Enrique Planas

Es casi como encontrarse con un libro que no recordaba haber escrito: Alfredo Bryce Echenique (1939) y François Mujica (1940-2019), quienes compartieron la travesía a Europa en el mismo barco carguero, intercambiarían una intensa correspondencia entre 1965 y 1999. Desde Perugia, París o Barcelona, uno le cuenta de sus estrecheces económicas, sus amores exagerados, de sus crisis de salud y de una carrera literaria en ascenso. Podemos adivinar que el amigo, desde Lima, le escribe del Apra (partido en el que milita), las satisfacciones de la vida familiar, sobre crisis económicas locales y de los trámites que emprende en su representación (desde un divorcio hasta diversas cobranzas). Si bien el libro no incluye las cartas de Mujica, sí ofrece un centenar de misivas de un Bryce lleno de fuerza y sueños. Para el autor de 85 años, quien viene recuperándose de un cáncer, François Mujica fue uno de esos amigos imprescindibles para recuperar la calma y la sensatez. Quien lea este libro descubrirá que las mejores autobiografías son aquellas escritas sin ese propósito: sin pudor alguno, Bryce lo confiesa todo al que fuera su mejor amigo.

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