Antes de que la pandemia del COVID-19 se ensañara con el Perú, el médico intensivista Mario Candiotti se enfrentó a la epidemia del cólera, al dengue, el brote de rabia en Cusco, al terremoto en Pisco, a la gripe AH1N1 y otras enfermedades y desastres que pusieron a límite el sistema de salud. En los últimos once meses ha sido uno de los que ha puesto el cuerpo y el alma en la primera línea desde la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital Arzobispo Loayza. Esta mañana también estuvo al frente, pero para recibir las primeras vacunas.
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Junto al jefe de UCI, Josef Vallejos, el jefe del servicio de Emergencia, Adrián Rodríguez, y la jefa de enfermería, Martina Obando, Candiotti fue uno los primeros médicos del país en recibir la dosis de la vacuna elaborada por el Sinopharm.
“Nos sentimos más protegidos, tenemos más oportunidad de sobrevivir y seguir trabajando”, cuenta a El Comercio.
Esta protección resulta indispensable en un momento en el que la segunda ola ha acelerado los contagios y mantiene, solo en el hospital Loayza, a más de un centenar de pacientes esperando entrar a UCI. Él, con sus casi 30 años de experiencia en medicina intensiva, lo resume así: “La gripe AH1N1 causaba neumonía severa parecida en algo al COVID-19, pero los pacientes iban mejor, se curaban rápidamente y no hubo la cantidad de ahora. En esa época tuvimos en total 14 pacientes graves en el hospital, de los cuales murieron 2 o 1. En este momento [con el coronavirus], tenemos 120 pacientes que necesitan UCI y están en lista de espera”.
El hospital Arzobispo Loayza, que reportó su primera muerte por la pandemia el 30 de marzo del 2020, cuenta ahora con 30 camas de UCI. Aunque se ha mejorado el manejo de los casos críticos en esta unidad, el médico especialista sostiene que, aparte del oxígeno y la implementación de camas UCI, lo más importante es asegurar que los pacientes no lleguen a este nivel. Para ello se requiere más capacidad, recursos y control en el primer nivel de atención.
“Llegar a una UCI es una tragedia. Es la última esperanza de los pacientes y no todos salen. Al inicio de la pandemia la mortalidad en UCI era del 80%, ahora es entre 25 y 30%. No es que se nos mueren 2 de cada 10 personas, sino que salvamos a 8 que estaban muertas prácticamente”, indica.
En este escenario, la vacunación que se inició hoy marca el primer camino para acabar con la pandemia. Pero no es suficiente, el médico reitera que se necesita de la contribución de la población para que alcanzar una buena cobertura de inmunización.
“A la gente que no cree en el COVID y en la vacuna les invito pasar un día en UCI, que usen el EPP, que lleven dos horas una mascarilla que les aprieta, que se queden deshidratados, que no puedan respirar. Esa sensación de que nos falta el aire es insufrible […] Hemos visto a compañeros deprimidos, llorando. La imagen más triste que vi fue a un médico que antes de que lo entubáramos pidió llamar por teléfono a su familia para despedirse”, recuerda. El inicio de la vacunación también es un respiro para los médicos.
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