El ingeniero civil peruano Raúl Delgado Sayán, de 77 años, tenía apenas 22 cuando empezó a trabajar en el diseño de una planta nuclear. Era 1968 y acababa de terminar sus estudios de posgrado en el Georgia Institute of Technology. Fue el detonante para una carrera que lo ha llevado a explorar el mundo de la energía nuclear y lo ha convertido en una voz escuchada en varios campos de la ciencia, su gran pasión.
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Delgado Sayán, que hoy es el único de nacionalidad no estadounidense en el directorio de asesores externos en ingeniería civil y medioambiental de la llamada Georgia Tech, una de las cinco mejores universidades de ingeniería de Estados Unidos, conversó con El Comercio sobre los retos que suponen los desastres naturales como el de Fukushima, en Japón, y de las falencias que tiene el Perú en la prevención de eventos climáticos que ya conoce bien, como el fenómeno de El Niño que está por golpearnos otra vez.
— Ecuador elevó su nivel de alerta ante la llegada del fenómeno de El Niño. ¿Cómo evalúa la preparación del Perú?
Este va a ser un fenómeno bastante fuerte y severo, tanto El Niño global como El Niño costero. La ciencia metereológica no deja ninguna duda. Los fenómenos naturales extremos ocurren en todo el mundo, nadie lo puede evitar. Lo que sí se puede es mitigar los efectos de esos fenómenos para que no se conviertan en desastres naturales. Los desastres no son naturales. Los desastres, lamentablemente, los hace el hombre al no estar preparado.
— ¿Qué aspectos hacen al Perú especialmente vulnerable? ¿Qué problemas persisten?
Lamentablemente, los temas de reconstrucción del norte no funcionaron y los proyectos importantes de prevención tampoco. Estos fenómenos nos acarrean fundamentalmente tres cosas. Primero, están los huaicos, que sabemos por dónde vienen, pero no hemos hecho nada para poder mitigar sus efectos. Lo segundo es que los ríos se cargan excesivamente y con una fuerza tremenda, por eso cuando bajan se llevan todo a su paso. Lo tercero es la poca capacidad que tienen las ciudades, particularmente las del norte y de la costa, para poder evacuar rápidamente la cantidad de lluvia que se acumula. El Perú no ha cambiado mucho desde el último fenómeno fuerte, que fue el de El Niño de inicios del 2017. Hace poco, el 13 de setiembre, hemos tenido una llamada de alerta muy fuerte con la desgracia del ciclón Daniel en Libia y eso también me hace pensar en el Perú.
— ¿En qué sentido?
Lo que ocurrió en la ciudad libia de Derna fue horroroso porque las obras de prevención que tenían no funcionaron, colapsaron dos presas que se desbordaron por el ciclón. Mi preocupación es que vayamos a cometer los mismos errores de Libia con respecto a estos proyectos de obras de prevención. En Libia ya tienen más de 11 mil fallecidos y se estima que va a llegar a 20 mil, además de la destrucción material. Una falla de una presa es como un tsunami, básicamente.
— El ciclón Yaku golpeó el norte del país al inicio del año. ¿Qué podemos esperar de este Niño?
Yaku nos ha demostrado cuán débiles somos y lo que viene será peor. Yaku ni siquiera tocó tierra, se quedó en el mar. Desde el punto de vista de ciclones y huracanes, ha sido una cosa muy débil. Yaku nos ha demostrado cuán débiles estamos en preparación y que muchas de esas inversiones que se hicieron en la reconstrucción del norte no han servido, no han resuelto el problema principal, que es el poder canalizar esos tres fenómenos que mencioné antes. Lo que viene va a ser peor que Yaku desde una evaluación de ingeniería.
— Usted es experto en el campo de la energía nuclear y participó en la construcción de una planta de ese tipo en EE.UU. ¿Qué tan grande ve el avance de esa arena en el ámbito mundial?
Se trata de un sistema alternativo de uso de generación de energía muy popular entre los países que no tienen otros recursos como sí tenemos nosotros, que poseemos recursos hídricos enormes. En la época en que se han construido estos grandes reactores nucleares, como cuando yo trabajaba allá a inicios de los 70, no teníamos las fuentes alternativas de energía que surgieron después, como la eólica o la solar. Yo creo que el trastorno de los grandes desastres nucleares, como el de Three Mile Island en EE.UU., Chernóbil en la Unión Soviética (hoy Rusia) y el de Fukushima en Japón, hizo que varios países comenzaran a revisar y a dejar sin efecto sus plantas en operación y desarrollaran otros sistemas de energía. Pero aún tenemos países como Francia, que tiene el 75% de su energía como energía nuclear. Es muy difícil cambiar de un momento a otro.
— ¿Cuáles son los peligros que ve hoy en cuanto a este tipo de energía?
Ya los hemos visto. Es una energía que puede conducir a un desastre mayor. He mencionado a tres países que son tremendamente cuidadosos, EE.UU., Rusia y Japón, y, sin embargo, a ellos les pasó. Siempre es un reto muy grande, especialmente en el hemisferio norte. Aquí, en el hemisferio sur, tenemos muy pocos países que tienen esto, como Argentina y Brasil.
- Lugar de nacimiento: Lima
- Profesión: Ingeniero civil
- Educación y trayectoria: Estudió en la Universidad Nacional de Ingeniería entre 1961 y 1966. Tras graduarse, obtuvo una beca de la Fundación Fulbright e hizo sus estudios de posgrado en la famosa Georgia Institute of Technology en Atlanta, Georgia, EE.UU. Trabajó en ese país hasta 1971 y luego volvió al Perú. Fue elegido miembro del directorio de asesores extremos del Georgia Tech para el periodo 2018-2024.
— ¿Cuál es el estado de las plantas nucleares que existen en el mundo? ¿Son lo suficientemente seguras o son ya muy anticuadas?
Mi especialidad como ingeniero calculista civil es precisamente las edificaciones que alojan a los reactores nucleares. Por lo general, son edificaciones bastante sobrediseñadas porque lo que hay que lograr es que el accidente no pueda ocurrir. Yo recuerdo que una vez hice un cálculo de qué sucedería si un avión fuera de rumbo colisionara con una planta, pero son tan masivas que es prácticamente cómo colisionar con un cerro. Y además nosotros diseñamos la planta para que no haya ni la más remota posibilidad de que pueda haber una transmisión de algo radiactivo hacia el exterior. Yo creo que todas las plantas que existen están en esa condición.
— ¿Qué opina de la tensa situación que envuelve a las plantas nucleares en Ucrania, especialmente a la de Zaporiyia?
El que produzca algún daño a esas plantas está cometiendo un crimen de lesa humanidad. Eso sería un acto de terrorismo provocado. Rusia está tan cerca de esas plantas que yo no creo que lo haga.
— En el Perú no existen plantas nucleares con reactores gigantes. ¿Qué tan lejos está nuestro país de ese tipo de energía?
Está muy lejos, y personalmente me gustaría que se quedara así. A la luz de lo que hemos visto y de nuestros tremendos riesgos sísmicos y de tsunami, yo no sería partidario de que tuviéramos ese tipo de energía. Dios nos ha bendecido con miles de otras maneras de generar energía.
— ¿Cómo es que terminó participando en el diseño de una planta nuclear?
Yo me gradué en 1968 en Georgia Tech y fue ahí que me buscaron empresas para unirme a trabajar con ellos en este tema. Era el avance de ingeniería más grande que te puedas imaginar por lo que significaba como reto y sobre todo por las nuevas tecnologías. Yo era muy joven, tenía apenas 22 años, y me pareció fascinante el campo.
— Usted fue uno de los expertos consultados por la prensa internacional cuando ocurrió la tragedia nuclear en Fukusima, en el 2011. ¿Cómo fue entender lo que realmente significaba un accidente en una planta nuclear?
Yo me di cuenta de la magnitud de lo que pasaba pese a que aún no se revelaba toda la información oficial, luego recibí una llamada de CNN en español que estaba en la búsqueda de un experto en temas nucleares que hubiera trabajado y diseñado plantas aproximadamente en el mismo período de la de Fukushima. Para mí, fue una sorpresa que me encontraran en Lima porque el Perú no es un país nuclear.
— El inicio del vertido del agua tratada de la planta nuclear de Fukushima al Océano Pacífico ha generado temores y protestas. ¿Cree que las preocupaciones son fundamentadas?
A mí me da mucha confianza el hecho de que el plan japonés tenga la aprobación de la Agencia Internacional de Energía Atómica e incluso de la Agencia Internacional del Japón. Ellos han desarrollado pues el método ALPS, que es un proceso de filtrado que prácticamente elimina todos los residuos radioactivos. Una vez producido el accidente, la única manera de enfriar el reactor y que no explote es con enfriamiento de agua y en 12 años han acumulado una cantidad impresionante de agua en tanques de 1.200 toneladas cada uno. Entonces ellos han desarrollado un método de filtrado muy cuidadoso que prácticamente elimina todos los residuos radioactivos, como el cesio, el yodo, el cobalto o el estroncio, pero no han logrado eliminar el tritio. Sin embargo, las cifras que ellos reportan de tritio después de este largo filtrado en realidad no es tan crítico.
— Los críticos también apuntan a la transparencia y dudan que Japón está dando toda la información al tiempo debido…
Puede ser que ellos no estén dando toda la información, pero no lo creo porque no la dieron en el momento del accidente de Fukushima y eso les costó muchísimo. Ahora en realidad están codo a codo con la Agencia Internacional de Energía Atómica. O sea, van a estar permanentemente fiscalizados. Además, no creo que estén generando riesgos para su propia población. Ellos son importantes consumidores de pescado, su gente va a comer esos productos del mar.
— De hecho, el primer ministro japonés, Fumio Kishida, comió pescado de Fukushima para tratar de disipar los temores que incluso se han expresado en países vecinos como Corea del Sur. En todo caso, ¿cuál es el peor escenario al que nos enfrentamos en este tema?
Japón es un país extremadamente sísmico, como el Perú, solo que al ser una isla tienen mayor riesgo de tsunami. Para mí el mayor riesgo es que comiencen a disponer de ese material radioactivo y que ocurra un sismo muy grande y que todos esos tanques que están ahí fallen. En ese escenario ocurriría un colapso y todos esos tanques llegarían al océano incluso sin que el agua contaminada se hubiera filtrado.
— ¿Hay razones para los temores en esta parte del mundo, sobre todo entre los países que compartimos el Pacífico con Japón?
No. Las corrientes marinas y las corrientes de aire son hemisféricas. En el hemisferio sur tenemos nuestras propias corrientes que generan nuestros propios fenómenos naturales. Lo que nosotros podríamos tener es de repente una migración de peces, no de aguas, pero ese contenido sería muy poco y tendrían que ser especies muy grandes para que puedan migrar.
— Georgia Tech está colaborando con la NASA en las operaciones para diseñar las edificaciones lunares y pruebas de posible agua en este satélite. ¿Qué opina de los esfuerzos para encontrar agua en la luna?
Es casi una certeza de que no solamente en la luna, sino en los planetas en general hay agua, lo que pasa es que hay ubicarla y hay que buscarla. El agua es bien importante porque es lo que haría posible una colonización de los humanos, que es lo que está buscando el gobierno americano y probablemente otros también, comenzando por la luna. Ya nos han informado que Georgia Tech va a liderar un Centro de Investigación y exploración lunar con la NASA, pero desde el punto de vista de ingeniería fundamentalmente. Y le explico, si vamos a colonizar la luna, Marte, etcétera, tenemos que desarrollar un sistema de vida y de logística para la gente que simplemente no va a visitar la luna para poner una bandera y regresar, sino que se va a quedar por estancias largas, entonces tenemos que investigar y ver la manera de generar condiciones de de vida.
— ¿Qué siente de poder colaborar y ser testigo del desarrollo científico más allá de nuestras fronteras?
Es un tremendo honor, yo fui el primer este sorprendido cuando me nominaron para integrar esta importante directorio en el Georgia Tech en el 2018 y eso para mí ha sido como una ventana al futuro, al siglo 21. Poder participar de primera mano en un luegar donde la ciencia, la tecnología, la meritocracia son cosas de primer orden es muy valioso. Yo considero que me gané el premio mayor de la lotería al poder estar, a mi edad, en contacto con esta ventana mundial. Para mí es un privilegio y un honor enorme. Una de las cosas que más me llamó la atención cuando me instalé en la primera reunión era que yo era el único que no tenía nacionalidad norteamericana.
— ¿Cómo ve la relación de la ciencia con el Perú?
Yo creo que es muy importante para nosotros como peruanos que conversemos un poco más de ciencia. La ciencia une, la política, desafortunadamente, desune. Yo creo que sin ciencia, sin ingeniería y sin estas cosas, hablar de desarrollo es una utopía.
— ¿Es una de las mayores deudas pendientes en nuestro país?
Sí. Mira cómo la ciencia ha ayudado tremendamente para salir de la pandemia en corto tiempo. Ojalá en el Perú se ponga a la ciencia en un lugar alto en la agenda y sobre todo se tome conciencia de que la velocidad del avance en el mundo en este tema es impresionante. La ciencia en el mundo va no solamente a velocidad del sonido, ya prácticamente va a velocidad de la luz y nosotros nos estamos quedando cada vez más relegados.