La consigna es ignorar el voto hispano en las primarias republicanas. Un arma de doble filo que funcionó a medias en el pasado ha vuelto a brotar en esta campaña por la presidencia de Estados Unidos de la mano del irreverente Donald Trump.
Y las encuestas lo prueban. Hasta antes de oficializar su precandidatura el pasado 16 de junio, Trump tenía solo el 3% de las preferencias entre los republicanos. Quince días después, un sondeo de CNN/ORC lo ubica en el segundo lugar con 12% de respaldo, a siete puntos del favorito Jeb Bush.
¿Cómo pegó el gran salto? En su discurso de lanzamiento, Trump cautivó al ala más conservadora del Partido Republicano con un discurso antiinmigrante enfocado en denostar a los mexicanos.
“Cuando México envía su gente, no está mandando lo mejor, está mandando gente que tiene muchos problemas... Están trayendo drogas, el crimen, a los violadores”, dijo.
Estas expresiones desataron la furia de la comunidad hispana, que encabezada por Univisión, NBC Universal, el multimillonario mexicano Carlos Slim, Televisa, entre otros, le ha dado la espalda a Trump, en una suerte de boicot que crece como una bola de nieve.
Pero no sucede lo mismo entre los republicanos. Ningún líder de ese partido ha salido a criticarlo. Al contrario, rivales como Ted Cruz, de origen cubano, lo han alabado.
“Me gusta Donald Trump. Pienso que es genial, que es temerario. Creo que dice la verdad”, señaló Cruz a Fox.
¿Por qué lo hacen? El voto de las minorías durante las elecciones primarias republicanas no es relevante. Más vale asegurarse a los conservadores.
Un ejemplo: en la campaña del 2012, Mitt Romney, ganador de la nominación republicana, adoptó un discurso antiimigrante que lo llevó al triunfo.
Romney se opuso al Dream Act, ley que busca legalizar a los estudiantes indocumentados que llegaron a EE.UU. siendo menores. También pidió que se implementara la autodeportación y apoyó la draconiana ley de Arizona SB1070, que criminalizaba la inmigración ilegal.
No estaba solo. Con sus matices, sus competidores tenían posturas similares.
¿Y qué viene después? Una vez resueltas las primarias, las posturas republicanas se moderan, como lo hizo Romney. Pero no le funcionó.
El candidato que quiera llegar a la Casa Blanca necesita el respaldo de la minoría más grande, joven y dinámica del país: los hispanos. Debe asegurarse al menos el 40% de los sufragios para entrar en la pelea.
En el 2012, Romney obtuvo el 29%, contra el 70% del ganador, Barack Obama.
¿Y cómo le va a Trump en un hipotético enfrentamiento con la demócrata Hillary Clinton? Es el republicano que peor sale en la encuesta de CNN/ORC: el 59% votaría por Clinton, contra el 34% de Trump.