Fátima Foronda lanzó el single "Te recibo", una especie de carnavalito ayacuchano que habla de puertas que se abren y recuerdos que fluyen. (Foto: Difusión)
Fátima Foronda lanzó el single "Te recibo", una especie de carnavalito ayacuchano que habla de puertas que se abren y recuerdos que fluyen. (Foto: Difusión)
/ Luis Enrique Rossel
Czar Gutiérrez

Eran cinco chicas bajo los reflectores, su sonido el de un bulldozer apocalíptico. Destilando una tonalidad oscura de guitarras rápidas, riffs graves y bajos protagónicos, el ruido drenaba como un río tóxico en medio de la basura industrial. , banda peruana compuesta exclusivamente por mujeres —herederas del punk, cruzando el noise de Sonic Youth con Pixies, dosis de hardcore y algo de heavy— irrumpió en la escena nacional antes del cambio de siglo para afiatar su sonido y alternar con los prominentes Rata Blanca, Catepecu Machu, Slipknoy, A.N.I.M.A.L., The Agonist y Guns N’ Roses.

Pero la identidad maleable de --su guitarrista, compositora, voz cantante y sonante— no podía estacionarse en un sonido único. Y hace ya algunos años sorprendió saltando del grunge y nü-metal a la fusión andina. ¿Evolución natural o exploración artística? “Investigación, exploración, retarme a mí misma a cumplir un sueño. Viajo mucho por el interior y en las combis ponen mucha música local. Se me fue pegando y decidí tomarme un año para aprender las fórmulas de la música de los Andes, que tanto amo. No fue fácil, no es fácil, es compleja y apasionante. Puedo tocar la guitarra eléctrica y el mismo día música del Perú. Soy muy afortunada”, dice.

Ocurre que la sensibilidad de Foronda (31) trasciende lo estrictamente artístico. Y desde un emprendimiento solidario llamado “Pasito a paso” recorre el país desde hace doce años brindando arte gratuito a los niños de las zonas más pobres de Lima, primero, y del interior del país. “No queríamos dejar desprovistos de educación artística a los niños de los centros poblados de la puna, por ejemplo. Así, después de hacer un trabajo de investigación y conteo, viajamos hasta los pueblos originarios para formar artísticamente a niños hasta de 13 años de edad”.

INTENSIDAD Y ALTURA

Serán esos viajes los que modulen su sonido hasta generar un primer EP de difusión virtual llamado “Kuyayki” (2018). Especie de viaje etéreo cargado de espiritualidad a partir de instrumentos milenarios como la viola de rueda, cuyas tres cuerdas sumergen al oyente en una primitiva atmósfera polifónica. O del santoor de la India, instrumento trapezoidal que acompaña la música religiosa sufí. Así alumbraría los temas “No tengo tu amor” y “Bella flor”, disponibles en SoundCloud. “Es básicamente un canto al amor y gracias a ese disco pude viajar a Argentina, Ecuador, Brasil y México”, dice. Luego de lo cual siguió su peregrinaje por los departamentos de Ayacucho, Huancayo, Puno, Huancavelica, Ica y Cusco.

Producto de todo lo cual será un disco de 12 canciones que exploran los sonidos más recónditos de esas tierras. El dulce fluir lírico de esa entelequia sociológica que llaman ‘Perú profundo’. “La fórmula de mi trabajo es investigar y ese disco obedece a ese interés. Ya tenemos en demo canciones de ritmo lento, algunos carnavales y otros sonidos que mantiene en su gran banco de grabaciones. Una de las cosas que más me sorprendió de este proceso es la cantidad de información musical grabada por él mismo. Tanto que me resisto a llamarlo investigador. Podría llamarlo tranquilamente historiador (de la música autóctona nacional)”.

El primer single que se desprende es “Te recibo”, especie de carnavalito ayacuchano que habla de puertas que se abren y recuerdos que fluyen. La autora dice que se trata de un homenaje directo a Lucanas, tierra de los danzantes de tijeras y de una pléyade de creadores que dan vida a su folklore. “Concretamente, quisimos homenajear a Boris Villegas, un charanguista y maestro reconocido lleno de historia. Es también la tierra que vio nacer a Chimango Lares, violinista por excelencia. Y también a su esposa Arcadia. Miki ya había trabajado antes con el maestro Villegas, quien no dudó en participar gustosamente en esta aventura”, dice.

RUIDO ANCESTRAL

Dice también que pasó dos años de su vida pintando en el pabellón 4 del hospital Larco Herrera “porque no hay mejores críticos musicales que los internos honestos”. Y ahora, más comprometida que nunca con los saberes de la cultura peruana, invierte sus dones y talentos en estudiar la música de los hermanos Ayvar, William Luna, Luciano Quispe, Damaris Porras y todos los cultores del huayno, las fiestas patronales y otras celebraciones de sabor nacional. Sin descuidar, por supuesto, esa veta rockera e insumisa desde la que defiende el derecho de las mujeres por la igualdad y contra la violencia de género. Ella lo sufrió.

He visto morir a mujeres. También incesto, abuso sexual y explotación de menores. Creo que es importante arriesgar y dar más tiempo a crear justicia porque no existe para muchos niños y en general para muchas personas con miedo. Todo lo que se hace por la cultura autóctona es insuficiente”, dice. Una flor de retama se ha quedado estacionada en su pelo.

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