Es un día típicamente ajetreado en “Little India” (o la pequeña India), una zona de Queens, en Nueva York, que muchos inmigrantes del sur de Asia consideran su hogar. Pero las cosas están mucho más tranquilas en el Mercado de Carne Al Noor, una carnicería halal local en la calle 73.
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No es el covid-19 lo que mantiene alejados a los compradores, sino el precio de la carne, que últimamente ha aumentado considerablemente en Estados Unidos.
Shakeel Anjum, un carnicero de la tienda de 36 años, dice que el costo mayorista de la carne de cabra ha subido de alrededor de US$8 a US$10 la libra (aproximadamente medio kilo), mientras que la carne de res ha subido de US$5 a US$6.
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“Cuando la carne está cara, la gente come menos”, dice, y agrega que la tienda ha subido sus propios precios para hacer frente a este aumento. “El negocio va muy lento”.
Según su compañero de trabajo Raza Jawed, de 50 años, los culpables son los grandes proveedores. “Se han unido y han subido los precios”, señala. “No podemos hacer nada, ellos tienen todo el poder”.
Medidas de ayuda
Desde los automóviles hasta la ropa, el costo de vida ha aumentado para los consumidores estadounidenses desde que se reabrió la economía.
Sin embargo, los precios promedio de la carne se han incrementado de manera inusualmente pronunciada: la carne de res ha subido un 14% desde diciembre de 2020, la carne de cerdo un 12,1% y la de aves de corral un 6,6%.
Los consumidores están cada vez más preocupados por el aumento del precio de los comestibles y la Casa Blanca se ha comprometido a actuar.
Parte del problema, dicen, es que algunas grandes empresas procesadoras de carne dominan el suministro estadounidense, lo que les permite cobrar lo que quieran.
En una orden ejecutiva en julio, el presidente Joe Biden prometió US$500 millones en préstamos y subvenciones federales para ayudar a nuevos procesadores de carne a ingresar al mercado y competir con los grandes jugadores del sector, en un intento por reducir los precios.
El gobierno está investigando la “fijación de precios” en la industria de procesamiento de pollos (que ya ha dado lugar a una multa de US$107 millones para Pilgrim’s Pride, un proveedor con sede en Colorado). Y planea endurecer las leyes que rigen la competencia en la industria cárnica.
Sin embargo, los principales procesadores dicen que el gobierno los está “usando como chivo expiatorio” y que ha entendido mal los “fundamentos” del mercado.
Preocupación histórica
La preocupación por los precios de la carne no es nada nuevo en EE.UU. En 1921, el presidente Woodrow Wilson aprobó la Ley de empacadores y corrales (que todavía está en vigor) para controlar a los grandes procesadores de carne que, según se informó, controlaban los precios de manera similar.
Y en 1973, el presidente Richard Nixon impuso topes al precio de la carne de res, cerdo y cordero a medida que se disparaba el costo de vida.
Estas medidas tuvieron un éxito limitado y, desde la década de 1980, la industria de procesamiento de carne se ha consolidado mucho a medida que los reguladores han luchado por mantenerse al día con un sector que cambia rápidamente.
Solo cuatro gigantes -JBS, Cargill Meat Solutions, Tyson Foods y National Beef Packing Co- controlan entre el 55% y el 85% del mercado, dependiendo del tipo de carne. En los años 70 y 80, las cuatro mayores empresas de envasado controlaban solo entre el 25% y el 35%.
La Casa Blanca dice que esto les da demasiado poder, no solo sobre lo que cobran a los minoristas y restaurantes, sino también sobre lo que pagan a los agricultores por el ganado.
Pandemia
Esto llegó a un punto crítico durante la pandemia, ya que la demanda de carne por parte de los consumidores alcanzó niveles récord debido a que la gente hacía acopio.
Los precios al por mayor de la carne se dispararon y los precios del ganado o las aves de corral cayeron, dejando a algunos agricultores sin poder obtener ganancias.
Mientras tanto, los procesadores más grandes han visto ganancias y márgenes récord, o casi récord, lo que ha llevado a la Casa Blanca a acusarlos de “especulación pandémica”.
“Desde la década de 1980 hemos tenido concentración sin supervisión [en la industria de procesamiento] y eso es un problema”, dice Joshua Specht, historiador ambiental de la Universidad de Notre Dame en Indiana. “Los empacadores de carne están captando cada vez más dólares del mercado de alimentos estadounidense”.
La industria niega rotundamente las afirmaciones, diciendo que los aumentos de precios no se deben a la consolidación. En cambio, culpa a los problemas de la cadena de suministro relacionados con la pandemia, incluida una severa escasez de mano de obra que llevó al cierre de plantas el año pasado.
“Múltiples sacudones sin precedentes en el mercado, que incluyen una pandemia mundial y condiciones climáticas severas, llevaron a una caída inesperada y drástica en la capacidad de los procesadores de carne para operar a plena capacidad”, aseveró Tyson Foods en un comunicado el mes pasado.
“Esto llevó a un exceso de oferta de ganado vivo y una oferta insuficiente de carne de res, mientras que la demanda de productos de carne de res estaba en su punto más alto. Por lo tanto, como resultado, el precio del ganado cayó, mientras que el precio de la carne aumentó. Hoy, los precios pagados a los productores de ganado están aumentando”.
Esperanzas
Ganaderos como Brett Kenzy no están convencidos. Él piensa que simplemente no hay suficientes empresas de procesamiento para comprar su ganado, lo que a veces lo obliga a aceptar la única oferta que recibe. Como otros, también sospecha que la industria de la “gran carne” trata intencionalmente de mantenerlo así, afirmaciones que los procesadores niegan.
El agricultor, que cría más de 3.000 cabezas de ganado en Dakota del Sur, aprueba con satisfacción los planes del gobierno de Biden para hacer que el sector sea más competitivo.
Dice que la tendencia de “ganado barato y carne cara” está afectando a su rancho desde 2015.
“Ha sido muy difícil”, cuenta. “Hemos visto algunos puntos de rentabilidad en los últimos años, pero también pérdidas enormes. Estamos apenas aguantando”.
Como otros, el hombre de 49 años ha pensado en vender, pero una cierta terquedad lo detiene. El rancho ha pertenecido a su familia por cuatro generaciones y quiere pasárselo a sus hijos.
“Tengo que mantener la esperanza de que podamos encontrar una solución”, expone.
R-Calf USA, un grupo que representa a los ganaderos independientes, ahora está demandando a los cuatro grandes procesadores de carne, acusándolos de conspirar para reducir el precio del ganado para aumentar sus ganancias.
Tyson calificó las afirmaciones de “infundadas”, mientras que Cargill dijo que “carecen de mérito”.
R-Calf USA dice que los problemas de precios están acelerando el cierre de granjas de ganado en EE.UU., donde cerca de 17.000 cierran cada año porque no son lo suficientemente rentables.
“Esto está haciendo que se vacíen nuestras comunidades rurales y dificultando la recuperación tras la pandemia de covid”, señala el director ejecutivo Bill Bullford.
¿Funcionarán los planes de Biden?
El gobierno de Biden está avanzando con sus planes.
En septiembre, dijo que otorgaría US$1.400 millones de ayuda adicional a pequeños productores, procesadores, distribuidores, mercados de agricultores, procesadores de productos de mar y trabajadores agrícolas y de alimentos afectados por la covid o el clima extremo, para hacer que la cadena de suministro de alimentos de EE.UU. sea más resistente.
También ha comenzado a trabajar con el Congreso para mejorar la transparencia en torno a los precios del ganado.
Sin embargo, algunos comentaristas dudan de que los planes funcionen y advierten que los procesadores de carne más pequeños nunca podrán competir con los gigantes que pueden gastar más que ellos.
Tampoco es probable que los US$500 millones para financiar a los nuevos participantes en el mercado lleguen lejos sin una mayor inversión privada.
Glynn Tonsor, economista agrícola de la Universidad Estatal de Kansas, agrega que “múltiples cosas” afectan los precios de la carne con el tiempo, no solo la consolidación. Él espera que los altos precios actuales bajen gradualmente por sí mismos.
Sin embargo, Josh Specht da la bienvenida a la intervención del gobierno, diciendo que está buscando “un nuevo enfoque” para un problema antiguo.
“Los ganaderos se han estado quejando de esto durante 100 años, y ahora los consumidores están siendo golpeados, lo que lo ha elevado a un lugar destacado en la agenda política”.
“La administración está tratando de cambiar una industria enormemente poderosa y una parte enormemente importante de la economía de EE.UU. y eso va a llevar tiempo”.
Kenzy también cree que el gobierno está en el camino correcto, solo espera que lo siga.
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