Nací en 1978 en el condado de Cambridgeshire, Reino Unido. He seguido entrenamiento como médico táctico y en Armas y Tácticas Especiales (SWAT). Soy investigador de crímenes en alta mar, especialista en interrogatorios, negociación con piratas e investigación de escenas del crimen, entre otros.
Cuatro personas luchan por sobrevivir en aguas próximas a las islas Fiyi. La respuesta desde una embarcación cercana es una ráfaga de disparos. Los náufragos mueren, todo queda registrado en un video de baja calidad que no tarda en volverse viral. El caso, sin resolver desde el 2014, fue el motivo perfecto para que Karsten von Hoesslin y National Geographic emprendieran una investigación extraoficial en busca de los responsables. El resultado: “Océanos de sangre”, documental de seis partes que estrena un nuevo episodio cada miércoles en Latinoamérica.
El investigador ofreció una conferencia telefónica a un grupo de medios, entre ellos El Comercio.
—¿Cómo se inició la investigación?
Pasé mucho tiempo navegando por You Tube, buscando los perfiles de los atacantes en Facebook, coincidencias, además de aplicar trabajo forense sobre los videos, como reconocimiento facial. Fue complicado porque las grabaciones estaban bastante pixeleadas. Luego tocó diseñar una estrategia basada en esos perfiles y teorizar sobre cómo llegar a ellos, cómo hablarles, cómo hacerlos cooperar con la investigación. Eso nos llevó a conocer a muchas personas, y, para ser sincero, todo sirvió. A veces había cierta sensación de que algunas cosas no eran muy ciertas, pero cruzar testimonios con pruebas nos permitió ver la historia completa.
—¿Por qué decidió investigar este tema en primer lugar?
La primera vez que vi la grabación fue bastante breve. Era diciembre del 2014 y el video tenía pocos meses de haberse hecho viral. Cuando National Geographic me contactó, lo primero que dijeron fue: “Queremos ver este crimen porque no sabemos qué es, por qué y qué los motiva”. Estaba muy entusiasmado en tomarla, me parecía muy retador, sentía que podía resolverlo e intentar que todos los responsables fueran ante la justicia.
—¿Recuerda su primera reacción al observar esa grabación?
Fue algo espantoso e impactante. Es cierto que había visto cosas así antes en mi vida y en mi trabajo. Pero visualizar algo así no deja de ser inquietante, sobre todo porque cuando había registro era porque había sido grabado accidentalmente, este fue filmado intencionalmente. Tal vez no lo hicieron con fines comerciales sino como una forma de entretenimiento. Algo importante es que tras grabarlo, el capitán o quien estaba a cargo pide que borren el video. Para ser honesto, y a pesar de lo horrible que es esa filmación, estoy feliz de que no lo hayan borrado porque fue la única prueba que nos llevó al caso y a descubrirlo.
—¿Por qué es tan importante mostrar esto en un documental?
Creo que la clave en este caso es que mostramos diferentes tipos de crímenes. Si bien la investigación gira en torno a un asesinato, ella está conectada con tres grandes temas que amenazan los mares: la pesca ilegal, la piratería y el contrabando de personas. La pesca ilegal es un tema gigante que nos afecta a todos porque genera una espiral descontrolada que puede desencadenar en asesinatos. Eso es aterrador porque ya no se trata de recursos ni de competencia, es algo que involucra vidas humanas.
—Posee el récord de llevar a cabo el mayor rescate de piratería. ¿Puede contarnos más de esa situación?
Sí, fue uno de los últimos grandes casos de piratería somalí, sucedió en el 2013. Era una época en la que los rescates escalaban rápidamente y este se trataba del secuestro de un petrolero gigante, con una tripulación de 26 personas, y fue la primera vez que estaba dirigiendo yo un rescate. Ya había trabajado en otros, pero me tocó dirigir el mayor. Eso hacía que fuera responsable de que mi equipo, el buque y yo estuviésemos a salvo hasta llevarlo a un puerto seguro. Tenía muchos nervios encima, afortunadamente todo salió muy bien.
—¿Nunca ha fallado?
Creo que en los grandes casos las cosas han salido bien porque hubo un buen plan detrás. Pero hubo un caso en el que la nave fue secuestrada y abandonada por sus dueños dejando a la tripulación ahí. Los piratas no la devolvían porque querían algo por ella y no creían que el dueño no quisiera pagar. Elaboramos un gran plan con otras agencias, parecía que todo estaba en su lugar, pero justo antes de movernos no sé si el dueño pidió que la hundieran para cobrar el dinero del seguro o los piratas decidieron hacerlo; por eso algunos de los tripulantes se ahogaron. Eso lo consideraría como un fracaso, de alguna manera llegamos demasiado tarde.
—¿Cómo son los piratas de hoy?
Ese es un punto interesante. Del término ‘piratería’ se abusa bastante para referirse desde los piratas de pesca hasta un sinfín de casos. Un pirata es frecuentemente clasificado como un bandido, un secuestrador, alguien que toma rehenes. Pero desde una perspectiva etnográfica es un término muy complejo que cambia dependiendo de la región y del tipo de táctica empleada. Ahora mismo existe un declive de casos en el Cuerno de África, pero si observamos el sudeste asiático podremos ver un tipo consistente de piratería que secuestra naves y roba el cargamento líquido, que es más difícil de rastrear. En Somalia uno veía un ataque dirigido a la tripulación y la nave, no tanto al cargamento. He trabajado en las costas del Perú y lo que se ve ahí son robos pequeños. Por eso, es algo difícil de determinar, depende mucho del tipo de objetivo que tengan y la táctica que empleen para conseguirlo.
—¿Qué otros crímenes se cometen en el Océano Pacífico?
En las costas del Perú y Ecuador hay problemas bastante importantes con la pesca ilegal y la no reglamentada. Las flotas de largo recorrido, especialmente en Asia, son un problema importante y en menos de una década puede que se conviertan en un problema para la costa oeste de Sudamérica. Además, hay enormes restos de basura, un tema importante que no ha sido suficientemente explorado.
—¿Qué hacen las autoridades internacionales para combatir estos crímenes en alta mar?
Es una pregunta que me hago todos los días. Es muy retador, las naves poseen banderas de diferentes países, tienen guardias armados de distintas nacionalidades, operan en aguas de diversas regiones y los tripulantes provienen de varios lugares. Entonces, para que la Interpol se involucre y emita órdenes de arresto necesitarían agencias especiales en cada país que primero abran oficialmente ese caso. Ante eso habrá países reacios porque tienen intereses pesqueros, otros con una reputación que cuidar y algunos que, como Somalia, simplemente no tienen la capacidad de hacerlo. Nos encontramos en la fase en la que debemos construir relaciones con ese tipo de países para asegurarnos de que tengan la capacidad o, por lo menos, la asistencia para seguir adelante. Ese es quizás el obstáculo más grande