Hay algo en el ambiente que se propaga como un virus. Nos pican los pies, el cuerpo empieza a moverse y el suelo vibra al son de trompetas y guitarras limpias. La tarola, el bombo y el bajo se confunden en nuestro cuerpo. Empiezan los saltos, nos sentimos con toda la energía del mundo y estamos a mil por hora. ¡Es Full Gas! ¡Y se viene La Estampida!
Ska-P está en Lima y en el Mangos de Lince es imposible ignorar su ritmo contagioso, sus letras avasalladoras y el ambiente de fiesta en cada rincón del local. No hay excusas. Al fondo (también) hay sitio para el pogo. ¡Ska-pate! ¡Estamos todos Bailando Ska!
Está bailando el tecladista cuando no se adueña del espectáculo, están saltando el trompetista y el trombón que tienen su show aparte, el guitarrista está eléctrico y el segundo vocalista está hecho un demonio, literalmente. Vestido de cura con cuernos, como un mono-policía, como un torero, Pipi no se detiene nunca. Y si él no para, nadie lo hace.
Es increíble que la voz de Pulpul se mantenga a la perfección, como en estudio, a lo largo de todo el concierto. “Mis Colegas”, “A la mierda”, “Casposos” y más, no hay nota a la que no llegue. Nos contagia con su discurso y se sienten aires de rebelión. ¡La unión hace lo fuerza, nunca lo vamos a olvidar!
Fue aproximadamente hora y media con apenas un breve receso. El vals del obrero no era lo último, pero volvieron a esos últimos segundos sobre el final del encore.
Nadie nos quita lo bailado. Desde clásicas como “Cannabis”, “El Gato López” y “Niño Soldado” hasta nuevas como “Crimen Sollicitationis” y “Se acabó”. Incluso se transportaron hasta 1995 para tocar la primera canción de su primer disco, “El Hombre Resaka Baila Ska”, como homenaje a sus 20 años, el gran motivo de su gira.