Ni tan lejana ni tan cercana. “Ya no estoy aquí” es una película especial porque retrata a una cultura que, aunque tuvo su auge hace apenas 10 años, hoy queda poco de ella. Se trata del movimiento Kolombia –o cholombia, como también se le llama–, una contracultura surgida en la ciudad mexicana de Monterrey, en la década de los 2000, y que giraba en torno a la afición por la música colombiana en el país del norte. La mezcla es llamativa: cumbias y vallenatos “rebajados” (la velocidad ralentizada de las canciones les conferían un aura más nostálgica), atuendos anchos y coloridos, peinados estrafalarios y una jerga peculiar. Una corriente estética que, debido a la creciente violencia de las pandillas en la ciudad, fue siendo segregada hasta su casi completa desaparición.
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El protagonista de “Ya no estoy aquí” es Ulises, joven regiomontano de 17 años que, como en el propio mito griego, debe seguir una odisea de ida y vuelta Monterrey-Nueva York-Monterrey. Aunque su pasión son las cumbias y todas la estética Kolombia, se ve obligado a migrar a Estados Unidos, donde las diferencias sociales y culturales parecen pegar aún más fuerte que la delincuencia de su ciudad natal.
La dirección de la cinta está a cargo de Fernando Frías de la Parra (Ciudad de México, 1979), que confecciona una obra emocionante y respetuosa, renuente a los lugares comunes del exotismo o el ‘hipsterismo’ antropológico. Tal ha sido el impacto popular y la buena acogida crítica de la película que ahora pugna por hacerse un espacio en los Premios Oscar, como la representante mexicana para este 2021. Además, está nominada a Mejor película iberoamericana en los Premios Goya 2021. En medio de ese inesperado éxito, conversamos brevemente con el cineasta.
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