Este 2024 fue un año inédito en términos electorales: 2.200 millones de personas estuvieron habilitadas para votar, es decir, casi la cuarta parte del planeta, en un hecho sin precedentes que puso a prueba el ejercicio democrático tanto en comicios presidenciales, legislativos, regionales y locales.
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Gracias al voto que se ejerció en 91 países -según diferentes conteos de organizaciones como Anchor Change, National Democratic Institute o la revista “The Economist”- los ciudadanos pudieron manifestar sus opiniones sobre el devenir de sus gobiernos en la conducción de la política, derechos sociales y la economía.
Desde Estados Unidos a las Islas Salomón, de la India a Islandia, de Rusia a Sudáfrica. Una fiesta democrática, sería la frase cliché. Sin embargo, no todos los procesos electorales se realizaron bajo las mismas condiciones, pues se llevaron a cabo en una diversidad de sistemas políticos, que van desde las democracias consolidadas con libertades plenas; los regímenes híbridos con libertades más restringidas; o las autocracias que utilizaron los procesos electorales para legitimar su poder.
Menos libertades
Así, pese a la avalancha de gente en las urnas, la libertad global no fue hacia la misma dirección. De acuerdo con un estudio de la organización Freedom House, basada en Washington DC, los derechos políticos y las libertades civiles se deterioraron en 52 países, que representa una quinta parte de la población mundial. Entre los factores de este deterioro -una caída que persiste desde hace 18 años- están las guerras, la manipulación electoral y los ataques al pluralismo, descrito como la coexistencia pacífica de personas cuyas ideas políticas, religiones o identidades étnicas difieren.
Para Julieta Suárez-Cao, docente del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile, “existe un patrón general donde hay líderes que acceden de manera democrática al poder, pero después ejercen el poder de manera no tan democrática”.
Mientras millones de ciudadanos fueron a votar, muchos de los procesos se ejercieron con libertades restringidas o hubo una grosera manipulación de resultados, como lo ocurrido en Venezuela, que terminó con el ganador de las elecciones, el opositor Edmundo González Urrutia, asilado en España; en Rusia, donde Putin ganó con el 88% de apoyo y con su principal opositor, Alexéi Navalny, muerto en prisión; o en Ruanda donde el presidente Paul Kagame, que gobierna desde el año 2000, fue reelecto con el 99% de los votos. Ni qué decir de los procesos electorales realizados en países autocráticos como Irán o Corea del Norte, donde obviamente no hubo un cambio de régimen.
“Las elecciones son una dimensión de la democracia, pero uno de sus aspectos más relevantes es el debate público, que a la vez es el más afectado en los sistemas híbridos y autoritarios. La democracia implica tener diferentes opiniones, significa también que tengo derecho a protestar, y eso puede permitir mejoras en las políticas públicas”, precisa Mayte Dongo Sueiro, profesora de Relaciones Internacionales de la PUCP.
Desde hace años se viene hablando del declive de la democracia en el mundo, que va de la mano con el auge del autoritarismo y de la aparición de más gobiernos populistas y de extrema derecha. “Es un fenómeno a nivel global y, sobre todo, hay una tendencia hacia hombres con perfil autoritario. Esto tiene que ver con el descontento que hay hacia el sistema y las insatisfacciones de la gente, entonces votan por el que dice que se tiene que patear el tablero”, agrega la politóloga peruana.
“The Economist”, que cada año publica el Índice de la Democracia Global, reveló que los datos del 2023 son los peores registrados en 17 años, con solo 24 democracias plenas (Estados Unidos no está en esta lista privilegiada, por ejemplo) y 59 regímenes autoritarios bajo el que vive el 39% de la población mundial.
Y el Índice de Transformación Bertesmann, de la alemana Fundación Bertelsmann, señala que en el 2023 hubo 173 autocracias y solo 64 democracias, uno de los niveles más bajos en 25 años.
“Las personas suelen estar preocupadas de su vida cotidiana y no les importaría tanto vivir bajo un régimen autoritario si eso les permite tener un mejor nivel de vida”, señala Dongo Sueiro.
El voto de rechazo
Otra característica de este ‘super ciclo’ electoral ha sido el elevado voto de rechazo hacia los gobiernos de turno, que mostró el descontento de la ciudadanía hacia la ineficiencia y corrupción de sus autoridades y, sobre todo, hacia el ‘statu quo’, provocando una complicada gobernabilidad y el fortalecimiento de propuestas más populistas y nacionalistas, en algunos casos de extrema derecha.
6 elecciones claves se realizarán el 2025 en América Latina, cuatro de ellas implicarán cambios en la presidencia: Ecuador, Bolivia, Chile y Honduras. Argentina tendrá comicios legislativos y Uruguay elecciones municipales.
Pew Research Center, un centro de investigación estadounidense, señala en un estudio publicado esta semana que el “2024 fue un año extraordinario para las elecciones, pero también ha resultado ser un año difícil para los partidos políticos tradicionales y los que están en el poder. Los votantes de muchos países, agitados por la subida de los precios, divididos por cuestiones culturales y enfadados con el statu quo político, enviaron un mensaje de frustración”.
Un informe de IDEA Internacional revela que las oposiciones políticas ganaron en 16 elecciones realizadas en el mundo. La derrota más emblemática, sin duda, ha sido la del Partido Demócrata en Estados Unidos ante la victoria de Donald Trump, quien regresará a la Casa Blanca el próximo 20 de enero.
En Gran Bretaña, después de 14 años los conservadores tuvieron que ceder el poder a los laboristas, de centroizquierda, debido al descrédito de sus últimos gobiernos. En la India, el país más poblado del planeta, el primer ministro Narendra Modi permaneció en el cargo, pero su partido no obtuvo la mayoría aplastante que esperaba; mientras que al sur de África, en Botsuana, el Partido Democrático perdió las elecciones después de casi 60 años.
El descrédito de los políticos y la corrupción de los gobiernos han marcado una severa distancia entre las expectativas de la población y lo que recibe de sus autoridades, una desconfianza que ha servido para que discursos más altisonantes tengan mayor audiencia.
“Si bien la ciudadanía está pasando por un momento de desconfianza y descontento hacia el sistema, la responsabilidad está en las élites democráticas de los partidos tradicionales que fallan en poner diques de contención y ayudan a llegar al poder a estos liderazgos más autocráticos y populistas”, señala Suárez-Cao.
Y el desempeño económico ha sido un elemento clave en este rechazo, según señala el análisis de Pew Research Center. Una encuesta que elaboraron en 34 países muestra el pesimismo generalizado, con el 64% de los adultos señalando que su economía nacional estaba en mal estado.
Como conclusión, que buena parte del planeta haya votado es un hito del 2024, pero aún no es suficiente para que sea un verdadero ejercicio democrático. El mensaje de advertencia que deja la población no debe tomarse a la ligera.