Carlos Meléndez, socio fundador del grupo de análisis político 50+1, es el editor del libro "Minicandidatos". (Foto: Hugo Pérez)
Carlos Meléndez, socio fundador del grupo de análisis político 50+1, es el editor del libro "Minicandidatos". (Foto: Hugo Pérez)
Juan Carlos Fangacio Arakaki

Ahora que entramos a la recta final de una campaña electoral atípica –por pandémica, convulsionada, fragmentada–, el panorama parece más incierto que nunca. Según varios , los cinco primeros puestos podrían entrar en un empate técnico, puntos más o puntos menos. Y ese fenómeno es el que se encarga de analizar el libro “Minicandidatos”, editado por el sello Debate y el grupo de análisis político 50+1.

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La publicación reúne una serie de perfiles de estos aspirantes a la Presidencia de modestas proporciones. Son 10 perfiles escritos por plumas diversas –entre ellas las de Ariana Lira y Jonathan Castro, periodistas de El Comercio–, y reunidos y editados por Carlos Meléndez, socio fundador de 50+1. Sobre esta oferta “para elegir al ‘mal menor’ de ocasión”, como señala el libro, conversamos con él.

¿Qué es un minicandidato?

Un minicandidato es un actor político con pocos recursos políticos. Por ejemplo, puede tener un partido incipiente pero con inscripción; puede tener un carisma personal pero sin partido; o puede tener seguidores, pero ni carisma ni partido. Es decir, solo tiene una de las pocas partes que se requieren para tener una candidatura de envergadura. Son minicandidatos que tienen poco capital. Algo así como gestores de una microempresa política que quieren llegar a tener la gran empresa, que es la Presidencia de la República.

¿Es un fenómeno solo de este proceso? ¿Muy diferente a un García, Toledo o Flores Nano?

Ellos no eran minicandidatos porque tenían recursos más ostentosos. Alan García tenía un partido con una maquinaria territorial en todo el país. Toledo tenía seguidores que participaban en sus movilizaciones. El mismo fujimorismo tenía un nivel de ascendencia muy grande en un sector de la ciudadanía. Lo que predominaba en las elecciones del 2000 en adelante eran candidaturas que apelaban a un público cautivo propio, que buscaban sintonizar con sus leales seguidores. Con el tiempo, estas candidaturas se fueron convirtiendo en anticandidaturas, como yo advertí en libros previos. Estos candidatos habían perdido la capacidad de atraer a seguidores con propuestas propias, así que habían decidido apelar a los rechazos de los demás, para atraerlos. Entonces tenías antifujimoristas o antiapristas. Pero ahora no tenemos candidaturas ni anticandidaturas. Tenemos minicandidaturas, que son los remanentes que quedan de la pulverización del sistema de partidos políticos en el Perú. Y la evidencia es que, a cinco semanas de las elecciones, ninguno llega a más del 10% de las preferencias electorales.

En este panorama que plantea el libro, ¿debería sorprendernos que el PPC solo tenga una breve aparición en el libro y que el APRA no aparezca ni como extra? ¿Qué hicieron mal, por ejemplo, a diferencia de Acción Popular, que sigue figurando?

Acción Popular ha sabido vivir de los cuadros políticos en las regiones y las alcaldías. Paradójicamente, le vino bien no tener un líder nacional indiscutible, como el PPC de Lourdes Flores o el APRA de Alan García. Porque tener un líder así hace que la organización se centralice, se “limeñice”. Y que la dinámica política gire en torno a ese personalismo, al único personalismo posible dentro de estos partidos. A Acción Popular le vino bien no tener un líder único porque aparecieron varios líderes de mediana intensidad. Desde Barnechea o Raúl Diez Canseco (los famosos señores limeños) hasta Mesías Guevara, Yonhy Lescano o Benavente en el Cusco (los caudillos regionales). Entonces en un contexto de minicandidaturas, estos líderes de baja intensidad empiezan a ser relevantes políticamente. Es decir: no sería relevante frente a un Alan García de 25% en su mejor momento, o una Keiko de 30%. Pero hoy, cuando nadie pasa de 10%, Lescano sí es relevante, a pesar de ser una figura política menor.

Hay una gran ausente en el libro: Rafael López Aliaga. No voy a decir que se le extraña, pero sí sorprende. ¿No lo ves como una opción a tomar en cuenta?

Sí, lamento la ausencia de López Aliaga, y no por una preferencia política. Lo que pasó es que quisimos hacer el compendio político lo más amplio posible, pero encontrar especialistas en todos los candidatos es complicado. Además de eso, este libro se terminó en octubre, y la verdad es que no imaginábamos que podía tener alguna relevancia electoral. Pero sí es una candidatura interesante, yo diría que la sorpresa de esta elección. Aunque se repite la idea: López Aliaga cobra relevancia debido a la pulverización del espectro político. Y este es un argumento que quiero enfatizar: cada candidatura está apelando a un minielectorado. ¿Qué significa esto? Que están apuntando a un nicho, a un 10% máximo, porque saben que con 3 o 4 puntos porcentuales más puede pasar a una segunda vuelta. Esa hiperfragmentación entre nichos hace que todos se vuelven radicales dentro de su inclinación política. Por eso Keiko Fujimori va con un discurso de mano dura. Por eso Porque, en ese contexto, eso te da llegada a un nicho. Y ese nicho puede ser suficiente para pasar a una segunda vuelta. Si las elecciones fueses con candidaturas que tienen que apelar a un 20% en lugar de un 10%, las propuestas políticas sería más moderadas. Y eso no está sucediendo.

Recta final: las cinco candidaturas que encabezan las últimas encuestas registran casi un empate técnico. (GEC)
Recta final: las cinco candidaturas que encabezan las últimas encuestas registran casi un empate técnico. (GEC)

Si cada uno de estos minicandidatos tiene su perfil dentro del libro, ¿por qué decidieron aglutinar a todos los candidatos de izquierda en un solo texto?

Uf, porque para escribir sobre la izquierda hay que hacer un atlas, hay que hacer un ejercicio como se hace con los Buendía en “Cien años de soledad”, con árboles genealógicos para poder rastrear a todas sus fragmentaciones. Tiene sentido hacer un solo capítulo porque la izquierda siempre ha apelado al argumento de la unidad, entonces hay que verla como un todo. Muchas de las negociaciones recientes se han dado entre pequeños grupos de izquierda. Y es muy interesante cómo este espacio político se ha pulverizado aún más: pasamos de una figura presidencial como Humala a lo que es un minicandidatos; y pasamos de una gran alianza como fue el Frente Amplio en el 2016 a dos minifrentes políticos (el Frente Amplio de Marco Arana y Juntos por el Perú de Verónika Mendoza). Y además tenemos una izquierda más provinciana y conservadora en temas sociales, que aparece por fuera, como es la de Pedro Castillo, que tuvo varios intentos de poder penetrar esta gran alianza nacional de izquierda. Por eso digo que tiene sentido hacer un árbol genealógico político de la izquierda, y por eso los pusimos en un solo capítulo.

Con la tan mentada fragmentación, que imagino que se traducirá en el Congreso, ¿crees que el presidente o la presidenta tendrá la resistencia necesaria para otro enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo?

Sí, el Congreso va a estar aún más fragmentado que el que tenemos. Por una sencilla razón: algo que encontramos haciendo el libro es que dentro de cada candidatura existen dos tipos de poder político: el del líder del partido y el del dueño del partido. Y cada uno tiene a su propia gente, a su propio entorno dentro de las candidaturas parlamentarias. El caso más emblemático es el de Podemos Perú: tienes a José Luna, el dueño del partido, y tienes a Daniel Urresti, el líder del partido. Si es que pasan la valla, ambos van a llegar con su respectiva gente al Congreso, y van a entrar divididos en dos. Por un lado tienes la agenda de Luna, en contra de la reforma educativa, más populista contra los sistemas financieros; y por el otro lado a Urresti, que se ha rodeado de economistas respetados como Carlos Anderson, que son más bien moderados, más serios, y no van a entrar en ese juego. Esa división entre líder y dueño se repite en varios partidos, como en Victoria Nacional, donde tienes de líder a Forsyth y de dueños a los evangélicos. Entonces se van a dividir. Y vamos a tener un Congreso más fragmentado aún. Y además, a un presidente sin mayoría, incluso sin primera o segunda minoría. Con una bancada que puede ser la tercera o cuarta en número de representantes. Es decir, un escenario peor que el que nos antecedió.

Por último, y en un ánimo –quizá ingenuo– de ser más propositivo: ¿atisbas alguna forma de darle vuelta a esta situación?

Mira, los partidos políticos no van a ser lo que alguna vez fueron. No van a ser esas organizaciones que penetraban en la sociedad a través de comités provinciales y cosas por el estilo. Tenemos que cambiar de chip, y cambiarlo de verdad. Tenemos que reformar a los “reformólogos”. Porque los “reformólogos” han estado pensando que tenemos que fortalecer partidos; y eso, lamentablemente, no funciona. Eso no va a resultar. Tenemos que fortalecer la representación política, independientemente de que los partidos políticos se fortalezcan o no. Y eso significa hacer reformas políticas que no pasan por los partidos políticos. ¿Cómo se hace eso? Cambiando otras instituciones; por ejemplo, fortaleciendo los mecanismos de democracia directa, de democracia plebiscitaria. Segundo, cambiando los distritos electorales. ¡Tenemos una jurisdicción electoral que guarda relación con la herencia de las intendencias coloniales! Entonces tenemos que ser mucho más creativos al momento de representar a nuestra clase política. Uno como limeño vota por 35 parlamentarios y no sabe quién es su representante. Pero si divides a Lima en varias jurisdicciones, vas a poder generar un mejor vínculo. Por decir: los congresistas de los distritos de la Costa Verde. Y ahí estás haciendo que un congresista tenga mayor relación y vínculo con su electorado. Así se fortalece la representación, y los partidos políticos se fortalecerán como consecuencia de ello. Hay que fortalecer primero la representación para después fortalecer los partidos políticos. Si no, vamos a seguir teniendo minicandidaturas, donde los partidos que existen en el papel, pero debido a que tienen el oligopolio de la inscripción partidaria. Y con eso negocian las inscripciones como en un mercado persa, ante minilíderes que no son líderes carismáticos ni caudillos. Son minilíderes que tienen lo escaso pero suficiente para negociar con empresarios políticos cuyo capital de negocio es la inscripción. Y nada más.

El dato

“Minicandidatos” se presenta este martes 2 de marzo, a las 7:30 p.m., a través del Facebook Live de Penguin Perú. Participan Daniel Titinger y Sol Carreño.


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