
Durante años, los científicos pensaban que el planeta funcionaba como un espejo equilibrado: lo que se reflejaba de un hemisferio se compensaba con el otro. Esa aparente armonía daba cierta tranquilidad, ya que ayudaba a mantener estable el clima y la temperatura de la Tierra.
Sin embargo, un estudio dirigido por Norman Loeb, investigador principal de la misión satelital CERES de la NASA, muestra que esta estabilidad ya no es la misma. Según los datos publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), el hemisferio norte está reflejando cada vez menos radiación solar, mientras que el sur conserva mayor capacidad para hacerlo.
Este cambio es clave porque la luz que la Tierra devuelve al espacio (gracias a las nubes, el hielo o la nieve) funciona como un regulador natural de la temperatura. Al perder parte de ese efecto, el planeta podría absorber más energía de la que debería, alterando el balance climático.

La investigación identifica varias razones detrás de esta asimetría. Una de ellas es la disminución de aerosoles en el hemisferio norte. Durante el siglo XX, la contaminación industrial actuó como un escudo que devolvía radiación solar al espacio. Pero con las regulaciones ambientales en Europa y Norteamérica, esas partículas se han reducido, causando el mismo efecto con el reflejo de la luz.
A esto se suma la pérdida acelerada de hielo en el Ártico y el retroceso de glaciares, que eliminan superficies blancas capaces de reflejar la radiación. También influyen los cambios en la formación y densidad de nubes, que modifican el nivel de energía que se dispersa hacia fuera.
El resultado es un hemisferio norte que absorbe más radiación de onda corta y que intenta compensar emitiendo más calor hacia el espacio; no obstante, esa compensación no es suficiente, lo que podría desencadenar cambios profundos en corrientes oceánicas y patrones de lluvia que regulan la vida en distintas regiones del mundo.

“Lo inquietante es que este cambio no parece ser una simple fluctuación temporal, sino una tendencia emergente”, advirtió Loeb.
Eso sí, el investigador aclara que aún faltan más datos para confirmar el alcance de este fenómeno. Los registros de CERES abarcan solo dos décadas, lo que en términos climáticos es un lapso muy breve.
Por eso, pide extender las observaciones y mejorar los sistemas de medición para comprobar si esta asimetría se mantendrá o si forma parte de un ciclo natural.

Las consecuencias a largo plazo de la disminución de radiación reflejada en el hemisferio norte
La principal implicación a largo plazo de que el Hemisferio Norte refleje menos radiación solar es la aceleración del calentamiento global en esta región. Esto ocurre porque al absorber más energía en lugar de reflejarla al espacio, se intensifica la retención de calor.
Este aumento desproporcionado de la absorción energética en el norte está rompiendo el equilibrio climático simétrico del planeta que existía con el Hemisferio Sur. Tal desequilibrio energético a largo plazo podría alterar los patrones de la circulación atmosférica y oceánica a gran escala. Las grandes corrientes de viento y las corrientes marinas, que distribuyen el calor y regulan el clima, se verían modificadas.
Las consecuencias directas de esta alteración incluyen cambios drásticos en los patrones de precipitación (causando sequías en unas zonas e inundaciones en otras), el desplazamiento de zonas climáticas y la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos.
Básicamente, la Tierra se dirige a un cambio climático más inestable y con un calentamiento más rápido en el Hemisferio Norte.
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