El ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, llegó este martes a Venezuela, el segundo destino de la gira que viene realizando por Latinoamérica en la que ya visitó Cuba y cerraría en los próximos días en Brasil.
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Durante su paso por Venezuela, Lavrov se reunirá con Nicolás Maduro para hablar sobre “asuntos clave” de cooperación bilateral. Además, se encontrará con su par venezolano, Yvan Gil, y con la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez.
Este nuevo encuentro de autoridades rusas y venezolanas se enmarca dentro de un profundo acercamiento entre ambos países desde que el régimen de Vladimir Putin lanzó la invasión militar sobre Ucrania en febrero del 2022.
Solo el año pasado Maduro y Putin mantuvieron dos llamadas telefónicas, Gil estuvo de visita por Rusia y altos funcionarios visitaron al país caribeño en múltiples ocasiones. Además, en octubre ambas naciones firmaron 16 acuerdos en materia energética, turística y de cooperación militar.
Un viaje de Maduro a Rusia está pendiente desde hace algunos meses y tanto Moscú como Caracas buscan que se concrete pronto. Además, Venezuela se ha confirmado a sí misma como el principal socio comercial de Rusia en la región luego de que el intercambio entre ambos países creciera un 70% en el primer semestre del 2023.
“Venezuela es un socio estratégico y aliado de Rusia. Las relaciones bilaterales basadas en fuertes lazos de amistad y solidaridad están en alza y las estamos desarrollando activamente en todas las áreas clave”, indicó la Cancillería rusa a través de un mensaje por Telegram.
- La mirada en la isla -
Tras la disolución de la Unión Soviética, Rusia volvió a centrar la mirada en Latinoamérica hacia finales de los noventa e inicios de los 2000. Durante la primera década del nuevo milenio, el régimen de Putin encontró buena acogida tanto en antiguos aliados de los soviéticos como en aquellos gobiernos antiestadounidenses que proliferaron en la región, tales como el de Evo Morales en Bolivia, Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Rafael Correa en Ecuador y, por supuesto, el de Hugo Chávez en Venezuela.
Sin embargo, en la actualidad, con el giro político en la mayoría de los gobiernos antes mencionados, la guerra desatada en Ucrania y la reciente muerte del opositor Alexei Navalny en una prisión de Siberia, los rusos habrían perdido una cuota importante de influencia en la región.
“Convendría individualizar los países a los que está visitando Lavrov. No es América Latina en general sino países que ya están en el lado ruso o que están cerca de estarlo. Cuba y Venezuela no tienen muchas alternativas aparte de Rusia. Y en Brasil parece que el rechazo ideológico o personal de Lula hacia Estados Unidos lo acerca cada vez más a Rusia. Lavrov no está intentando ganar nuevos amigos en Latinoamérica sino afianzar las relaciones con los amigos que ya tienen”, comenta a El Comercio el analista internacional Roberto Heimovits.
Reflejo de ello es que, al igual que con Venezuela, Rusia y Cuba mantuvieron una activa agenda de viajes de altos funcionarios durante el 2023. Lavrov, por ejemplo, visita la isla por segunda vez en menos de un año. El presidente de la Duma, Viacheslav Volodin, estuvo en suelo cubano hace unos meses, mientras que el primer ministro cubano Manuel Marrero hizo lo propio al visitar Moscú.
También estuvieron en la isla el asesor empresarial del gobierno ruso Boris Titov y el director de la petrolera Rosneft, Igor Sechin. En noviembre de 2022 Díaz-Canel estuvo en Rusia.
Cuba es uno de los pocos países de América Latina que se negó a condenar a Rusia por la guerra en Ucrania y siempre mantuvo la necesidad de una salida negociada.
“Cuba, sobre todo, tiene una importancia geopolítica y militar porque más allá de un poco de níquel no es una fuente importante de materia prima para Rusia. Además, debido a la pobreza y la economía cubana no es un mercado favorable”, asegura Heimovits.
Actualmente, Cuba atraviesa por una de sus peores crisis económicas de las últimas décadas, con una grave desabastecimiento de combustible que produce continuos cortes eléctricos en la isla. Y pese a que tanto Moscú como La Habana buscan resaltar el creciente intercambio comercial que mantienen, lo cierto es que los rusos no han hecho mucho por revertir dicha situación.
Desde mediados del año pasado Rusia y Cuba anunciaron un acuerdo para que la isla reciba cargamentos de petróleo y cereales desde el gigante euroasiático, además de acuerdos de cooperación en materia energética; sin embargo, a la fecha la crisis se mantiene en el país caribeño.
“Me parece difícil que Rusia pueda surtir a Cuba de combustible y cereales. Rusia está capeando el fuerte embargo de Occidente pero para la guerra necesita de todos sus recursos, además de importar municiones norcoreana y comprar componentes electrónicos bloqueados en el mercado negro. Rusia no está en condiciones de subsidiar a Cuba como lo hizo la Unión Soviética en su momento”, opina Heimovits.
Cabe mencionar, además, las denuncias que surgieron en la prensa extranjera hacia mediados del 2023 cuando revelaron que Rusia reclutaba a civiles cubanos para combatir en la guerra de Ucrania. Según el embajador Ruslan Spirin, representante especial de Ucrania para América Latina y el Caribe, Kiev estima que al menos 400 cubanos combatían por Rusia.
El diputado ucraniano Maryan Zablotskyi, por otro lado, elevaba la cifra a entre 1.500 y 3.000 cubanos. La Habana respondió asegurando que habían conseguido desarticular a una red de tráfico de personas que estaba detrás de dichos reclutamientos y condenando el mercenarismo.
- Venezuela y Brasil -
Al igual que con Cuba, el analista considera que Rusia buscaría asegurar una mejor posición geográfica de la mano de Venezuela. “Venezuela también tiene importancia geopolítica por su posición en el Caribe. Podríamos mencionar el petróleo, pero en el fondo a Rusia no le convendría que la industria petrolera venezolana resucite del estado catastrófico en el que está porque si aumenta su oferta bajaría el precio del petróleo ruso que está manteniendo a flote su economía. Quizás Lavrov está buscando atraer a Venezuela ofreciéndole apoyo en la disputa con Guyana que Maduro intenta revivir”, asegura.
Hacia finales del año pasado, Maduro revivió una disputa diplomática que encaran ambos países desde hace al menos 100 años. Un polémico referéndum en el que se consultaba a la población venezolana sobre una eventual anexión del Esequibo elevó las tensiones al punto de que Estados Unidos y el Reino Unido desplegaron elementos militares en la otrora colonia británica para disuadir a Caracas.
Para Heimovits, una intervención rusa a favor de Venezuela podría crear la percepción de que se reviven escenarios como los de la Guerra Fría, aunque aclara que la capacidad de Moscú es ahora mucho más limitada.
“Podría ser una fuente de fricción adicional entre las dos potencias. Probablemente porque Putin se siente envalentonado por la obstrucción republicana en la Cámara de Representantes de EE.UU. a enviar nueva ayuda militar a Ucrania. Putin cree que podría anotarse un punto más molestando a EE.UU. en Guyana, pero en realidad dada la distancia del Caribe a Rusia no sería una buena apuesta para Maduro contar con que puede meterse a Guyana impunemente porque difícilmente el apoyo ruso se concretará en algo sustancial”, afirma el experto.
Mientras que en el caso brasileño, Moscú buscaría mas bien el respaldo de un importante actor diplomático en medio de una masiva condena internacional por la guerra. Durante su participación como invitado en la cumbre anual de la Unión Africana en Etiopía, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva evitó culpar a Putin por la reciente muerte de Navalny.
“¿Por qué apresurarse a acusar?”, dijo el mandatario de 78 años.
“Rusia busca sobre todo el apoyo diplomático de Brasil para la guerra de Ucrania”, señala Heimovits. “En principio daría la imagen de que Rusia no está aislada y de que hay un país importante del Sur Global que los apoya. No olvidemos que ambos forman parte de los BRIC’s, pero tampoco que de los cuatro miembros originales están creciendo India y China mientras que los rusos y brasileños tienen tasas de crecimiento muy inferiores. El apoyo sería diplomático, pero en términos concretos Brasil no podría hacer mucho”.
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