A diferencia de la crisis causada por el coronavirus, que pocos vieron venir, muchos ya se esperaban lo que en una entrevista reciente informó el premier Vicente Zeballos: se está evaluando que las actividades culturales sean suspendidas por todo el año. “Antes de esas declaraciones, ya habíamos previsto ese escenario –dice Marco Mühlethaler, director del Centro Cultural de la PUCP–. Pensábamos que si eventualmente se levantaba la cuarentena y si se permitían espectáculos más pequeños, recién podríamos tener teatro en setiembre”.
Pero ni haberse adelantado es consuelo. La incertidumbre impera. “Aun así, no sabemos a ciencia cierta cuándo podremos retornar, porque dependerá de las restricciones, naturales y necesarias que dé el Estado –continúa Mühlethaler–. Y, por otro lado, vamos a tener que lidiar con los efectos psicológicos de esta cuarentena: el miedo que las personas van a tener de contagiarse, de estar en espacios cerrados. Es muy difícil adelantarse y asegurar que ello sucederá, pero estoy seguro de que sí”.
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Es por eso que, para evitar inconvenientes, el CCPUCP decidió reprogramar la obra que tenía pactada estrenar en mayo. Ahora, “El jardín de los cerezos” de Chéjov, que dirigiría Jorge Guerra (cuyos ensayos ya llevaban realizando dos semanas antes de la cuarentena), se presentará a mediados del próximo año. No han tenido la misma suerte las producciones independientes que se iban a presentar en ese recinto: “Sangre en el diván” es una de estas, tenía todas las entradas vendidas y ahora no tiene fecha de montaje.
Como es evidente, el caso de este centro cultural no es aislado, por lo que se vislumbra que todos los teatros tradicionales entren a un período de hibernación.
Se hace visible, también gracias a la crisis, que el sector no apostó por llevar sus propuestas escénicas a un formato de video que se pudiera compartir en plataformas on line, algo sí hicieron y hacen mercados más desarrollados. ¿Por qué en el Perú no se siguió ese camino?
“Esa iniciativa nació del MET y fue gatillada por una situación muy particular, que fue su crisis financiera -responde el director-. La propuesta respondió a dar más escala al negocio y esa que la platea que antes albergaba a mil personas, llegara a millones. Pero eso significa una inversión muy importante. El mismo director del MET dijo en su momento que había que gastar más para ganar más. Y esa es justamente una de las limitaciones que ha hecho que como industria no hayamos podido trabajar en paralelo un registro audiovisual, una propuesta de valor potente y con la calidad necesaria. Lo que ellos hacen no es teatro grabado, parecen hasta películas. Una experiencia que en el Perú funcionó bien fue el registro de ‘El rey Lear’ [protagonizado por Alberto Ísola], que está en Youtube. Esa grabación se hizo con cámaras, la hizo Aldo Salvini y tuvo una producción cara, grande y que ha permitido que un registro perdure en el tiempo, y que sea atractivo de ver, a pesar que hay problemas de sonido propios de la época. Pero los costos son todavía muy altos”.
Mühlethaler señala que a los problemas de presupuesto hay que agregarles que el público nacional no tiene al teatro como primera opción de entretenimiento. Él agrega: “No estamos en el top of mind del consumidor. Imagínate ese producto o servicio en una plataforma que comparte un espacio con una sobreoferta de cosas, como las que ofrece el cine. Es más difícil aún. Si el teatro ha logrado subsistir, crecer un poco y mantenerse es porque ofrece una experiencia muy particular, que es la de estar ahí”.
OTRAS MIRADAS
Hay quienes, sin embargo, miran la crisis como una gran oportunidad. Lucía Lora, directora de la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático, es consciente del necesario período de reposo de las tablas, pero anota que es el momento ideal para reflexionar sobre las raíces del teatro.
“¿Por qué no poner en tela de juicio la copresencia física, que es la base de lo que entendemos como teatro? Si no la empezamos a cuestionar vamos a distanciarnos de nuestro quehacer por un largo período de tiempo –anota Lora–. Sé que muchos profesionales de las artes escénicas están produciendo clases, montajes y espectáculos para transmitirlos virtualmente. Tenemos que valorar la presencia física de otra manera”.
Clemencia Ferreyros, del Británico Cultural, se suma a esta opinión. Cuenta que si bien ella y quienes componen su equipo ven la crisis desde una posición privilegiada (con pagos a tiempo, por ejemplo), la institución se ha visto afectada económicamente. Ya tenían todo listo para estrenar a finales de marzo “El cuidador” de Harold Pinter, pero la crisis los ha obligado a cancelar.
Sin embargo, no se han quedado con los brazos cruzados. Ferreyros anuncia que con un grupo de cuatro dramaturgos y directores ya están trabajando la creación de una obra corta ad hoc a los medios digitales. “Todos nos hemos tenido que reinventar, como parte de un plan de emergencia. Algunos han compartido sus materiales en redes como una forma de estar presentes y seguir difundiendo cultura –señala–. Nosotros estamos haciendo un pequeño experimento con toques lúdicos. Puede que no salga tan bien o puede que se convierta en un nuevo formato, pero la idea es tener algo a largo plazo. Entendemos que las artes escénicas están vivas, pero entre no hacer nada y lamentarnos, creemos que lo mejor es generar nuevas propuestas que nos mantengan vivos y que den ingresos al sector”.
También, agrega Ferreyros, se ha hecho evidente la necesidad de trabajar en conjunto con teatros independientes, pues son ellos quienes ya tienen vínculos con sus comunidades. Un buen ejemplo de ello es Arena y Esteras, con anclaje en Villa El Salvador, y cuyo fundador Arturo Mejía ve con ojos optimistas la crisis del COVID-19. “Lo que se viene es un gran reto y nosotros, como todos, lo asumimos. Siempre lo hicimos. No teníamos nada y lo hemos construido de a pocos. Pero si bien estamos preocupados por nuestra seguridad económica, ahora estamos trabajando sobre lo urgente, que es ayudar a las familias de la comunidad, atendiéndolas, llevándoles canastas, agua y lo que necesitan. Eso no significa que dejamos de lado lo artístico; ser parte del barrio es lo que nos define”, dice Mejía.
Entonces, si hubiera que pensar a mediano plazo, ¿qué se puede hacer? La respuesta está en el teatro independiente, que por las circunstancias que le ha tocado vivir (como ser invisibilizado por el Estado), se ha hecho fuerte frente a las carencias y la crisis.
Ricardo Delgado, director de Angeldemonio Colectivo, es escéptico con respecto a los proyectos atípicos que usan herramientas virtuales. “Es interesante que se abra ese espacio de comunicación, pero yo no lo llamaría teatro. El teatro ha sobrevivido a tantos cambios porque es un hecho vivo y hay una comunión viva”, sentencia.
Delgado también anota que este es el momento ideal para que el teatro tradicional se reinvente. “El hegemónico y el teatro de industria van a tener que cambiar. Para ellos va a ser difícil; en cambio para nosotros, que siempre vivimos en crisis y conflicto, no, porque estamos entrenados para esas situaciones. Pero es preciso recordar que el teatro no solo se hace en un espacio teatral tradicional. Quizás sea momento de mirar y retomar los espacios públicos, respetando el distanciamiento social. Quizás hacer una presentación en un edificio y que la gente la vea desde sus balcones. El teatro no tiene que irse a dormir porque no solo se da en una caja negra”, concluye.