Habrá que preguntarse si el estilo rutinario, vertiginoso y aparatoso de Guy Richie, el director de "El rey Arturo: la leyenda de la espada", es un factor por considerar en el intento poco exitoso del filme por conquistar a las masas. Lo concreto es que la taquilla no le ha sonreído: la cinta tuvo un costo de 175 millones de dólares, y en su debut el fin de semana en los cines estadounidenses sumó apenas unos 14,7 millones, a pesar de haberse estrenado en unas 3.700 salas. "Guardianes de la Galaxia Vol. 2" sigue imbatible y lleva aproximadamente 247 millones recaudados tan solo en Estados Unidos.
El británico Guy Ritchie nunca ha sido un realizador muy bien ponderado por los especialistas, ni cuando los comienzos de su carrera olían a cierta independencia cinéfila y creativa. Luego tuvo un taquillazo con el que se ganó definitivamente la confianza de los productores: "Sherlock Holmes" (2009), protagonizada por Robert Downey Jr. y Jude Law.
Y con este último, Ritchie vuelve a trabajar en "El rey Arturo: la leyenda de la espada". Es conocido el mito: un elegido de la época medieval logra lo que nadie puede al extraer la espada Excálibur que está incrustada en una roca. Este ser predestinado se llama Arturo (Charlie Hunnam), quien tendrá que enfrentarse a un tirano (Law) que asesinó a sus padres.
Sin pausa
Ritchie vuelve a apelar a ese estilo que fascina a esa vertiente de Hollywood obsesionada con hacer dinero y que consiste en la grandilocuencia sin respiro, una marea audiovisual con ángulos de cámara de todos lados y efectos digitales anfetamínicos. Una efectiva fórmula con sello corporativo.
El británico Charlie Hunnam busca consagrarse como una estrella ascendente con este filme. En tanto, su compatriota Jude Law está teniendo una trayectoria zigzagueante e impredecible. Algo trastabilló e hizo que no se posicionara como un actor de prestigio capaz de arrasar con los premios. Pero una cierta redención está teniendo con la TV. En la excelente serie "El Papa joven", él encarna con credibilidad a un Sumo Pontífice heterodoxo, rebelde y dispuesto a entregarse a sus vicios.