El Día Mundial del Refugiado, que se conmemora cada 20 de junio, no llega en este 2022 con buenas noticias. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) acaba de publicar el informe Tendencias Globales sobre desplazamientos forzados. El estudio, que abarca hasta diciembre del 2021, señala que existen 89,3 millones de desplazados en el mundo, que el 69% de ellos parte de cinco países (Siria, Venezuela, Afganistán, Sudán del Sur y Myanmar), y que el Perú se ubica en el top 5 de naciones que más los acogen, con 1.3 millones. Sobre esas y otras interrogantes conversamos con Federico Agusti, representante de Acnur Perú.
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—Los expertos decían, con respecto a la guerra entre Rusia y Ucrania, que el peor escenario era que se normalizara y de allí que pocos se interesaran por la tragedia. ¿Diría usted que también la situación de los refugiados en el mundo se ha normalizado?
Es difícil generalizar sobre la situación de los refugiados. Uno debería mirar cada contexto. Mencionabas a Ucrania: allí no pasa lo mismo que en Siria, donde el problema lleva varios años. Inicialmente, cada conflicto tiene un apoyo extraordinario, pero este va disminuyendo porque es verdad que ciertas crisis tienden a normalizarse. Es una realidad que las sociedades, en general, y la sociedades receptoras de personas que huyen de la guerra o conflictos, en particular, tienden a reducir su apoyo en términos de solidaridad, y empiezan a verlo como algo cotidiano. Quizás la parte positiva de todo ello es que se puede facilitar la integración. Creo que el secreto está allí, en acoger a las personas que huyen, cumpliendo con los acuerdos internacionales hechos para situaciones de crisis por conflictos bélicos o por temas humanitarios, como es el caso de Venezuela. Entregar documentos a estas personas facilita la integración y, con el tiempo, las políticas públicas deberían apuntar a propiciar la integración.
—¿Cómo se puede explicar que los países de ingresos bajos o medianos sean los que más refugiados reciben? ¿Leyes muy laxas? ¿O acaso las leyes de los países más ricos son más restrictivas?
Agregaría otro contexto: en general, cuando las personas se desplazan, suelen ir a los países vecinos. El informe de tendencias señala que el 72% de los refugiados está en países vecinos, y, usualmente, estas naciones no se ubican en las zonas más ricas. Creo que Ucrania es la excepción. Inicialmente, por su intención de volver en el corto plazo, los desplazados buscan estar cerca, pero se van a asentando y se quedan. También toman esta decisión porque, al ser lugares cercanos, es posible tener redes de contacto y hay más cercanía cultural. También, por supuesto, importan las políticas públicas y, en ciertos países, son más restrictivas y complejas. Por ejemplo, si una persona está en Yemen y quiere ir a Estados Unidos o Europa, va a tener un trayecto con enormes complejidades.
Sin embargo, cuando ves los datos, muchos de los países desarrollados tienen una buena porción de extranjeros. En Australia, es el 27%; en Canadá, 23%; EE.UU., cerca del 14%. Esas naciones, que están alejadas de las zonas de conflicto, tienen otro tipo de políticas, por lo que para acceder a ellas se tienen que atravesar procesos como el de reasentamiento, que demora el tiempo que los migrantes no tienen, y por eso estos se quedan donde pueden y se van integrando a los espacios.
—Según el informe, pareciera que todos los problemas se concentraran en África. ¿A qué atribuye usted dicha realidad que se mantiene a pesar de tantos años? ¿Se puede hablar del fracaso de las organizaciones mundiales que tratan de ayudar a este continente?
Estimo que son democracias mucho más incipientes y en donde hay una gran conflictividad política, posiblemente fruto de que, hasta los años 60 del siglo pasado, algunos países fueron colonias. Ese proceso ha sido mucho más reciente que en otros lugares del mundo, por eso las peleas por el poder siguen siendo muy fuertes y, a partir de eso, hay guerras civiles, graves perturbaciones al orden público, violencia generalizada, cuestiones económicas que complejizan la vida de los habitantes. Todo eso genera desplazamientos internos y externos. Pero la historia tiene procesos. Luego de las guerras de independencia en América Latina, por ejemplo, la consolidación de los Estados se demoró décadas y se sucedieron las guerras civiles. Me da la sensación de que algo así ocurre en África, con países que no han logrado consolidar sus sistemas políticos, así sean democráticos u otros. Hay esfuerzos de la comunidad internacional y el mismo continente ha creado asociaciones de integración como la Unión Africana, pero falta mucho por hacer.
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—Turquía es el país que más refugiados recibe (3,8 millones) y es también un buen ejemplo de cómo aprovechar políticamente la situación, en su caso con cierta anuencia de la Unión Europea. ¿Cómo se puede entender que ese tipo de situaciones todavía se sucedan?
No me voy a meter en cuestiones políticas porque no tengo la información completa. Lo que hay que tener en cuesta es que Turquía limita con Siria y que recibe refugiados porque está al lado, es el país más importante de la vecindad, y porque hay siglos de vínculos. Posiblemente también haya acuerdos políticos, entre regiones. Pero hasta ahí podría llegar.
—¿Qué dice del Perú que se ubique en el top 5 de países que reciben más refugiados? ¿Cómo es que terminó en esa lista?
No solamente es el caso del Perú. Colombia está segundo en esa lista. América Latina, en general, se ha visto impactada por la crisis de Venezuela. Solo para tener presente: es la crisis de desplazamiento más grande en la historia de América, una crisis humanitaria de nivel global porque hay más de 6 millones de refugiados, de los que más del 80% se ha quedado en América Latina, principalmente América del Sur. Chile, Ecuador, Brasil y Argentina, y otros de América Central y el Caribe, también han recibido un número importante de personas.
Creo que la situación peruana se puede explicar porque, sobre todo al inicio, el país tuvo políticas muy abiertas a recibir refugiados inmigrantes venezolanos. Fue una decisión positiva que, sin duda, representó un enorme reto para la nación incluso a niveles distritales. Lima es hoy la primera ciudad del mundo en cantidad de venezolanos fuera de Venezuela, y si la ciudad fuera parte de Venezuela, sería la tercera con mayor cantidad de población venezolana, luego de Caracas y Maracaibo.
Hay un enorme desafío que tiene que ver, sobre todo, con temas de integración, de cómo proceder para que los 1,3 millones de venezolanos que están en el país se puedan integrar al tejido productivo. Para lograrlo es clave darles la documentación necesaria que les permita conseguir trabajo, formalizar sus emprendimientos, inscribirse al seguro social, matricular a sus hijos en el colegio, comprar un chip de celular o pedir un crédito al banco. También hay que aprovechar el capital humano que llegó. Hay informes del Banco Mundial que indican que integrar a los venezolanos podría incrementar la productividad y competitividad del país. De hecho, hay quienes estiman que cerca del 47% de adultos migrantes tienen estudios universitarios o técnicos que se pueden aprovechar no solo en Lima, sino en el resto del país. Posiblemente, la estructura económica peruana, que tiene un mercado informal muy importante, ha facilitado que los migrantes pudieran acceder rápidamente a ingresos y así ayudar a su familias. Pero no podemos olvidarnos de todo el desafío que supone la integración.
—Sobre la xenofobia, parece que ciertos políticos nacionales han tomado acciones en contra de los migrantes. Y no solo fueron palabras. ¿Diría que la persecución contra los desplazados es bastante común en el mundo?
En nuestro caso, cuando hablamos de venezolanos hacemos referencia a refugiados y migrantes, personas que tuvieron que salir de sus países por la violencia, porque sus vidas y libertades se veían amenazadas, y también por cuestiones económicas. Y sí, efectivamente, en el caso peruano hubo algunos dirigentes políticos que utilizaron el tema para evitar hablar de otro tipo de políticas. Hubo casos en Cusco, Arequipa, pero no ha sido una postura generalizada. También hay que recordar que existen voces que contrastan con estas posiciones. El Ministerio del Interior o la Defensoría del Pueblo han sido bien claras con cada una de estas expresiones de rechazo, xenofobia y discriminación que violan la ley. Afortunadamente, las posturas antiinmigración o antirefugiados no pegaron en nuestra agenda, lo que sí se dio en otros países. Es muy difícil generalizar, pero es verdad que, en algunas naciones europeas, ciertos partidos políticos que se oponen a los extranjeros han tenido réditos. Al respecto, creo que es importante volver a tener en cuenta que cerca del 14% de la población de Alemania nació fuera del país; en España es el 13%; Suiza tiene el 27%; es decir, a veces solo se ven las noticias negativas, pero en realidad son países que permanentemente integran a los extranjeros y tienen el valor de incorporarlos a sus mercados.
Los grupos que discriminan y rechazan se basan en estereotipos y no en la evidencia. Por ejemplo, se trata de vincular a los refugiados y migrantes a la criminalidad. En el caso del Perú, de casi 90 mil reclusos del sistema penitenciario, solo 1.700 son venezolanos, menos del 2%. Y si tomas esos 1.700 y los comparas con el 1.3 millones que hay en el país, el porcentaje es minúsculo. Este tipo de posturas generan una mirada negativa sobre estas personas que, como tú o yo, quieren encontrar un lugar seguro para reconstruir sus vidas.
—¿Los resultados planteados en el informe, diría usted, que deben alarmarnos?
La situación de los refugiados viene siendo alarmante. Hablábamos de casi 90 millones de desplazados internos e internacionales hasta diciembre del 2021, pero si sumamos la situación de Ucrania ya deberíamos haber superado los 100 millones. El 1% de la población del mundo está desplazada, el doble de hace una década, lo que da cuenta de que algo no está funcionando bien. La comunidad internacional debería prestar mucha atención a la prevención de conflictos, pero también en ayudar a que estas personas se puedan integrar. Detrás de esos millones, hay historias durísimas, familias que se separaron, matrimonios destruidos, víctimas de violación, explotación laboral, además que el desplazamiento genera impactos en la salud mental. Hay que ser creativos al buscar soluciones inmediatas, pero también a largo plazo.