"Soy la muchacha mala de la historia. Poemas de María Emilia Cornejo" de Pedro Casusol. (Foto: Difusión).
"Soy la muchacha mala de la historia. Poemas de María Emilia Cornejo" de Pedro Casusol. (Foto: Difusión).
José Carlos Yrigoyen

A principios de los años setenta aparecieron en nuestro medio algunas jóvenes y talentosas poetas a las que hasta hoy no se les ha prestado la atención que merecen. El proverbial machismo que dominaba –y sigue dominando– nuestras letras no permitió el reconocimiento que merecían autoras como Aidé Romero ("Palabras para iniciar una despedida", 1974) o Enriqueta Beleván ("Poemas al estilo de una pintura ingenua", 1978). Entre esos nombres, el que ha conseguido mayor repercusión es el de María Emilia Cornejo (Lima, 1949-1972), quien llamó la atención de los lectores por su breve y trágica existencia, y los poemas publicados en revistas poco después de su muerte por mano propia, especialmente el célebre "Soy la muchacha mala de la historia", desesperado canto donde asuntos como la sexualidad furtiva femenina y el rechazo a las convenciones patriarcales eran tratados con una impudicia hasta ese momento inédita en la poesía peruana. A la sombra de ese primer grito liberador, escritoras como Carmen Ollé, Patricia Alba o Rocío Silva Santisteban desarrollaron carreras caracterizadas por una actitud contestataria y descarnada que remeció el ambiente literario de los años ochenta.

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Consciente de la importancia de Cornejo y de la necesidad de contar con un libro orgánico que gire alrededor de su figura y obra, (Lima, 1986) ha editado "Soy la muchacha mala de la historia. Poemas de María Emilia Cornejo". Este es un volumen decisivo para adentrarnos en la vida y circunstancia de esta poeta de la que se ha hablado mucho, aunque no supiéramos casi nada sobre ella aparte de algunas escasas señas y datos dispersos. En ese aspecto, la labor de investigación de es excelente. Ha entrevistado a casi todos aquellos que la conocieron, indagado en plaquetas, notas periodísticas y ensayos dedicados a su poesía hasta redondear el más completo y puntilloso perfil elaborado sobre ella. Mucha de la información recabada ayuda a entender los rasgos y trastiendas de los versos que Cornejo alcanzó a legarnos, como la honda sensibilidad social que experimentó o su formación católica, que sin duda algo tiene que ver con esa visión tan culposa y avergonzada del erotismo que tiñe sus poemas más conocidos.

Esa visión resulta engañosa a la hora de catalogar los poemas de María Emilia Cornejo. Distantes de aquel espíritu angustioso y apesadumbrado, gran parte de las composiciones rescatadas de sus cuadernos de apuntes destilan, como bien advierte , una sexualidad más explícita y desafiante en su manera de ser asumida y expresada. En efecto: Cornejo sitúa las escenas de sus textos en parques nocturnos donde las parejas se ocultan para acariciarse, en destartalados y anónimos hoteles de una noche, en cualquier lecho propicio para iniciar los ritos amatorios que detalla con fervor: "Cabalgabas sobre mí desesperadamente / tus labios tomaron posesión de mi sexo / y una lluvia de estrellas bañó nuestros cuerpos / y tu semen vino a mí curando todas mis penas" (p. 95). El gran mérito de Cornejo no fue solo adelantarse a su época, rebelándose abiertamente a las restricciones sociales y morales que la acosaban, sino haberlo hecho por medio de imágenes poderosas, precisas y esenciales, capaces de inaugurar, con brío y calidad, un nuevo ámbito en nuestra tradición lírica.

Dicho esto, hay que apuntar también que la muerte truncó el proceso de una voz que estaba muy cerca de consolidarse y mostrarse en todo su esplendor. En los poemas y bocetos que dejó se atisba una luz diferente y moderna que la madurez habría ayudado a robustecer. Aunque como ella escribió, "es tarde / hace frío / y estoy sola".

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