Sin reacción policial, por Gino Costa
Sin reacción policial, por Gino Costa

Carlos Becerra, de 74 años, dueño de casas de cambios en el jirón Ocoña, iba en su vehículo acompañado por su chofer y su guardaespaldas. Acababa de retirar US$70 mil de un banco. Cuando ingresaba a la Vía Expresa, a la altura de Canadá, en dirección al Cercado, otro vehículo lo cerró y lo obligó a detenerse. Del mismo salieron tres encapuchados que les dispararon 15 balazos y se llevaron el botín. Becerra murió minutos después en una clínica local y su chofer quedó gravemente herido.

El hecho ocurrió hace diez días a plena luz del día, y quedó grabado por las cámaras de TV Perú, lo que permitió que todos nos enteráramos minutos después. La única que parece no haberse enterado es la policía, a pesar de que la sede de Requisitorias se encuentra muy cerca y que la Vía Expresa constituye la principal arteria de Lima. Así, los delincuentes entraron y salieron del zanjón con toda tranquilidad y desaparecieron en el barullo de la ciudad.

El modus operandi no es nuevo y hace seis años un asalto similar, en el mismo lugar, dejó mal herida a la niña Romina, quien falleció hace poco. Hace unas semanas, otro golpe de una banda de marcas ocurrió en el puente Villarán, en la avenida Arequipa. Lima está desguarnecida y lo que se ha venido haciendo no ayuda: ni la duplicación de los ingresos de los policías en los últimos cuatro años ni los patrulleros inteligentes ni los cinco generales a cargo de la metrópoli.

El robo a Becerra es grave por la violencia y crueldad de los delincuentes, pero más grave aun por la facilidad con que actuaron. No a medianoche, sino a mediodía; no en un barrio marginal, sino en el corazón de la capital. Sin embargo, las autoridades policiales parecen impasibles, absolutamente ajenas a la preocupación ciudadana, incapaces de articular una explicación convincente de su inexplicable inacción. Ni una cabeza ha rodado ni rodará.

Es muy probable que en los próximos días o semanas la Dirincri capture a los malhechores. Es lo que normalmente ocurre. La más eficiente labor investigativa con frecuencia compensa el fracaso de la prevención policial. No obstante, es también preciso exigir a la primera una mayor capacidad anticipatoria, pues ante cada golpe de la delincuencia parecería saber a quién ir a buscar.

Dos reportajes periodísticos publicados días después sumaron a la percepción de indolencia policial y de seria incompetencia política en la gestión de los recursos de un sector clave. Uno dio cuenta de que el 20% de los 800 patrulleros inteligentes, adquiridos entre el 2013 y el 2014, se encuentra inoperativo. El otro reveló que 32 vehículos portatropas adquiridos en el 2009, a precios sobrevalorados, se oxidan en un depósito sin jamás haber sido utilizados. Tampoco en estos casos hay responsables.
Por si esto fuera poco, la semana que pasó tuvo lugar el vigésimo quinto asesinato desde que se estableció el estado de emergencia en el Callao, en diciembre pasado.

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