese país y el Perú nacida por una tragedia: la caída del Fokker con el equipo principal Alianza Lima.
Este libro buscaba no solo centrarnos en aquello que nos divide sino también en lo que nos une. La tragedia de Alianza generó identificaciones y simpatías espontáneas de un club de Chile: el Colo Colo. Entonces, hay esta historia de solidaridad y hermandad. Hablé con gente que vivió esa época y me decían que el presidente de Alianza (Agustín Merino) al escuchar a su colega chileno ofreciéndole jugadores, él no lo creyó. Igual cuando estos futbolistas llegaron por primera vez al camerino de Alianza Lima sintieron un gran silencio. Fue Cubillas el que se para, se acerca y les da la bienvenida ante todos. Rompió el hielo. Entonces, las aproximaciones, los encuentros, si bien son históricos, en el aspecto más micro, han significado romper hielos, pasar de una frontera a otra no solo en lo físico, sino también en lo cultural.
-A pesar de las casi tres décadas que han pasado de ese hecho solidario, el recuerdo se mantiene.
Así es, se mantuvo vivo durante algunos años a nivel de dirigencias, pero sobre todo a nivel de los hinchas, de las barras y esto se forzó mucho con la migración peruana a Chile en las últimas décadas. Esto hizo que líderes de la barra de Alianza terminen en la de Colo Colo pues al no estar más en Lima, se integraron a la barra del equipo chileno. Se ha instalado en el imaginario de ambas sociedades y de ambos clubes este nivel de colaboración y creo que lo que hace este ensayo y este libro es registrarlo para la historia.