Es sudor, Messi. Es la camiseta empapada de Di María, que te abraza, la bandera mojada que le acerca De Paul, que lo protege, el beso tibio de la vida de Aimar, que lo ama. Es sudor, Messi, se ve por la TV. Lo vi allá en el Lusail, cuando Argentina perdió el primer partido y la rabia quiso derribar a este rascacielos de 1.69 que eres. Es sudor, Messi, que te regala el Kun Agüero mientras das la única vuelta olímpica por la que soñaste durante tantos años, la única copa que le faltaba a tu vitrina de 41 títulos. Es sudor, Messi, no hay forma posible que sean las lágrimas de tu familia, de Antonella, Mateo, Thiago, Ciro, que están demasiado lejos allá en el palco, la familia del rey del mundo en el estadio de los jeques.