Reino Unido y Estados Unidos, seguramente las dos democracias más estables del mundo, están sin embargo inmensas en dos profundas crisis políticas para los que no parece haber solución.
Mientras el gobierno de Estados Unidos está parcialmente cerrado por la disputa entre Donald Trump y los demócratas a cuenta del muro con México, los británicos no parecen ponerse de acuerdo en cómo debe ser el Brexit.
Y lo peor es que en ninguno de los dos casos se vislumbra una salida.
Ni Trump y la oposición demócrata tienen visos de estar cerca de encontrar un arreglo ni Theresa May parece capaz de recopilar apoyo parlamentario a su plan de salida ni conseguir que la UE renegocie su acuerdo.
¿Cómo llegaron ambas potencias a estas crisis internas tan complejas?
¿Laberintos sin salida?
La crisis británica tiene su punto de partida hace dos años y medio, con el referéndum en el que por un estrecho margen votaron a favor de la salida de Reino Unido de la Unión Europea.
Entonces dimitió el primer ministro David Cameron y los conservadores auparon a la jefatura del gobierno a Theresa May, quien ha hecho de pactar los términos del "divorcio" una de sus principales tareas.
Y con la fecha de salida de la UE marcada para el 29 de marzo, May no ha logrado que el Parlamento refrende el acuerdo que al que llegó con la Unión Europea por el escollo principal de cómo solucionar la hipotética frontera en Irlanda.
Es más, con 432 votos en contra y 202 a favor, May recibió la peor derrota sufrida en sede parlamentaria por un gobierno británico en tiempos modernos.
Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, el gobierno del presidente Trump ya vive el cierre parcial del gobierno más largo de la historia de Estados Unidos, cuyo récord -hasta este miércoles de 25 días- se incrementa con cada jornada debido a la falta de un acuerdo presupuestario entre la Casa Blanca y el Congreso.
Detrás de esta disputa se encuentra la exigencia por parte de Trump de la aprobación de fondos por US$5.700 millones para financiar la construcción de un muro en la frontera con México.
El proyecto no cuenta con el visto buena de la recién estrenada mayoría demócrata de la Cámara de Representantes pero tampoco tuvo gran apoyo financiero en años previos, cuando el Partido Republicano tenía control absoluto del Capitolio.
Pero Trump ha tratado de doblegar a los demócratas usando el cierre de gobierno como su arma de negociación.
La cara fea de la globalización
Aunque cada caso tiene sus particularidades, muchos analistas coinciden en señalar el origen de ambas crisis en los efectos indeseados de la globalización, a los que atribuyen la ola de descontento que terminó favoreciendo tanto la votación a favor del Brexit como la elección de Donald Trump.
"Hay tendencias similares en las democracias occidentales, incluyendo Estados Unidos y Reino Unido. Los ciudadanos están haciéndose preguntas sobre la soberanía y la identidad, incluyendo el asunto de cuál es su lugar en un mundo globalizado", comenta a BBC Mundo Amanda Sloat, investigadora principal del Centro sobre Estados Unidos y Europa del Instituto Brookings, un centro de estudios con sede en Washington.
"Esto es particularmente evidente en los debate sobre la inmigración. Como resultado de ello, en ambos países se ha producido una profunda polarización entre la población y, en consecuencia, la vida política muestra una amarga división", agrega.
Stewart Patrick, investigador principal del Consejo de Relaciones Exteriores, un centro de investigación con sede en Washington, coincide en ver tanto el Brexit como el triunfo de Trump como "síntoma de una amplia insatisfacción con la globalización".
Este descontento en la población tiene -desde su punto de vista- componentes económicos, culturales e identitarios.
"Lo que ocurre refleja la ansiedad nacional sobre los rápidos cambios que viven británicos y estadounidenses en sus respectivos países y que parecen poner en duda aspectos de la identidad nacional que se daban por sentados en el pasado", señala.
Patrick indica que la propuesta de Trump de construir un muro en la frontera con México encuentra eco entre quienes sienten que su seguridad está amenazada, pero también entre quienes tienen miedo a que la identidad nacional definida en términos étnicos esté en peligro.
La migración también fue uno de los grandes asuntos que impulsó el Brexit.
"La idea de fronteras libres generó preocupación en muchos que temieron que, por ser miembro de la UE, Reino Unido se vería desbordado por una ola de refugiados. No fue casual que los resultados del referéndum sobre el Brexit se produjeron tras esta gran crisis migratoria que vivió Europa", opinó.
"En ambos casos, hay un anhelo nostálgico por tiempos más simples, lo que viene exacerbado por los cambios económicos y tecnológicos que hacen que la fuente de sustento de las personas parezca más insegura".
Leon Levy, analista de tendencias macroglobales de la consultora Eurasia Group, coincide en señalar a la globalización y la inmigración como dos factores clave detrás de la ola populista que no solo se manifiesta en EE.UU. y Reino Unido sino también en otros lugares.
El experto apunta además hacia otros elementos como la "explosión de redes sociales" que derivó en la aparición de una suerte de cámaras de resonancia, en las que se han esparcido las fake news al facilitar que la gente lea noticias que confirman sus propios prejuicios.
"Los sectores de esas sociedades que abogan por el aislacionismo y por el nacionalismo se han hecho más manifiestos gracias a la tecnología. Ellos han creado su propio ecosistema de medios con lo que lograron el tipo de visibilidad que nunca antes habían tenido", dijo Levy en conversación con BBC Mundo.
Pero, ¿a quién benefician estas crisis políticas en las dos grandes potencias anglosajonas y cuáles pueden ser sus consecuencias?
Un orden incierto
Aunque Estados Unidos y Reino Unido no son las únicas potencias mundiales históricamente tuvieron un papel que las distingue de las demás pues fueron ellas las que fijaron las bases sobre las cuales se asienta el sistema internacional creado a partir del final de la II Guerra Mundial.
"Muchas de las organizaciones multilaterales como el FMI, el Banco Mundial o la OMC son producto del activismo angloestadounidense para crear un orden mundial abierto basado en reglas, dedicado a abrir las sociedades, el comercio y a promover la cooperación entre estados soberanos. El problema es que cuando los dos principales defensores de ese orden miran hacia adentro, ¿de dónde vendrá el liderazgo?", se pregunta Patrick.
El experto asegura que ya hay un vacío en la conducción de los asuntos globales que se refleja en la falta de avance en el comercio mundial, en temas de seguridad internacional -como la decisión de EE.UU. de retirarse del acuerdo sobre el programa nuclear de Irán- o en el retroceso de la democracia en el mundo.
"Hay políticos que están siguiendo el ejemplo de Trump, aunque cada uno en su propio contexto. Un ejemplo es Jair Bolsonaro, que propuso su política de 'Brasil primero' similar a la de 'Estados Unidos primero'. Él fue electo democráticamente pero su discurso es autoritario y populista", afirma el experto.
Leon Levy, por su parte, cree que aún es demasiado pronto para saber cómo la situación actual en Reino Unido y en Estados Unidos influirá en el rumbo del orden internacional liberal.
"No sabemos en qué términos Reino Unido dejará la UE y mucho depende de ello. Tampoco sabemos qué pasará después de la era Trump en EE.UU. Si él gana la reelección probablemente habrá continuidad de lo que vemos pero si pierde podríamos ver un EE.UU. que intentaría resucitar el orden democrático occidental", anticipa.
¿Otro mundo posible?
Pero, ¿a quién benefician estas dos crisis?
Muchos analistas han apuntado que el rumbo actual de las cosas favorece a la Rusia de Vladimir Putin.
Para justificar esa afirmación señalan como un elemento clave el hecho de que las agencias de inteligencia occidentales aseguran que hubo esfuerzos desde Moscú para influir en las elecciones presidenciales de EE.UU. para lograr la victoria de Trump y para conseguir que en el referéndum de Reino Unido venciera la opción del Brexit.
Este miércoles, por cierto, el ministro de Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, negó que su país estuviera buscando beneficiarse con el Brexit.
"Constantemente se dice que Rusia se está frotándose las manos. Eso no es cierto. Siempre dijimos, mucho antes de que la idea del Brexit tomara forma, que nos interesa tener una Unión Europea unida, fuerte y, más importante aún, independiente", apuntó el diplomático.
Sloat considera, en cambio, que Moscú sí obtiene beneficios.
"Mientras EE.UU. y Reino Unido están atrapados en peleas políticas internas, son menos capaces de actuar de forma activa y coherente en la escena mundial para responder a los retos globales. Rusia, que divulgó información falsa tanto en el referéndum del Brexit como en la campaña electoral estadounidense, se beneficia con un juego político distraído y disfuncional", señala la experta.
Levy, sin embargo, considera que aunque Moscú obtenga algunos beneficios de la crisis de las potencias anglosajonas, quien realmente puede sacar provecho es Beijing.
"China es el país que está mejor ubicado para sacar ventaja de esto. Ellos quieren crear una arquitectura internacional alternativa que compita con el sistema configurado desde Washington", indica.
Y agrega: "Antes de la explosión de la ola populista, China estaba ocupada desarrollando el Banco de Inversiones en Infraestructuras de Asia, una alternativa al FMI y al BM. También impulsaba la nueva ruta de la seda".
"China es el único país destacado que en realidad tiene su propia agenda geopolítica, y la está siguiendo y ejecutando", advierte.