Miércoles 4 de diciembre de 2019. 21:15, hora local. Parque de la Exposición, Cercado de Lima. Norah Jones sale al escenario con un fresco vestido de color azul violeta y flores rosas. Es uno de sus favoritos y, con él ataviada, se acerca al piano como flotando. Aterriza en él y suenan los acordes de “Just a little bit”, una de las canciones insignia de su nuevo álbum, ese que ha permitido que la volvamos a tener en Sudamérica: Begin Again. Termina la canción, da las gracias por acompañarla, sonríe y se disculpa por la tardanza: “fue el tráfico de Lima, ¿saben?”.
El tráfico limeño no fue el único escollo que debió superar para llegar a dar el concierto que marcó el inició su esperada gira sudamericana. Nuestra capital se coronó como punto de partida del tour del disco hace pocos días, tras la cancelación del show que Jones había programado para el 2 de diciembre en Bogotá. La agitación social en el que vive la capital colombiana a causa de las protestas contra el presidente Iván Duque. “Norah Jones esta triste por la decisión, pero la seguridad de su equipo, y principalmente de sus fans, está primero”, rezaba el comunicado que anunciaba la noticia a los colombianos.
Pasado esto, su llegada al Perú debía ser tranquila. Y lo fue, salvo porque el avión se retrasó, ella llegó horas después de lo planeado y su maleta se extravió. A pesar de ello --y del tráfico limeño-- estuvo a tiempo para hacer feliz a las, por lo menos, 4000 personas reunidas a la intemperie de la primavera. A diferencia de su concierto del año 2012, que se dio en un espacio cerrado de capacidad limitada, el de anoche fue un concierto en un escenario pequeño en un espacio abierto. Sin embargo, la sensación de calidez e intimidad fue la misma.
Veinte canciones entregó al público la cantante y compositora neoyorquina cuya voz es, sin miedo a exagerar, hipnótica. E hipnotizados parecían (parecíamos) los asistentes que casi no recurrieron a su celular para registrar el concierto. Un milagro. Hay fotos, hay videos, pero la atención del público no estaba en la pantalla. Estaba en ella. Jones cantaba una canción, estallaban los aplausos, ella decía “muchas gracias. Thank you” y seguía cantando. Presentó a sus acompañantes: Jesse Murphy en el bajo y contrabajo y Brian Blade en la batería. Otra canción. Más aplausos. Cientos de personas reunidas en una suerte de trance, sentadas en las frías graderías del Anfiteatro, distraídas a penas por el viento primaveral de la noche limeña corearon suavemente los éxitos “Sunrise”, “Come away with me” (la canción que la llevó al éxito el año 2002), “Don’t know why” o “Carry on”. No hubo gritos, no hubo pogo, no hubo mayor escándalo. Era como sentarse en el sofá o en tu bar favorito y dejar que el tiempo pase sabiéndose en buena compañía.
Norah Jones, conocida por su discreción y perfil bajo, su poca interacción en redes sociales y su reticencia a hablar de su vida personal, se veía anoche más reposada que en el show que presentara aquí el 2 de diciembre de 2012. Ahora tiene 40 años, dos hijos y, además de su trabajo como solista y sus colaboraciones eventuales con otros artistas, sigue tocando con las Puss n Boots, banda formada en el 2008. Completan el trío Sasha Dobson y Catherine Popper. Dice que gracias a las Puss n Boots toca mejor la guitarra y anoche se encargó de demostrarlo al entonar su conocida “Come away with me”.
Dice que le encanta venir a Sudamérica. Tras su concierto en Lima partió a Chile, donde dará un concierto en el Teatro Caupolicán. Luego dará cuatro conciertos en Brasil y finalizará la gira en nuestro continente en Buenos Aires, Argentina, el 16 de diciembre. Norah Jones se despidió del Perú sin promesa de volver, sin pena, sin nostalgia, pero con cariño. Seguro sabe que aquí, en el Perú, la esperaremos aún sin habernos prometido nada, y la volveremos a acompañar en el escenario que ella elija para que siga abrigando nuestros corazones. A la salida, un flautista interpretaba “I don’t know why”. Pocos pasaron de largo.
Por cierto, Norah recuperó su maleta. Nada podía salir mal, realmente.