La hermosa Catedral de Lima, centro de peregrinaje de Semana Santa, está construida en un 70% de madera. No soportaría un incendio. (Foto: El Comercio)
La hermosa Catedral de Lima, centro de peregrinaje de Semana Santa, está construida en un 70% de madera. No soportaría un incendio. (Foto: El Comercio)

"Imagínate que la se incendie hoy a las 7 p.m. ¿Cuántos miles de peruanos van a estar en el Centro Histórico? ¿Qué equipos tienen los bomberos? ¿Cuánto demorarán en llegar con el tráfico caótico". Las palabras del historiador Luis Repetto vislumbran una catástrofe, pero no exagera.

A Repetto no le faltan pruebas para imaginarse un escenario casi apocalíptico. Desde su oficina en el Museo de Artes y Tradiciones Populares del Instituto Riva-Agüero de la PUCP –que dirige desde hace varios años–, ha sido testigo de tres incendios en el casco histórico en menos de un año. La pollería Villa Chicken –que colinda con la biblioteca del Instituto Riva-Agüero– se quemó en mayo; la misma suerte corrió el octavo piso de un edificio de la cuadra tres del jirón Camaná –que da hacia la iglesia San Agustín–; y, en febrero último, la tienda Falabella del Jirón de la Unión –que mira a la Casa O’Higgins– también se incendió. La sensación es que ahorita todo va a arder.



"Ya estamos acorralados –advierte Repetto–. Aquí está la casa de Riva-Agüero, el primer presidente del Perú; a la espalda, la Casa O’Higgins, residencia del primer presidente y padre de la patria chilena; en el jirón Huancavelica está la balconería completa y el hogar de Miguel Grau, héroe de la Guerra del Pacífico; y en este lugar, que es una de las dos casas que todavía tiene mobiliario familiar original, se alberga una biblioteca, el archivo histórico de Riva-Agüero, el museo de Artes y Tradiciones Populares. Un incendio aquí sería una tremenda desgracia".

Dicho todo lo anterior, Repetto considera que la tragedia de Notre Dame debe servir para reflexionar sobre la irreparable pérdida del patrimonio y sobre qué se está haciendo en el Perú en cuestión de prevención. "Eso es algo que no hemos asumido en su verdadera dimensión. Con la catástrofe del hace unos meses, su Ministerio de Cultura decidió hacer una introspección y revisar la seguridad de toda su instalación. Aquí, la PUCP está haciendo revisiones a los techos y a las instalaciones eléctricas, pero, ¿qué sucede con la Casona de San Marcos? ¿Con la Villarreal? ¿Y nuestro Ministerio de Cultura? ¿Cómo está el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, que alberga la colección de textiles prehispánicos más grande del mundo?", cuestiona.

—La indecisión: un problema latente—
La reacción del Gobierno Francés con respecto a Notre Dame es un ejemplo para seguir. En pocas horas, el Estado anunció que haría todo lo necesario para reconstruirla, que harían una colecta pública y hasta apareció una fundación que ofreció millones de euros. "En el momento de la tragedia apelas al corazón y las personas reaccionan –señala Repetto–. Aquí nos hubiéramos pasado discutiendo sobre la inmortalidad del mosquito, que es justamente lo que pasó después del terremoto del 2007 con la iglesia del Señor de Luren en Ica. ¿Cuántos años se debatió si debía demolerse o no, o de su valor artístico o espiritual? En Arequipa sí supieron qué hacer y, en cuestión de dos años ya habían recuperado la torre de su catedral".

Es verdad, reconoce Repetto, que existe un dilema ético que impide que las autoridades decidan qué hacer luego de la tragedia: ¿se debe reconstruir o restaurar?

—Focos de peligro—
El Perú ya ha sufrido varias pérdidas invaluables de su patrimonio. Pocos, sin embargo, parecen recordarlo. La iglesia cusqueña de San Sebastián se prendió en el 2016, evaporándose el altar mayor y varias obras de arte. "Perdimos parte de la colección de pinturas de Diego Tito Quispe –dice Repetto–, algo irreparable para el arte mestizo, para el arte latinoamericano". Pero la noticia no causó mucha conmoción en la sociedad.

Iglesia de San Francisco. (Foto: El Comercio)
Iglesia de San Francisco. (Foto: El Comercio)

Valdría, entonces, preguntarse hasta qué punto estamos dispuestos a arriesgar nuestra historia. ¿Se tendría que prender la iglesia de San Pedro, en Andahuaylillas, para tomar consciencia? ¿Tendría que pasar lo mismo que con el Museo de Sitio de Wariwillka de Huancayo, que en la época de Sendero Luminoso fue destruido y se llenó de pintas? ¿Tendría que prenderse el Archivo General de la Nación para reaccionar?

La situación en plena Semana Santa no es auspiciosa. La basílica de la Catedral de Lima no soportaría un incendio, pues su estructura está hecha en un 70% de madera; un terremoto podría ser mortal. En tanto, la iglesia de La Merced (cuadra 6 del Jirón de la Unión) tiene los extintores bajo llave y tiene conexiones eléctricas inestables que saltan a la vista.

¿La solución sería comprar pólizas de seguro para los monumentos históricos y museos? Notre Dame vuelve al debate, pues no contaba con uno. De hecho, no es un tema fácil de resolver: en ese caso, no depende del Estado, sino de la congregación que regenta el predio. Además, existe una contradicción: ¿cómo tasar lo invaluable? En esos casos, las aseguradoras funcionan como una suerte de asesoras en cuestiones de prevención. Se le consultó a la Dirección General de Defensa del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura peruano si es que se manejaba esa variable, pero no hubo respuesta.

—Por una posible solución—
Según Luis Repetto, mientras Luis Martín Bogdanovich fue gerente de Prolima durante la gestión de Castañeda, logró la creación del Comité Peruano del Escudo Azul. "Es una instancia del Consejo Internacional de Museos que trata de aplicar la Convención de La Haya de 1954 –anota Repetto–, que está vinculada a la protección de los bienes culturales en los conflictos armados y en los desastres naturales. Un incendio no es necesariamente un evento natural, pero es un desastre".

"Lo que quería Bogdanovich era que se destinara el 5% del presupuesto de Defensa Civil a un fondo para atender las necesidades del Centro Histórico. Pero no lo logró, a diferencia de Arequipa, cuyo nuevo alcalde sí dispuso del fondo", agrega Repetto.

Por lo pronto, algunos edificios tienen, como distintivo, un escudo cuyo color debería ser azul (de allí su nombre, Escudo Azul), pero que aquí más parece negro. Estos indican que dichos predios son monumentos y, por tanto, deben ser atendidos de manera prioritaria en caso de inundaciones, terremotos, tsunamis. Algo es algo.

EL PATRIMONIO QUE SE FUE

La madrugada del 5 de junio del 2005, la edificación limeña del siglo XVI se quemó. Pinturas y el altar mayor se dañaron. Se dijo que la causa fue un cirio que se quedó prendido. Cien bomberos controlaron las llamas.

El terremoto del 2007 dañó gravemente la torre y el techo de la iglesia. Recién en el 2017 se inició la demolición de lo que quedaba en pie y la posterior reconstrucción del templo respetando el diseño original.

El domingo 2 de agosto de 1998, horas antes de que Eva Ayllón diera un concierto, el recinto ardió en llamas. La causa: unos reflectores que estaban cerca del telón se recalentaron. En el 2010, el teatro reabrió sus puertas.

Incendio en el Teatro Municipal, en 1998. (Foto: El Comercio/ Archivo)
Incendio en el Teatro Municipal, en 1998. (Foto: El Comercio/ Archivo)

En el 2016, el templo cusqueño del siglo XVI se quemó. La falta de agua en la zona empeoró la situación y se perdió arte invaluable. Al poco tiempo, un banco anunció que daría S/12 millones para su reconstrucción.

Contenido sugerido

Contenido GEC