Días antes de encabezar una de las presentaciones más concurridas de la reciente Feria Ricardo Palma, Jeremías Gamboa, se dio un tiempo para conversar con “El Comercio” sobre “Cuba Stone” (Tusquets, 2016), obra que incluye tres crónicas sobre el histórico concierto que los Rolling Stones dieron en Cuba en marzo pasado.
Con detalles bien trabajados y una buena porción de recuerdos personales, el texto de Jeremías acompaña de forma correcta el testimonio de un rockstar como Joselo Rangel, guitarrista de Café Tacuba, y el recuento que un periodista experto en música como Javier Sinay, hizo sobre un hecho sin precedentes en la isla.
Aquí nuestra charla con Jeremías Gamboa, co-autor del libro de crónicas más vendido durante la Feria del Libro Ricardo Palma, “Cuba Stone”, el cual ya circula en las principales librerías de Lima.
-Los profesores de periodismo siempre resaltan lo importante que es que un medio envíe a sus propios reporteros a hechos trascendentales fuera del país porque así tendrán notas con un lenguaje más familiar que permita a los lectores comprender mejor lo que ocurre en otras latitudes. Eso se cumple con tu crónica.
Creo que si bien para un lector peruano es importante tener, en este caso, las dos crónicas escritas por un mexicano (Joselo Rangel) y un argentino (Javier Sinay), este es un libro bien latinoamericano. Es más, saldrá a la venta en varios países de la región y creo que para el lector de aquí es muy bueno que la parte más extensa de “Cuba Stone” hable sobre el Perú, sobre una generación, sobre unos años particulares en los que teníamos aspectos muy parecidos a los de Cuba.
-Leyendo tu crónica es fácil encontrar lugares, calles y momentos especiales de la Lima de los ochenta…
Sí, repaso calles, sitios, y menciono conciertos que ocurrieron aquí. Me siento contento de ser quien instale (en el libro) la visión peruana sobre las cosas. Sin embargo, (los lectores) tendrán también la chance de conocer diversas sensibilidades e idiosincrasias: la mexicana, la argentina y, obviamente, la nuestra. Y son además distintas formas de escribir, que de alguna manera reproducen el espíritu de aquella gira de los Stones [Olé Tour], que unió la mayor cantidad de países latinoamericanos como nunca antes ocurrió. Se escogió a un especialista en rock como Javier Sinay (ex editor de la Revista Rolling Stones), un rockstar como Joselo Rangel [guitarrista de Café Tacuba] y, bueno, a un tipo que no era ni lo uno ni lo otro. Creo que mi visión era la de una persona que estaba ‘fuera’ de todo eso. Esas son las potencias de este libro.
-¿Fue difícil volver a ‘croniquear’ tantos años después?
He vuelto a conocer el tipo de ansiedad que genera escribir una crónica. La ansiedad en la ficción es la de la página en blanco, pero en la crónica es el reporteo en blanco, de la cobertura, de que no se te pase ningún lugar. Además, el problema era que si regresabas de La Habana a Lima y te faltaba algo, ya no había chance de regresar.
-Ni opciones de repetir el concierto…
Claro. Volví a sentir esos retos tan grandes de la cobertura y la pasé muy bien escribiendo esta crónica. Hace mucho no escribía un texto de esta extensión.
El concierto de los Rolling Stones congregó a miles de personas en la Ciudad Deportiva de La Habana.
-Esta posibilidad de escribir sobre el concierto de los Rolling Stones en Cuba coincidió con varios de tus recuerdos familiares que quizás muchos desconocen. ¿Pensaste en eso cuando te convocaron para el proyecto?
Cuando me propusieron esto lo acepté porque me pareció genial. Nunca había ido a La Habana. Mis ilusiones eran las de todos los que no han ido: visitar la isla antes de que el régimen caiga, ver esa relación temporal que tiene Cuba con la historia. Es un país claramente detenido en el tiempo en muchas cosas. Luego, entre el aceptar y el viajar, pensé mucho en qué podría decir yo en este libro que no digan Sinay y Joselo. Sentí que ellos eran de dos países que ya habían visto a los Stones en el pasado. Así que pensé que Perú tenía esa particularidad: no había escuchado a los Rolling Stones en vivo, así que éramos el país que más se parecía a Cuba en ese sentido. A la ansiedad de la cobertura, se sumó otra que no entendía muy bien, hasta que llegué ahí. Y tuve algunos problemas con el agua, la luz…
-Se activaron tus recuerdos…
Claro. Apareció esta memoria que toda mi generación tiene, de una infancia y adolescencia dentro del Perú de esos años. Tenía la premisa de la historia de los cubanos que llegaron en el ochenta al Parque Zonal Túpac Amaru tras la Crisis de Mariel. Viví frente a dicho parque y cuando me dijeron ‘Los Stones en Cuba’, pensé en todo lo cubano que conocía. Y una imagen muy potente que está en mi cabeza era la de mis amigos del barrio junto a mí yendo a ver a los cubanos viviendo en condiciones lamentables.
-Unos cubanos que llegaron con la idea de un futuro mejor y terminaron sufriendo penurias casi extremas…
Sí. Ellos soñaban con Miami y llegaron al Perú dos semanas antes de que Sendero Luminoso inicie la guerra popular. Esa imagen fue muy fuerte y nunca pensé que sería usable en la ficción. Pero cuando, minutos antes del concierto de los Stones en La Habana vi el video de “She’s so Cold”, me percaté lo que tenía entre manos: una historia de mi infancia que me conectaba con Cuba y decidí. Así que decidí explorarla y explotarla.
Algunos de los cubanos que llegaron al Perú en 1980 terminaron viviendo en Villa El Salvador tiempo después.
-En tu libro un personaje dice la frase “Cuba es el Perú de hace veinte años”. ¿Concuerdas con eso tras tu viaje a la isla?
No me parece. Cuba es un país que tiene todos los tiempos. Tiene autos del año 56 que funcionan, pero al mismo tiempo va Coco Chanel; Naomi Campbell se toma fotos para una revista de modas, pero a la vez existen auditorios cuyos nombres están ligados a la revolución. Es como un palimpsesto de tiempos. Hay muchas habanas, de muchos tiempos. No creo que estén atrasados, sino que viven un crisol de tiempos muy particular.
-¿Sin la salida de Fidel Castro y la posterior asunción de su hermano Raúl Cuba no habría tenido los varios cambios que presenta hoy?
He hablado con algunos especialistas para esta crónica y, por ejemplo, Jon Lee Anderson me dijo que los Castro han manejado un discurso muy oscilante en función de mantener la maquinaria revolucionaria caminando. Fueron pro-soviéticos y cuando cayó el muro de Berlín dejaron de serlo. Se inclinaron hacia Hugo Chávez porque les daba petróleo, ahora le abren las puertas al ‘cuentapropismo’ [personas que viven de su propio negocio]. Es decir, se han ido moviendo en función de mantener su proyecto sin una adscripción tan tajante a las ideologías. Aunque, claro, se ha ido abriendo libertades y restringiéndolas en función de cómo van leyendo a la gente bajo su poder.
-Teniendo en cuenta estos cambios, el mensaje de Barack Obama en el Gran Teatro de La Habana fue más que simbólico, efectivo…
Yo diría que más, que ese mensaje fue incluso subversivo. Llegué a La Habana el día que Obama se fue y era como si aún estuviera ahí. Todos tenían muy claro el mensaje. Los cubanos no pudieron ver el mensaje en vivo, pero lo grabaron, e incluso lo vendían en la calle. O sea, que Obama dijera en Cuba que su sistema, con todos los problemas que tenía, podía llevar a un chico negro criado por una madre soltera a ser presidente de la nación, era un mensaje muy poderoso. Aunque claro, ningún sistema es el mejor, sino mira ahora a Donald Trump que está a punto de ser presidente. Es muy complicado sacar conclusiones tajantes. No es sencillo decir las cosas con claridad.
Barack Obama en una imagen que marcó a miles de cubanos.
-¿Cómo fue tener a Leila Guerriero como editora?
Fue una gran experiencia. Nosotros ya habíamos ‘coqueteado’ con la idea de hacer un proyecto juntos antes, pero no se dio porque yo estaba más metido en la ficción. Mi crónica había tenido ya varias direcciones y cortes de parte de Jerónimo Pimentel (ex editor de Planeta) y Leila terminó de ajustar las cosas con una claridad muy precisa. Ella quitó páginas y potenció la crónica. Tiene un ojo de halcón. Ha sido espléndido trabajar con ella.
-¿Vendrán más crónicas tuyas pronto o esto fue algo excepcional?
Creo que esto me abre una veta, me activa nuevamente como cronista. Quizás entre un libro de ficción y otro, no me vendrá nada mal dedicarme un proyecto narrativo tipo crónica, porque la pasé muy bien. Y creo que esta es una crónica que suma a mi trabajo, porque es muy personal. Incluso cuento historias sobre mi padre. Este trabajo, además, me ha permitido narrar mi barrio, San Luis. Entiendo que este género me brinda cosas interesantes, así que es imposible que diga que no lo volveré a hacer.
-La parte final de tu crónica es realmente conmovedora: un peruano defendiendo a su padrastro cubano por encima de su papá peruano. ¿Es más fácil conmover a través del periodismo?
Creo que no, porque tienes que estar siempre ajustado a la verdad. Mira, entre esta historia de los cubanos que llegaron a mi barrio recordé la de uno que crió a uno de mis amigos de la infancia. Era imposible no usar esa historia. Obama dijo en su discurso que la Crisis de Mariel rompió miles de familias: padres que abandonaron a sus hijos, hermanos que se separaron. Hasta ese momento mi historia era muy triste, devastadora. Pero lo que pasó con mi amigo reponía ciertas cosas entre tanto dolor. Porque este cubano que se convirtió en su padre dejó a tres hijos en Cuba… pero se hizo padre de dos aquí en Perú. Siempre he pensado que una ficción no te puede dejar en el sin sentido del mundo, pero el periodismo sí. Sin embargo, ¿por qué no tratar de evitarlo? Tenía una historia real que reparaba estas cosas, pensé que cerraría muy bien la crónica y finalmente me la jugué.