Michael (izquierda) es el protagonista de esta historia. Foto: BBC Mundo
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Tu teléfono móvil te vigila. O te cuida, según por donde lo mires.

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Lo mismo ocurre con tus vecinos y los sistemas de control por complejos residenciales, o con las miles de cámaras que pueblan la ciudad y que ahora también son capaces de tomar tu temperatura corporal a la vez que caminas.

Son algunas de las herramientas clave que ha utilizado en su lucha contra el y que desde hace pocos meses forman parte de la vida cotidiana de sus habitantes.

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Michael Zárate lo sabe bien: este periodista peruano de 41 años, con casi 7 en Beijing, ha sido testigo directo de los recientes cambios tecnológicos y sociales en el país, al que hoy se mira en busca de respuestas.

Su vida en la megalópolis china, asegura Zárate, "es una ventana al futuro".

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Aquí lo explica él mismo, en un relato en primera persona.

Mi vida ha cambiado bastante.

En Beijing no ha habido una orden para permanecer en las casas. Nunca hubo una cuarentena como lo que se está viviendo en Perú, por ejemplo.

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La gente, por su propia voluntad, decidió permanecer en las casas, pero yo pude salir todos los días y ser testigo de cómo fue cambiando el panorama de la ciudad en los meses de febrero, marzo y abril, y eso ha sido uno de los recuerdos que se van a quedar en mí para siempre.

Beijing es una ciudad en la que nosotros hemos vivido prácticamente con la conciencia de saber que estamos siendo observados por numerosas cámaras que hay en toda la ciudad.

Lo curioso es que, conversando con la gente en Beijing, mi percepción es que la mayoría está de acuerdo con eso.

A diferencia de nuestros países, donde un sistema de vigilancia a ese nivel generaría por lo menos polémica y protestas en ciertos o muchos sectores de la población, creo que aquí la población china está bastante dispuesta a aceptar eso y más aun por la situación que hemos vivido.

De hecho, la tecnología ha sido uno de los factores decisivos para que China, por lo menos en esta primera fase, haya logrado superar esa peor parte de la pandemia.

Lo de los códigos QR ha sido el mayor cambio que he podido sentir.

Para mí, básicamente ha habido dos esenciales.

Uno de ellos creo que ya está desfasado: es un código que se puede activar con el WeChat [el WhatsApp chino] y demuestra que has estado en Beijing los últimos 14 días, que son esos 14 días donde los síntomas del covid-19 pueden aparecer.

Como forma de protección, en algunos locales o restaurantes, sobre todo hace un mes, te lo pedían para poder ingresar.

Pero digo que ya podría quedar desfasado porque en los últimos días se han levantado algunas alertas en China y gente de otras provincias ya puede venir a Beijing sin necesidad de pasar una cuarentena de 14 días, que era la situación por la cual se había estipulado este código.

El segundo código, que ya lo veo mucho más establecido en muchos restaurantes en los últimos días e incluso para yo poder ingresar a mi centro de trabajo, es un mini programa que se llama health kit [kit de salud], que también se puede activar en WeChat.

Es muy fácil. Han creado una aplicación en chino y en inglés.

En él, aparece la página principal de mi pasaporte y hay un mensaje que ahora dice "no abnormal conditions", que quiere decir que no tengo ninguna condición anormal.

Significa que no he estado en contacto con personas que han presentado síntomas.

Todo funciona a través del teléfono móvil.

Si, por ejemplo, has estado en contacto con personas que han presentado síntomas de covid-19, el sistema lo va a saber. Si has estado en un lugar donde ha habido un brote de covid-19, el sistema lo va a saber, precisamente porque tu teléfono ha estado ahí.

Ese es el código que están pidiendo ahora en muchos de los restaurantes. Si no, no puedes entrar.

Y ya te digo que para poder ingresar a mi oficina también tengo que presentarlo, además de otros requisitos como la toma de temperatura, rellenar siempre los datos en un registro…

Eso pasa también en los supermercados… Siempre hay quien te toma la temperatura con esas pistolitas y tú tienes que escribir tu nombre, tu pasaporte, tu teléfono móvil y el grado de temperatura que te han sacado.

La relación con los vecinos

Otro de los aspectos que más ha cambiado en Beijing es el de los condominios.

Acá en este compound no podemos recibir visitas, o sea, solamente ingresan las personas que viven en mi edificio.

Más o menos a mitad de febrero distribuyeron a todos los residentes una tarjeta para ingresar.

Tú muestras esta tarjeta al guardia y el guardia la ve y te toma la temperatura.

Luego te muestra la temperatura y tú entras al compound. Porque si tienes fiebre, ya se entera todo el mundo.

Por esa y otras razones es que es muy usual que a mí me tomen la temperatura ocho o nueve veces al día, porque entre que voy a dos o tres supermercados, entre que me veo con un amigo para tomar un café o almorzar en un restaurante, entre que voy a la oficina y entre que regreso a mi condominio, pues ya te imaginarás...

El asunto de los condominios es muy interesante porque no hay una norma para todos.

Hay una suerte de federalismo: cada condominio aplica las normas que cree conveniente. Y eso ha sido caóticamente interesante.

El mío, por ejemplo, es un condominio severo, pero, por ejemplo, yo tengo una amiga mexicana en cuyo edificio incluso han impuesto un toque de queda a las 10 de la noche.

Tienes que ingresar antes de las 10 de la noche al condominio, porque si no, tienes que llamar a un teléfono móvil para que alguien venga y te abra la reja.

Pero también conozco el caso de otra amiga, cuyo comité vecinal son personas mucho más amables y aceptan visitas.

Te hacen registrarte y la toma de temperatura, pero incluso te reciben con una sonrisa. A diferencia de otros condominios, donde te ven con cara de pocos amigos cuando no eres residente.

Uno puede tener una opinión válida a favor o en contra del sistema chino, pero yo como habitante, como testigo acá, si tengo que sacarme el sombrero por alguien es por la gente, por los comités vecinales.

Según lo que he visto, ha habido un trabajo, una organización, una meticulosidad y una preocupación que la verdad me ha sorprendido.

Cada vez que uno va a un compound no solamente está el guardia, hay voluntarios y personas mayores que están ahí conversando. Siempre ves en cada compound mucha gente, más de tres personas reunidas, conversando, jugando.

Entonces se originan unas pequeñas cofradías. En todos los compounds ves un paisaje similar.

Otros tiempos, más control

Es lógico sentirse más controlado, cuando te toman ocho veces la temperatura y cuando tu teléfono móvil está en varios registros.

Yo no lo tomo tan mal porque, repito, es una situación de emergencia en la que estamos acá y la tecnología es uno de esos factores que ha permitido superar lo peor hasta el momento. Siempre incido en "hasta el momento".

Pero claro, la vida pues cambia.

Ahora, por ejemplo, cuando me reúno con algunos amigos, ya sea para comer en un restaurante, hay que tener un poquito de paciencia porque los restaurantes están a un 30 % o un 40 % de su capacidad. No aceptan un gran número de comensales.

Muchas veces hay que esperar el turno.

Michael en un restaurante de comida de Wuhan, en Pekín, disfrutando de un platillo de "reganmian", el platillo emblemático de dicha ciudad china, el pasado 4 de abril. Foto: BBC Mundo
Michael en un restaurante de comida de Wuhan, en Pekín, disfrutando de un platillo de "reganmian", el platillo emblemático de dicha ciudad china, el pasado 4 de abril. Foto: BBC Mundo

Hay restaurantes que son mucho más rigurosos en las medidas. Pero en líneas generales diría que la gran mayoría aplica medidas de prevención contra el covid-19: el distanciamiento social, todos los camareros con mascarillas, te ofrecen gel o líquido desinfectante…

Hace hace dos semanas, estaba en un restaurante de hamburguesas, tuve que esperar unos 15 minutos para poder ingresar después de haber activado el código QR que mencionaba.

Cuando me sentaba a la mesa -yo estaba con otra persona más- vi que era cuatro. Las mesas para cuatro debían ser para dos personas; las mesas para seis, eran para tres. Más o menos esa era la proporción.

Y en esta mesa para cuatro nos dijeron que no podíamos estar uno mirando al otro, sino que debíamos sentarnos en las esquinas opuestas de la mesa, como en diagonal.

O sea esos almuerzos donde podíamos reunirnos 10 ó 12 personas… ahora es impensable.

Todos los supermercados y todos los espacios públicos tienen además una línea amarilla, que es para que tú hagas la fila a la respectiva distancia. Esa fue una de las cosas que también aprendimos a respetar.

La primera vez que me pasó fue en el zoológico, donde estaban muy claras las líneas tanto para pagar el billete de ingreso como para ingresar a cada ambiente o cada espacio.

Hemos estado ya incorporando algunos hábitos que nos permiten sentirnos un poco más seguros.

Si bien es cierto, como decíamos al inicio, [que te sientes] mucho más observado, a la vez también [sientes] la sensación de seguridad y de ir cambiando algunos hábitos, al menos hasta que se halle una vacuna...

Volver al transporte público

Recuerdo el mes de febrero cuando todos los amigos me decían 'no vayas al metro'.

Todo el mundo tenía miedo de subirse al metro. Y bueno, sabes que cuando te dicen no a algo, lo haces… Eso es lo que nos pasa a nosotros, los periodistas.

Parecía una escena de película: todos los guardias y el personal del metro ataviados como si fueran caminantes lunares.

Ahora, por ejemplo, en las estaciones de metro, hay una gran cámara infrarroja que a medida que te vas acercando a pasar la tarjeta ya va tomando tu temperatura.

El transporte público en febrero fue verdaderamente una aventura. Recuerdo también haber subido a los buses.

Estos han funcionado siempre. Desde febrero veías a los buses pasar, pero todos estaban vacíos. Solamente veías al conductor del bus y al guardia, porque en Beijing todos los buses tienen un guardia adentro.

Una vez subí con una compañera de trabajo. Y como era la primera vez que subíamos a un bus, nos quisimos sentar juntos y el guardia del bus nos dijo: ‘No, no pueden’.

Nos separó, éramos los únicos pasajeros en ese bus y teníamos que estar distanciados.

Ahora el transporte es casi normal, en afluencia.

Lógicamente nada es como antes. Ya las personas se pueden sentar de a dos, pero, eso sí, todos con mascarillas.

El retorno a la oficina

La oficina y la revista para la que trabajo nos da una cuota de mascarillas y de guantes, pero los guantes no los he usado.

Si te soy sincero, porque me pareció un poco mucho y la verdad para el quehacer periodístico usar guantes es un poco incómodo.

He usado siempre mascarilla. Llevo siempre el gel y me he preocupado por mantener sobre todo la distancia.

En febrero y marzo, básicamente iba a la oficina a tener reuniones de editores y se hacían en un auditorio grande donde nunca habíamos hecho una reunión; esos auditorios donde se celebraban festividades, inmensos, donde estábamos separados. Teníamos 5 ó 6 metros el uno del otro.

Recuerdo que el fotógrafo de la revista para el que trabajo estaba muy ataviado, muy escrupulosamente protegido contra cualquier posibilidad de ser infectado. Me llamó mucho la atención. Parecía casi un astronauta.

Estaba el diseñador porque estábamos viendo la última edición de la revista. En un PowerPoint nos iba explicando la revista y el diseño… Tratamos de hacer la reunión lo más corta posible.

Ese fue más o menos el protocolo.

Para reuniones como a las que acabo de asistir, ya las medidas fueron mucho más relajadas.

Pero eso también estuvo acompañada por las cifras, por la situación de mejora que se pudo percibir aquí en Beijing. Volvimos a hacer las reuniones en una sala grande también, pero todos con mascarilla.

Obviamente, la distancia de un metro, metro y medio entre cada persona, y lo más corto posible.

Una ventana al futuro

China tiene una ventaja, que es el comercio electrónico, el pago por teléfono móvil.

Todo lo hacemos con el teléfono: pagar absolutamente todo, desde lo más barato hasta hasta los pedidos más exorbitantes.

El comercio electrónico está tan avanzado acá que no fue un problema establecer en algunas regiones del país, no en Beijing, un periodo de cuarentena, porque la gente podía hacer sus pedidos online y el kuaidi,, que es el repartidor, llevaba los productos a la puerta de tu casa.

De hecho, es un hábito muy arraigado en el consumidor chino. Cada vez son más las personas que prefieren pedir lo que aquí se llama waimai, que es comprar el platillo del restaurante y comerlo en casa.

Yo pienso en mi país, en Perú, donde el comercio electrónico no está tan desarrollado como aquí en China, y entonces hacer que la gente pase una cuarentena encima severa como lo que está pasando ahora en Perú, creo que origina problemas, porque la gente no está habituada a hacer compras por internet y eso es clave para una situación de emergencia como ésta.

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[La vida en Beijing] es como una ventana al futuro que nos espera. Al futuro inmediato.

Todas estas medidas que se están tomando es lo que de alguna manera se aplicara en otros países en mayor o menor medida.

El asunto de las mascarillas es una muestra de eso. ¿Recuerdas cuánto debate se originó en nuestros países sobre si era conveniente o no era conveniente, sobre si era exagerado o no servía el uso de las mascarillas?

Y ahora en muchos de nuestros países es obligatorio.

De alguna manera tenemos que ser conscientes de que ahora vamos a tener que tomarnos mayores tiempos para prever todos estos pasos que vamos a tener que ir adoptando…

Imagina todos los controles que tendremos que pasar de ahora en adelante para abordar un avión.

Yo ahora puedo salir de China porque no todos los países han cerrado sus fronteras, sobre todo aquí en Asia. Pero no puedo ir a Estados Unidos, no puedo ir a Perú.

No puedo ir a muchos países de América Latina. Entonces no es muy sensato por ahora abordar un vuelo.

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Para mí, la situación ahora es de atención y preocupación por lo que está pasando en el otro lado del planeta.

Recuerdo que en febrero más bien la preocupación era de mi familia por mi situación en China. De hecho, mis padres alguna vez me sugirieron que viera la posibilidad de regresar a Perú.

Yo preferí no hacerlo esa vez.

Y ahora la situación se ha invertido. Mi preocupación está con ellos.

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¿Qué es el coronavirus?

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden causar diferentes afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV).

El coronavirus descubierto recientemente causa la enfermedad infecciosa por coronavirus COVID-19. Ambos fueron detectados luego del brote que se dio en Wuhan (China) en diciembre de 2019.

El cansancio, la fiebre y la tos seca son los síntomas más comunes de la COVID-19; sin embargo, algunos pacientes pueden presentar congestión nasal, dolores, rinorrea, dolor de garganta o diarrea.

Aunque la mayoría de los pacientes (alrededor del 80%) se recupera de la enfermedad sin necesidad de realizar ningún tratamiento especial, alrededor de una de cada seis personas que contraen la COVID-19 desarrolla una afección grave y presenta dificultad para respirar.

Para protegerse y evitar la propagación de la enfermedad, la OMS recomienda lavarse las manos con agua y jabón o utilizando un desinfectante a base de alcohol que mata los virus que pueden haber en las manos. Además, se debe mantener una distancia mínima de un metro frente a cualquier persona que estornude o tose, pues si se está demasiado cerca, se puede respirar las gotículas que albergan el virus de la COVID-19.

¿Cuánto tiempo sobrevive el coronavirus en una superficie?

Aún no se sabe con exactitud cuánto tiempo sobrevive este nuevo virus en una superficie, pero parece comportarse como otros coronavirus.

Estudios indican que pueden subsistir desde unas pocas horas hasta varios días. El tiempo puede variar en función de las condiciones (tipo de superficie, la temperatura o la humedad del ambiente).

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