El mundo tiene puestas las esperanzas en una vacuna contra el SARS-CoV-2. (Foto: Getty)
El mundo tiene puestas las esperanzas en una vacuna contra el SARS-CoV-2. (Foto: Getty)
Pedro Ortiz Bisso

Uno de los personajes que el mundo ha conocido a raíz de la pandemia es el doctor Anthony S. Fauci, director del Instituto de Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos. Su fama se debe, sobre todo, a ese toro desbocado con el que debe lidiar casi a diario llamado Donald Trump.

Desde que el COVID-19 hizo de Estados Unidos un infierno, la tarea de Fauci ha sido contradecir a Trump. La última vez lo hizo en una entrevista al “National Geographic”, en la que señaló que no existen pruebas que avalen que el nuevo coronavirus se haya originado en un laboratorio chino, como repiten el presidente norteamericano y sus amigos.

No es lo único que ha señalado Fauci en los últimos días. En contra de las informaciones que aparecen casi a diario sobre los avances en las investigaciones para encontrar una vacuna, el epidemiólogo ha preferido la cautela y ha señalado que esta recién podría estar lista en doce o dieciocho meses.

Encontrar una vacuna no es fácil. Requiere largos meses de investigación y miles de pruebas que, en la mayoría de los casos, no suelen tener resultados exitosos. A pesar de que se están acelerando los procesos -lo cual también es peligroso-, nada asegura su éxito. Y si algún proyecto lo tuviese, como señala un reciente artículo del “The New York Times”, requiere aún pasar por dos fases que pueden dilatar su puesta a disposición del público: la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) -que por lo general demora un año en dar su visto bueno-, y la fabricación de la vacuna, una pesadilla logística ante una demanda probable de miles de millones de dosis.

El COVID-19 tiene para rato, así que ciertas reglas como la distancia social y el uso de mascarillas nos acompañarán por buen tiempo. Nuestro deber es no bajar la guardia y proteger, sobre todo, a los adultos mayores. Quienes los tenemos en nuestras familias, debemos hacernos la idea de que el día en que podremos abrazarlos y besarlos nuevamente está lejos. Tendremos que esperar hasta que el peligro haya desaparecido.

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