El pasado fin de semana se realizó el séptimo consistorio de la era Francisco en sus ocho años de pontificado. Esta nueva reunión del Colegio Cardenalicio no fue un dato al margen. Además de marcar un récord para estas asambleas, el Papa nombró a 13 nuevos purpurados que afianzan su visión pastoral de la Iglesia Católica, pero sobre todo inclinan la balanza en lo que será el futuro cónclave que elegirá a su sucesor.
Así, a sus 83 años, Jorge Mario Bergoglio está preparando el terreno para lo que vendrá cuando decida dar un paso al costado, como lo hizo Benedicto XVI, o si opta por quedarse como cabeza de la Iglesia Católica hasta el fin de sus días, como marca la tradición.
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Estos 13 nuevos purpurados entran al Colegio Cardenalicio, formado por 229 cardenales. De estos, 128 son electores, es decir tienen menos de 80 años y son los que votan en el cónclave de la Capilla Sixtina.
Durante su pontificado, Francisco ha creado -es el término utilizado por la jerarquía católica- 95 cardenales, de los cuales 73 son electores. Con lo cual, Francisco ha designado al 57% de los purpurados electores.
Sin embargo, la votación en el cónclave siempre es impredecible y las cosas no funcionan solo por una correlación de fuerzas en el Vaticano. Solo para dar un ejemplo, en el 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, 113 de los 115 cardenales electores habían sido nombrados por el papa polaco. De los dos restantes, uno era Joseph Ratzinger, el futuro Benedicto XVI.
Menos europeos
Los 13 nuevos purpurados son seis italianos, un mexicano, un maltés, un español, un estadounidense, un filipino, un ruandés y uno del sultanato de Brunéi, que además es el primero en ser nombrado en este país.
Entre ellos hay párrocos, un fraile franciscano, un nuncio jubilado, un exdirector de Caritas, un predicador de la Casa Papal, algunos miembros de la curia y obispos de varios continentes. En la lista se destacan el arzobispo español de Santiago de Chile, Celestino Aós, y el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, el mexicano Felipe Arizmedi Esquivel, quien supera los 80 años y no podrá participar del cónclave.
Además, ha sido nombrado el primer cardenal afroamericano, Wilton Gregory, quien es arzobispo de la ciudad de Washington y conocido por sus posiciones progresistas a favor de la comunidad LGTBI.
Con estos nombramientos, Francisco sigue rediseñando desde adentro -y pese a sus detractores- la jerarquía de la Iglesia Católica, quitándole más peso a la visión eurocentrista y dando más importancia a las iglesias de la llamada periferia, es decir a sacerdotes de América Latina, África y Asia.
América Latina, la región con la mayor población católica del mundo, está representada por casi el 19% de los purpurados, África por el 14% y Asia por el casi 12%. Estas tres regiones del mundo ya representan el 45% del Colegio Cardenalicio, mientras que en el cónclave que eligió a Francisco sumaban el 35%.
Asimismo, aquella vez el 52% de los cardenales eran europeos, pero tras el consistorio del sábado solo el 41% proviene del Viejo Continente. Y no solo eso. El peso de Italia también ha bajado: en el último cónclave hubo 28 cardenales electores de ese país y ahora son 22.
El círculo de Francisco
De todos los cardenales designados por el Papa en los últimos años, es difícil saber cuáles forman parte de su círculo más cercano, pero sin duda la mayoría de ellos comparten con él un pasado pastoral dirigido a los menos favorecidos. Son, más o menos, ‘los pastores con olor a oveja’ que Francisco tanto ha predicado.
“Sus cardenales son sacerdotes de la calle, cercanos al pueblo, sencillos. Obviamente tienen grandes habilidades, pero su rango distintivo es la humildad”, afirmó hace un año el periodista italiano y vaticanista Fabio Marchese Ragona, autor del libro “Todos los hombres de Francisco”.
Sin embargo, se puede inferir quiénes son los purpurados con los que tiene más afinidad. Un análisis del diario español “El País” sugiere que estos están entre los siete cardenales de distintas nacionalidades que conforman el consejo que lo asesora en las reformas de la Iglesia. Ellos son el hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa; Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano; el estadounidense Sean Patrick O’Malley, arzobispo de Boston; Oswald Gracias, arzobispo de Bombay, en la India; el alemán Reinhard Marx, arzobispo de Múnich; Giuseppe Bertello, presidente del Gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano, y el congolés Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinshasa.
“Es algo desconfiado. Nunca ha tenido un equipo estrecho, tampoco en Buenos Aires”, señala a “El País” un laico que ha trabajado con Bergoglio.
“Consulta con muchos. Pero es imposible identificar un entorno particular. Escucha a mucha gente y luego toma la decisión en soledad. Es muy diferente a Juan Pablo II, que tenía un círculo muy claro. Eran los guardianes del acceso al Papa. Bergoglio no tiene nada de eso, no hay intermediarios”, explica su biógrafo Austen Ivereigh, autor de “El gran reformador”.
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