En un extraño arranque de lucidez, el Congreso le puso freno al proyecto que pretendía mantener el caos en las calles de la ciudad. La comisión de Transportes aprobó ayer escuchar a los representantes del Ministerio de Transportes y Comunicaciones y la Autoridad de Transporte Urbano de Lima y Callao antes de tomar una decisión.
El congresista Daniel Olivares, quien en la víspera había alertado sobre el esperpento que se preparaba, presentó una cuestión previa para que se escuchen las recomendaciones técnicas de los especialistas. Afortunadamente, le hicieron caso.
Horas antes, en otra inesperada demostración de sensatez, Fuerza Popular retiró un proyecto que, a diferencia del texto en discusión, pretendía extender las autorizaciones de rutas para buses, combis y coasters no por diez, sino por seis años.
Tiene lógica que se escuche a quienes saben antes de tomar una decisión. Lo que indigna es que este razonamiento básico no sea compartido por el grueso de parlamentarios, duchos en apurar iniciativas sin mayor sustento.
Además, lo hacen con tan poca vergüenza que ni siquiera se toman el trabajo de darles algún barniz argumentativo. Pasó con los taxis-colectivos y los intentos de despedazar la Sunedu; luego con los peajes y la frustrada reforma electoral. “Cuanto más burdo, mejor” podría ser su eslogan de trabajo (hasta podrían registrarlo en Indecopi).
Pero pequemos de ingenuos e imaginemos que estos súbitos ataques de cordura (como el proyecto consensuado con el Ejecutivo sobre las deudas bancarias) son señales de que las cosas están cambiando.
Veamos que sorpresa nos tienen preparada para hoy.