Su última, y penosa, rectificación ha estado referida al uso obligatorio de guantes.
Su última, y penosa, rectificación ha estado referida al uso obligatorio de guantes.
Pedro Ortiz Bisso

Luego de tantos martillazos infructuosos, parece que el Gobierno se olvidó de bailes y huaynos y ha optado por el merengue. Sus recientes medidas parecen sacadas de la letra de “Juana la cubana”, la recordada canción de “Las chicas del can”, por esa parte del coro que dice “un paso para adelante y otro para atrás, ¡pero con ganas!”.

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Su última, y penosa, rectificación ha estado referida al uso obligatorio de guantes. ¿De dónde salió esa orden? ¿Qué argumento sirvió para avalar tamaño desatino si la propia Organización Mundial de la Salud no lo recomienda? El primer ministro Vicente Zeballos se ahogó en generalidades al intentar explicarlo. Más lamentable fue cuando dijo que la corrección se hizo porque “hubo una especie de desazón en la opinión pública”. Hubiera bastado con que dijera que se equivocaron.

Estos cambios súbitos de decisión revelan que la crisis sigue desbordando las capacidades del Gobierno. La revelación que hace el doctor Ciro Maguiña en nuestra edición de hoy es espeluznante: resulta que no existen coordinaciones entre los expertos convocados por el Ministerio de Salud como asesores y el grupo Prospectiva, el panel de profesionales reunido con el mismo fin. ¿Entonces, cómo se toman las decisiones?

Mientras tanto, los contagios crecen, los reclamos por camas UCI y oxígeno no cesan, las calles se repletan, los negocios empiezan a funcionar y los cada vez más laxos controles de tránsito de la policía y el ejército solo sirven para darle variedad a los contenidos de los noticieros de la mañana.

El Gobierno no puede perder el liderazgo y la confianza. Ante la fuerza que ha tomado la pandemia, sería un crimen. Hoy más que nunca necesita establecer un rumbo claro, reconocer errores y decir las cosas como son, por más dolorosas que sean.

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