Aunque dice no sentirse pintor, Pedro Almodóvar ha realizado cincuenta cuadros, sin renunciar a su estilo colorista y brillante, a cuatro manos con el artista Jorge Galindo, “una experiencia increíble” en la que el cineasta dice haberse involucrado “con todo el cuerpo”.
"Hacía mucho tiempo que no experimentaba algo absolutamente nuevo y tan poderoso como la pintura", explicó sonriente Almodóvar en la inauguración de la obra este jueves en el madrileño espacio Tabacalera, la antigua Fábrica de Tabacos de Madrid, donde podrá disfrutarse de la exposición hasta el 26 de enero.
"Ahora parece que me he reinventado en fotógrafo y pintor, pero ha venido todo de un modo natural y del mismo modo continuaré o dejaré de hacerlo. Lo que no estoy seguro es de que, si sigo de un modo individual en casa, tengo el valor de mostrarlo. Jorge me da una confianza y un magisterio que yo solo me sentiría muy huérfano", explicó sobre su posible futuro en este terreno.
Sin embargo, reconoce haber disfrutado al máximo esta experiencia: "Abandonar en este momento estaría bien, porque todos los recuerdos relacionados con cada una de las jornadas de trabajo son de lo mejor que me ha pasado este último año".
La idea surgió a raíz de los bodegones de flores que Almodóvar llevaba tiempo fotografiando y cuya serie llegó a exponer en la Marlborough Gallery (Nueva York) el año pasado.
Esa primera experiencia sirvió de lienzo al tándem Galindo- Almodóvar, que ha pintado sobre las rosas y margaritas a lo largo de un año a base de trazos impulsivos.
La unión entre los artistas arrancó cuando el ganador al Óscar a la mejor película extranjera por "Todo sobre mi madre" (1999) le pidió al pintor que hiciese el dibujo de un niño leyendo sobre un papel roto de un saco de cemento, elemento crucial de la película "Dolor y gloria".
"Cuando Jorge me propuso ampliar mi serie fotográfica pensé que no iba a pintar, que iba a hacerlo él, pero cuando llegué a su casa me dio un pincel, una de las fotos y me pidió que hiciera la primera raya", relató Almodóvar sobre el inicio de una serie de cuadros, que iban a ser doce y acabaron en cincuenta.
“Yo he aprendido mucho viendo a Pedro pintar”, reconoció Galindo, que prestó su estudio para aunar los universos creativos de ambos. lo que dio como resultado una explosión de rosa, amarillo, blanco, verde y azul en lienzos de gran formato.