El elenco de la película "Ya no estoy de aquí". Juan Daniel García (de pie, con polo blanco) es Ulises, el protagonista de la cinta. (Netflix)
El elenco de la película "Ya no estoy de aquí". Juan Daniel García (de pie, con polo blanco) es Ulises, el protagonista de la cinta. (Netflix)

Ni tan lejana ni tan cercana. “Ya no estoy aquí” es una película especial porque retrata a una cultura que, aunque tuvo su auge hace apenas 10 años, hoy queda poco de ella. Se trata del –o cholombia, como también se le llama–, una contracultura surgida en la ciudad mexicana de Monterrey, en la década de los 2000, y que giraba en torno a la afición por la música colombiana en el país del norte. La mezcla es llamativa: cumbias y vallenatos “rebajados” (la velocidad ralentizada de las canciones les conferían un aura más nostálgica), atuendos anchos y coloridos, peinados estrafalarios y una jerga peculiar. Una corriente estética que, debido a la creciente violencia de las pandillas en la ciudad, fue siendo segregada hasta su casi completa desaparición.

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El protagonista de “Ya no estoy aquí” es Ulises, joven regiomontano de 17 años que, como en el propio mito griego, debe seguir una odisea de ida y vuelta Monterrey-Nueva York-Monterrey. Aunque su pasión son las cumbias y todas la estética Kolombia, se ve obligado a migrar a Estados Unidos, donde las diferencias sociales y culturales parecen pegar aún más fuerte que la delincuencia de su ciudad natal.

La dirección de la cinta está a cargo de Fernando Frías de la Parra (Ciudad de México, 1979), que confecciona una obra emocionante y respetuosa, renuente a los lugares comunes del exotismo o el ‘hipsterismo’ antropológico. Tal ha sido el impacto popular y la buena acogida crítica de la película que ahora pugna por hacerse un espacio en los Premios Oscar, como la representante mexicana para este 2021. Además, está nominada a Mejor película iberoamericana en los Premios Goya 2021. En medio de ese inesperado éxito, conversamos brevemente con el cineasta.

Fernando Frías (Ciudad de México, 1979) tiene dos largometrajes. El primero es "Rezeta", del 2012. (Johannes Eisele/AFP)
Fernando Frías (Ciudad de México, 1979) tiene dos largometrajes. El primero es "Rezeta", del 2012. (Johannes Eisele/AFP)

-¿Por qué crees que una historia tan local funcionara de tan buena manera en públicos de culturas tan diversas? ¿Cómo intuyes que se ha dado esa conexión?

Algo muy importante de esta película es que ha escrito su propia historia y eso es algo que no puedes planear. Por supuesto que uno tiene sus estandartes, casos de películas que admiras y sus trayectorias; pero son simplemente modelos o referencias. Creo que la gran lección ha sido el éxito de una película que la gente no hubiera previsto. Es decir, me gusta mucho que la película haya comenzado su camino desde México para el mundo, y no al revés. Porque pudo haber ocurrido de otra manera: que primero fuera un campanazo en los festivales del otro lado del mundo, para que vean nuestra “realidad atormentada” y celebren una película así; y que luego nos la traten de devolver para que nosotros la queramos ver solo porque ya les gustó a ellos. En cambio a mí me ha dado una satisfacción difícil de describir que el cariño haya sido expansivo, un cariño que nace desde México y luego ha ido al resto de Latinoamérica, y que de ahí poco a poco se fue expandiendo. Es algo muy local, sí, pero a partir de que va creando identificación, va creciendo progresivamente, y de una manera orgánica. Empieza su camino donde nació, y poco a poco se corre la voz y de repente ya hay un ruido más grande. Para ser más concreto con tu pregunta, creo que eso le da a la gente del otro lado más paciencia e interés para entender la película, para abrazarla, y no solo sentarse pasivamente a ser sorprendidos por la violencia, por el shock o por algo en lo que participan de una manera didáctica o experimental. Aquí el reconocimiento de nuestra gente ha hecho que se genere un interés más legítimo, que deviene en una forma más generosa de observar la película.

Una muestra de la estética Kolombia, a cargo de la fotógrafa Amanda Watkins, que siguió esta contracultura de cerca.
Una muestra de la estética Kolombia, a cargo de la fotógrafa Amanda Watkins, que siguió esta contracultura de cerca.

-Dentro del cine latinoamericano siempre existe este riesgo de presentar una película que pueda ser exótica para los ojos de otras partes del mundo. Me gusta que eso no ocurra con tu película. ¿Pensaste en ello? ¿Cómo evitaste esa mirada distante, fría o calculada?

Esa fue una de las razones por las que hice esta película, definitivamente. Fue una consigna, una premisa. Yo estaba bastante harto de ver esa corriente de miserabilismo que hace que los chicos o los autores de nuestras regiones simplemente busquen ese reconocimiento, como a partir de exportar o de generar un producto. Y creo que no tuve que hacer ninguna estrategia. Lo único que me dije fue que no sería una película de shock, ni que haría de la tragedia de otros una falsa denuncia, solo para buscar un reconocimiento autoral. Porque eso me parece engañoso. Me parece que lo que hay que hacer es abordar la historia con cariño y con respeto, independientemente del contexto. Lo importante es lo que están sintiendo los personajes, y no hay forma de contar estas historias si no abordamos verdaderamente las emociones de los personajes. Si los usamos solo como unas fichas para decir “mira este mundo, mira esta realidad”, sin darnos cuenta seguiremos generando este discurso que alimenta esa sensación de exotismo, del “otro” como alguien súper distinto a nosotros; de ese otro en África, Latinoamérica o el sudeste de Asia que vive en paisajes rarísimos. Eso es como la literatura de hace no sé cuántos años. Y me parece muy peligroso. Volviendo a tu primera pregunta, entonces: ¿por qué algo tan específico se vuelve universal? Pues porque las emociones son universales.

-¿El movimiento Kolombia ha desaparecido realmente en México?

Es una cultura muy construida sobre la nostalgia. La música colombiana, el vallenato, es diferente a otras cumbias, como la peruana o la villera. Habla de otras cosas, fue creada por personas esclavizadas y que buscaban reconectar con sus raíces. Es raro porque no se trata de un movimiento “corporativo”, del que podamos decir que ya se canceló. Es decir, la película sí toca el tema de cómo se acabó la vida pública en Monterrey durante los años de la guerra, y cómo llegó un nuevo cartel que de alguna manera homogeneizó todo. Pero el mundo en general ha cambiado muchísimo. En los últimos 5 o 10 años cambió más que en los últimos 40. Y a nivel de ritmos y tendencias musicales, tristemente el mundo se está repitiendo en todos lados, todo parece sonar igual. Es como con las tiendas, que parecen ser las mismas en todo el mundo. Eso está pasando incluso con la contracultura, y por eso a mí me encanta la idea del accidente cultural, de la espontaneidad. Creo que hay mucho que aprender de ello. Yo vi la cultura Kolombia desaparecer frente a mis ojos mientras hacia la investigación para la película, por la situación que vivía Monterrey. Pero la cumbia en Monterrey, el amor por la cumbia, es algo que nunca va a desaparecer. Quizá los chicos ya no se visten así, pero hoy les puede gustar la música norteña y también la cumbia; pueden estar ahora con el trap, pero también con la cumbia. Y lo mismo ocurre con las pandillas, que siguen presentes en la ciudad porque existe una necesidad de identificación y pertenencia.

Fernando Frías (al centro) junto a los actores de "Ya no estoy aquí". (Premios Ariel)
Fernando Frías (al centro) junto a los actores de "Ya no estoy aquí". (Premios Ariel)

-Hace poco pude ver “Rezeta”, tu primera película, del 2012. Hay algunos puntos en común con “Ya no estoy aquí”: la cuestión migrante, el lenguaje como frontera y vínculo. ¿Son temas que te obsesionan?

Te diría que no tengo obsesiones. A veces comportamientos obsesivos, tal vez, como todo el mundo. Lo del choque cultural y la mezcla de lenguajes no los siento tanto como temas, sino como vehículos para abordar temas de una manera muy pura, muy en esencia. Eso me gusta. Hablando temáticamente, me gusta pensar que “Rezeta” también tiene algo nostálgico. Y eso lo aprendí en retrospectiva, volteando a verla otra vez. Pero sobre todo hay un punto bien fuerte: que ambas películas tienen que ver con lo que no pudo ser. Con lo que tenía todo para ser y no fue.

-Ahora que estás en carrera para un premio como el Óscar, quería preguntarte dónde te sentirías ubicado dentro del cine mexicano actual. Por un lado están aquellos nombres que ya triunfaron en la industria, Cuarón, González Iñárritu, Del Toro; por otro, otros cineastas de renombre, pero quizá más de autor, como Carlos Reygadas o Amat Escalante. ¿Te identificas con alguna de estas partes?

Es difícil porque, antes que mexicano, soy yo mismo. Tengo más identificación con otros cineastas que no necesariamente tienen que ser de México. Igual me encanta que exista reconocimiento y horizonte y un mapa con dos lados tan marcados, pero que han sido igualmente reconocidos. Pero si se trata de reconocimiento personal y gusto, yo encuentro más identificación con aquel cine que no está hecho simplemente para un sector específico o con un discurso de difícil acceso. Tengo más un compromiso con no subestimar al espectador, sin que ello signifique ser complaciente o didáctico. Admiro muchísimo a Cuarón y a Guillermo del Toro. Me encanta su trabajo y generosidad, además. Alguna vez escuché a Del Toro hablar del amor a sus personajes y fue algo que me resonó para siempre. Y la versatilidad de Cuarón me parece que habla de un oficio, de hacer unas películas súper logradas, a pesar de ser tan diferentes una de la otra. Esa capacidad para ser un contador de historias no la encuentro en muchos lados del mundo.

EL DATO

“Yo no estoy aquí” puede verse en Netflix.

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