Los ajusticiamientos de Túpac Amaru II y Micaela Bastidas en la plaza del Cusco, el 18 de mayo de 1781, han quedado registrados como uno de los episodios más terribles de nuestra historia. Los españoles, al someterlos a una muerte tormentosa, desaparecer sus cuerpos, quemar sus propiedades, terminar con su descendencia y proscribir sus nombres trataron de borrar sus figuras de nuestra memoria. Al inicio, lo consiguieron, pero con el tiempo sucedió, justamente, lo contrario. Túpac Amaru II y Micaela Bastidas se han convertido en símbolos que se han ido redescubriendo y suscitando preguntas cruciales. La primera tiene que ver con la pertinencia de considerar a la gran rebelión de 1780 como la precursora de nuestro proceso de independencia. Y la segunda sobre qué representan ambos personajes desde la producción cultural, especialmente la poesía, en la que se manifiestan autores tan diversos, como José María Arguedas, Alejandro Romualdo, Antonio Cisneros, Magda Portal, Tulio Mora, entre otros.
Sobre la primera interrogante la polémica está abierta: la historiadora Scarlett O´Phelan destaca que no se pueden conectar ambos acontecimientos: “Me parece que el movimiento de Túpac Amaru fue algo sin precedentes, el más importante que hubo durante el periodo colonial en toda Hispanoamérica —dice—, pero estuvo conectado directamente con la política fiscal de las reformas borbónicas y con la llegada del visitador Areche al Perú en 1777″.
Según la historiadora este hecho coincidió con la presencia de Túpac Amaru en Lima, quien venía a disputar su título por el marquesado de Oropesa, algo que no pudo conseguir. “Ese fue para él un remezón muy fuerte —añade O’Phelan— y hay historiadores que consideramos que fue una variable importante para que él comenzara a tejer la gran rebelión, que fue una llamada de atención poderosísima contra el mal gobierno y la corrupción”.
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La historiadora destaca un hecho adicional: “Túpac Amaru se hace pintar un cuadro con traje de tres piezas español y con la mascaipacha inca y quería mandarle esta imagen al rey de España para que lo reconociera, entonces yo no sé hasta que punto se puede hablar de independencia, que implica una ruptura con el sistema, si él esta buscando un reconocimiento del rey”.
La identidad de un héroe
Para Charles Walker, autor de “La rebelión de Túpac Amaru”, este hecho debe situarse como parte de un ciclo de levantamientos en América del Sur, de los cuales formaron parte las guerras de independencia, aunque el cacique cusqueño nunca pensó en un Perú como el forjado en 1821.
Walker, quien asesoró la exposición temporal en el LUM “Túpac Amaru y Micaela Bastidas: memoria, símbolos y misterios”, que concluye esta semana, dice que a partir de esta muestra ha habido un gran interés por la figura de ambos personajes: “Yo lo veo como una búsqueda —reflexiona— de nuevos héroes nacionales. La fascinación que despiertan tiene mucha lógica porque fueron rebeldes que se enfrentaron al poder y perdieron la vida y todo lo que tenían en ello. No tuvieron una plataforma suficientemente clara, por eso hay muchos Túpac Amaru: hay una versión radical porque comenzó quemando haciendas y matando españoles, pero también una más moderada porque era católico e hizo cooperar a mestizos, criollos y afrodescendientes. Esa ambigüedad hace que sea un héroe para muchos”.
Según O’Phelan, “había que tener (en los años 70) un héroe importante y se escogió a Túpac Amaru y se le dio una serie de contenidos que necesariamente no tenían un respaldo histórico, pero que sí ayudaron a fortalecer la identidad nacional”. En su opinión, su gesta debe entenderse “como la protesta más emblemática que hubo durante la colonia, la cual no tuvo ningún punto de comparación con otro movimiento, por el espacio geográfico que abarcó (la mitad del virreinato) y por el tiempo que duró”.
Arte poética
Las figuras Túpac Amaru y Micaela Bastidas han sido no solo abordados por las artes visuales, sino también han sido perfiladas por la poesía a través de imágenes poderosas, que recobran nuevos sentidos y resuenan hasta la actualidad.
Quizás la más emblemática sea la del hombre martirizado, golpeado, desmembrado, que resucita al tercer día, bajo el resonante “Y no podrán matarlo”, de Alejandro Romualdo (“Canto coral a Túpac Amaru”, 1958); pero también destaca la del héroe marginal que en los versos de Antonio Cisneros (“Túpac Amaru relegado”, 1964) solo ocupa “dos páginas de texto / con los cuatro caballos y su muerte”. O la del rebelde utilizado por el poder que cuestiona Tulio Mora (”Túpac Amaru, 1989): “un look para el consumo: los cabellos largos / coronados por un sombrero con el pico rombo / y el ala tiesa y circular —ideal / para levantar turistas en el Cusco”.
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La otra gran vertiente es al del personaje mítico: el hijo del dios Serpiente que espera el retorno, y cuyos hijos envuelven “el inmenso pueblo / cabeza de los falsos wiracochas”, con “la relampagueante alegría del hombre sufriente”, como en el himno de José María Arguedas (“A nuestro padre creador, Túpac Amaru”, 1962). Y en el caso de Micaela Bastidas, esta aparece como símbolo de libertad en los versos de Magda Portal (“Palabras a Micaela Bastidas”, 1965): “Pero estuviste tú para insuflar / coraje en tus indios vencidos / para imponer el nombre del Perú / más allá de los Andes / de los llanos de Colombia / de los chacos de Bolivia y Tucumán / de tus manos salieron las proclamas / las bravas ordenanzas / tú te multiplicaste para ejemplarizar y estar a tono / con el llamado de la Historia que anunciaba el inicio / de la libertad del Continente Americano”.
“Micaela Catari”
“Lo que se está articulando simbólicamente a través de ambos sujetos históricos es una construcción alternativa a la que se ha venido desarrollando desde nuestra independencia, y que queda claro en los poemas de Cisneros, Mora y el propio Arguedas, esto es denunciar esa colonialidad del poder que, según Aníbal Quijano, debe ser puesta en cuestión, debe ser debatida y evacuada para dar paso a la democratización de la sociedad y del Estado”, dice el poeta y crítico Paolo de Lima.
Él acaba de editar el libro “Golpe, furia, Perú. Poesía y nación”, que reúne 18 ensayos que, con ocasión del bicentenario, reflexionan sobre la creación poética peruana de la segunda mitad del siglo XX.
En uno de esos trabajos, el crítico Juan Carlos Ubilluz analiza, justamente, el poema de Arguedas dedicado a Túpac Amaru, y descubre cómo en el transcurso del mismo hay un sujeto colectivo, ese pueblo andino que desciende a la costa en los años 60, que le habla a la divinidad exaltada por tanto abuso para apaciguar sus ánimos, y decirle que existe una alternativa al pachacutiy violento. Es como si le dijera, señala Ubilluz: “En vez de luchar contra el otro bando, haremos que el otro bando se vuelva parte del nuestro”.
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Al respecto, Paolo de Lima comenta que en el poema se desarrolla una “perspectiva más cercana a la choledad emergente, desde un sector social a caballo entre la cultura indígena y la criolla”. El académico también destaca otros acercamientos a la figura de Micaela Bastidas, como la de la poeta Gloria Mendoza Borda y la realizada, en 1970, por María Emilia Cornejo, quien bajo el nombre de María Márquez escribió un poema que inicia con estos versos: “Soy / Micaela Catari / y llevo en la sangre / el dolor de mi pueblo”. Como bien apunta De Lima, se hace evidente “una posición política, heroica, ejemplar, en la que la poeta asume una nueva identidad y fusiona los levantamientos de Túpac Amaru y Micaela Bastidas y de Túpac Catari y Bartolina Sisa”, los dos movimientos rebeldes más importantes del siglo XVIII.
Y entre la poesía reciente, De Lima nos entrega unos versos recientes de Miguel Ildefonso que todavía no han sido editados en algún libro, los cuales dialogan con el poema de Romualdo, desde los violentos años 80: “Abría mi libro de Literatura / y la maestra nos hacía leer / Canto coral a / Túpac Amaru // En masa coreábamos el / poema / toda la clase de aquel / colegio de obreros / en La Victoria / cargábamos el poema a / todos lados / llenándonos de versos la boca / a golpes nos dábamos con / los policías / que venían a reprimirnos en / las huelgas / cuando el Estado quería / quitarnos el pasaje escolar”.
Otra vez la representación del héroe enfrentado con el poder.
Más información
Después de seis meses en exhibición —entre noviembre y mayo— llega a su fin este 18 de mayo en el LUM la exposición Túpac Amaru y Micaela Bastidas: Memoria, símbolos y misterios, que mostró la forma en que se han representado a estos personajes a lo largo del tiempo; con obras de 14 artistas contemporáneos, entre quienes destacan Nereida Apaza, Delfina Nina, Alfredo Márquez, Elliot Túpac, Susana Torres, Roberto Seminario-SEF. La muestra también recogió poemas alusivos, algunos de cuales son comentados en este artículo.
Pero, aparte de estos artistas, también hay otros trabajos recientes que buscan recrear a los líderes de la gran rebelión, como el impresionante cuadro de Bruno Portuguez.
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