La era Trump llega a su término dentro de tres días. No prosperaron sus reclamos, sin evidencia alguna, de que se cometió fraude electoral, y los demócratas volverán a la Casa Blanca de la mano de Joe Biden.
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Andrés Oppenheimer, escritor, columnista del “Miami Herald” y El Comercio, y conductor del programa “Oppenheimer presenta” por CNN en Español, además de autor del libro “¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la automatización”, realiza un apretado balance del cuatrienio en el que el polémico magnate estuvo al frente del país más poderoso del planeta.
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—¿Se dirá cuando se hagan los libros más adelante que en la historia de Estados Unidos hay un antes y un después de Trump?
Espero que no, espero que sea visto como una aberración o como un asterisco en la historia de Estados Unidos. Donald Trump ha sido el presidente más errático y mentiroso, y la mayor amenaza a la democracia en la historia reciente de este país. Toda su carrera profesional ha estado basada en la mentira y en el culto a la personalidad.
—Ya sabiéndose eso, fue elegido a fines del 2016...
Había un racismo latente, que Trump alimentó para su propio beneficio, y un hartazgo de la clase política. A ello se sumó algo de lo que hablo en mi libro más reciente: el creciente enojo de parte de la población por la creciente automatización del trabajo. Uno de los principales motivos subterráneos detrás del movimiento antisistémico que llevó a Trump al poder es que cada vez más trabajos de la clase manufacturera están siendo reemplazados por robots y la inteligencia artificial, lo que se suma a la falta de capacitación de muchos trabajadores para beneficiarse de esta ola tecnológica.
—Con todo ello...
Con ese panorama, muchos identificaron erróneamente a Trump como el salvador de la patria, y en lugar de eso acabó convirtiéndose en uno de los presidentes más desastrosos de este país.
—¿Y cómo tomar que haya cosechado más de 74 millones de votos en los últimos comicios?
Sigue reflejando el enojo de esa porción de la población con la falta de respuesta del país a los desafíos de la automatización del trabajo y de una mayor equidad, sumado ello al racismo latente del cual hablé y que él atizó.
—Para sus bases, Trump termina yéndose como una víctima en vez de como un perdedor...
En América Latina conocemos muy bien el fenómeno de los demagogos populistas, y Trump ha sido como uno de ellos. Igual que estos, no quiere salir del gobierno como un perdedor, y entonces propagó esta gran mentira de que hubo fraude en las elecciones, una mentira que ha llevado a gente a morir en el Capitolio hace unos días.
—Con alegaciones que no hallaron eco en los entes electorales ni en la justicia.
No solo los entes electorales bipartidistas de todos los estados en disputa. Casi 60 tribunales, muchos de ellos dirigidos por jueces conservadores, el propio vicepresidente Pence y la Corte Suprema –con tres jueces nombrados por Trump– han dictaminado que no hubo ninguna evidencia de fraude. Él quiere irse como una víctima en lugar de un perdedor; le importa un comino la democracia, le importa un comino el sistema de pesos y contrapesos, y el estado de derecho. Ha sido una gran tragedia para este país.
—Quienes defienden a Trump, y no me refiero a los extremistas, dicen que hay que separar al personaje polémico de las cifras y logros económicos antes de la pandemia...
Las estadísticas se pueden ver como uno quiera. Trump se benefició de una subida económica que empezó en el 2009 con Obama y simplemente continuó con esa ola. Pero yo creo que cualquier logro queda opacado con la mayor tragedia del gobierno de Trump: el pésimo manejo de la pandemia.
—Los trumpistas arguyen que la sanidad está, esencialmente, en manos de cada uno de los estados.
Ese es un argumento que no se sostiene. Lo que hizo Trump fue renegar de su responsabilidad primera como presidente, cual es cuidar de la salud de sus ciudadanos. Desde el principio se negó a usar cubrebocas y hasta se reía de quienes las usaban. Que luego de eso le tire el fardo a los estados solo refleja el caos total que supuso su gestión en esta emergencia.
—En política exterior, sus defensores destacan un “papel prudente”, que no se metió en guerras y que ha acercado a Israel con los países árabes. ¿Concuerda con algo de eso?
Concuerdo en que ha jugado un rol positivo en el Medio Oriente, pero esto no significa aún la paz definitiva, sigue pendiente el tema de los palestinos. Tuvo el acierto de promover las relaciones entre Israel y los países árabes, pero todo lo demás que hizo fue negativo para Estados Unidos.
—¿Por ejemplo?
Abrazó al dictador de Corea del Norte sin lograr absolutamente nada más que una foto que empoderó a Kim Jong-un. También empoderó a Putin en Rusia y a Xi Jinping en China, y se alejó de la orientación central multilateral en política exterior estadounidense.
—¿No cree entonces que, como dice Trump, fue el único que plantó cara a Xi y su política expansiva?
Trump ha dicho de todo y para todos los gustos. El mismo día del asalto al Capitolio les dijo a los miembros de sus turbas que los quería mucho, y esta semana dijo que esas hordas no lo representan. Trump dice cualquier cosa. Con respecto a Xi, dio muchísimas declaraciones a favor de él a principios de la pandemia; hasta lo felicitó.
—¿Cómo queda el Partido Republicano de cara al 2024? ¿Acaso preso de Trump y atado a su innegable popularidad?
Vamos a ver, esa es la gran pregunta que todos nos estamos haciendo. Pero ojo que irónicamente Trump terminó siendo un desastre no solo para el país sino para su partido. Los republicanos han perdido la Casa Blanca y el Senado. Tampoco tienen la Cámara de Representantes, así que el presunto salvador del Partido Republicano resultó siendo su destructor. Pero ya vemos cambios. El aliado principal de Trump en el Senado en estos cuatro años, el líder de la mayoría Mitch McConnell, que había sido su perrito faldero, ahora dice que está contemplando votar en contra de él en el juicio político.
—¿Será solo para la tribuna o en serio él y otros más votarán de esa forma?
Por lo que me han dicho funcionarios republicanos en privado, la mayoría de ellos quiere sacarse a Trump de encima. El tema es que Trump los tiene atemorizados con azuzar a sus bases para votar en contra de ellos en las próximas elecciones. Así pues, lamentablemente muchos republicanos están anteponiendo sus carreras políticas personales a la defensa de este país.
—En estos últimos días se ha desatado toda una polémica por la decisión de las redes sociales de vetar y suspender las cuentas de Trump. ¿No tendrá ello un efecto búmeran que acabará victimizándolo?
Es un dilema muy serio y hay argumentos muy sólidos desde ambas partes. Por un lado, es técnicamente erróneo llamar censura a lo ocurrido, porque cuando Trump se registró en Twitter aceptó las reglas de una empresa privada que tiene derecho a publicar o no lo que se le antoje. No es lo mismo que sea un gobierno el que censure una información o una comunicación del presidente.
—El presidente ejecutivo de Twitter, Jack Dorsey, ha señalado que vetar a Trump fue una decisión correcta, pero que sienta un precedente peligroso.
Ahí voy. Por el otro lado, el hecho de que uno, dos o tres magnates de redes sociales tengan en sus manos la decisión de qué debemos o no leer también presenta problemas. Pero, en general creo que la ola de desinformación en las redes sociales hay que combatirla.
—¿Piensa, sobre todo, en Donald Trump al decir ello?
Pienso desde los terraplanistas hasta los antivacunas, pasando por los tipos delirantes de Qanon y quienes propalan teorías conspirativas ridículas. La mentira incita y abre campo a los demagogos y autoritarios, y así empezaron los grandes desastres de la humanidad. Hay que poner freno a las mentiras.
—¿Más allá de lo que pueda ocurrir con el juicio político y una eventual inhabilitación al mandatario saliente, cómo ve la posibilidad de que Trump vuelva a postular en el 2024?
Es cierto que está tratando de promocionar su figura para esos próximos comicios, y muchos de mis colegas creen que lo va a lograr. Yo no estoy muy seguro. Muchos republicanos como McConnell o como Liz Cheney y los otros nueve congresistas que votaron en contra de Trump el miércoles último ya le perdieron el miedo.
—Pero aún cuenta con un capital político importante.
Una vez ocurrido el cambio de gobierno y cuando los republicanos tomen conciencia de que debido a Trump perdieron la Casa Blanca y el Senado, se darán cuenta de que tienen más que perder que de ganar tolerándolo como líder del partido.
—Los trumpistas radicalizados, sin embargo, van a continuar expectantes...
Locos y extremistas hay en todos los países. El problema es cuando se tiene a alguien en la presidencia que los incita y azuza, pues se sienten empoderados. Una vez que muchos de los extremistas que asaltaron el Capitolio pasen un buen tiempo en la cárcel, como debe ser, y otros lo vean, la tentación antidemocrática no desaparecerá pero sí va a disminuir.
Juicio Político
Ruido para los primeros días de Joe Biden
—¿Cree posible que el juicio político aprobado derive en la inhabilitación futura de Trump para ejercer cargos políticos?
Existe un gran debate entre los expertos constitucionalistas sobre si ello podría producirse en las próximas semanas, ya con Joe Biden en el poder. Vamos a ver qué pasa. Tengo la impresión de que más que por el Senado, esto puede ser decidido por la Corte Suprema.
—¿No supondrá este juicio un motivo de distracción no deseado durante los primeros días o semanas de Biden en la Casa Blanca?
Sí, puede ser. Joe Biden tiene ahí un dilema bastante complicado. Y es que, por un lado, tiene que entrar fuertemente con su plan de estímulo económico y de lucha contra el coronavirus, sobre todo después del desastre que le deja su antecesor, pero por el otro no puede dejar impune el peor atentado a la democracia en la historia reciente de Estados Unidos.
—¿Cómo manejará entonces tal situación?
Me parece que su gobierno va a arrancar con dos pedales y hacer ambas cosas al mismo tiempo, probablemente tomando distancia del juicio político y dejando que el Senado demócrata se encargue, mientras él pone el acento en su programa de combate al COVID-19 y el plan de estímulo para recomponer la economía del país.
—¿Cuánto le va a costar a Biden restañar las heridas agudizadas en los cuatro años precedentes?
Es la pregunta que nos hacemos todos en un país tan polarizado. Ninguna nación puede erradicar por completo el racismo, pero insisto en que no tener a alguien que desde la Casa Blanca, vía Twitter o con discursos, incite al racismo y a la división va a ser un gran paso adelante, un respiro de alivio para todos los estadounidenses, en especial las minorías.
— ¿Y volver a recuperar la confianza de los aliados y socios europeos?
Creo que Biden tiene una mejor opción de lograrlo que los republicanos. Posee cierta autoridad moral para poder hacerlo y recomponer esas relaciones.
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