La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, sostiene el mazo en el aire el día de apertura del 117o Congreso en el Capitolio de los Estados Unidos en Washington, D.C.  (Bill Clark / Pool vía REUTERS).
La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, sostiene el mazo en el aire el día de apertura del 117o Congreso en el Capitolio de los Estados Unidos en Washington, D.C. (Bill Clark / Pool vía REUTERS).
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Agencia EFE

La demócrata , recién elegida como presidenta de la Cámara de Representantes de , ha demostrado ser una líder astuta con una magnífica destreza para medir los tiempos políticos y para ganarle en su propio juego al presidente saliente,.

Pelosi comenzó este domingo el que posiblemente será su ultimo mandato de dos años con el objetivo de servir de ancla en el Congreso para el presidente electo, Joe Biden, quien tomará posesión el 20 de enero y necesitará a la mayoría demócrata de la Cámara de Representantes para sacar adelante sus iniciativas.

Aún no se sabe qué partido controlará el Senado, ya que todo depende de las elecciones del 5 de enero en Georgia, donde se elegirán a los dos congresistas de ese estado para la Cámara Alta.

A la espera de esos resultados, Pelosi revalidó este domingo su posición como una de las mujeres más poderosas de Washington al ser reelegida como presidenta de la Cámara de Representantes, puesto que ocupó entre 2007 y 2013 y para el que fue elegida en 2019 con la misión de ser el principal rostro de la oposición a Trump.

Pelosi, con décadas de experiencia a sus espaldas, no decepcionó a los demócratas: se enfrentó al gobernante sin ningún miedo y le ganó en su propio juego al transformar sus ataques e insultos en redes sociales en emblemas políticos para su propio beneficio y el de sus correligionarios.

Por ejemplo, en octubre de 2019, después de una tensa reunión sobre Siria, Trump cuestionó la salud mental de Pelosi y aseguró que había tenido un “colapso total” durante el encuentro, al mismo tiempo que tuiteó una fotografía de ella de pie y señalando al mandatario.

Pelosi no desaprovechó la oportunidad y colocó la imagen como su foto de portada en Twitter.

La imagen, que ganó una gran popularidad en internet, se convirtió en todo un símbolo para los simpatizantes de Pelosi, que alabaron la determinación con la que la líder demócrata -la única mujer en la reunión- se alzó contra Trump mientras los asesores del mandatario y los otros legisladores demócratas permanecían sentados.

Otro gran momento para la demócrata, representante de California, se produjo en enero de 2020 durante el discurso sobre el Estado de la Unión de Trump ante ambas cámaras del Congreso.

Cuando el discurso acabó y mientras los republicanos aplaudían a rabiar, con un gesto de desdén, Pelosi agarró las páginas con la copia del discurso de Trump y las fue rompiendo en dos a una altura suficiente para que lo captaran las cámaras de televisión, en una señal de su amarga relación con el presidente.

Cuando los periodistas le preguntaron luego por qué lo hizo, Pelosi respondió que le pareció “lo más cortés que podía hacer” después de ese “discurso tan sucio”.

A cambio, Pelosi ha concentrado los odios de Trump y de buena parte de los republicanos, que la demonizaron tachándola de “izquierdista radical” en centenares de anuncios contra ella durante la campaña para las elecciones de noviembre de 2020.

Cuando Pelosi tomó las riendas del partido en 2002, muchos consideraron que su liderazgo suponía un viraje hacia la izquierda; pero, ahora se la considera una adalid de la vieja guardia que dificulta la regeneración ideológica y generacional de los progresistas.

En los últimos dos años, Pelosi ha tenido que librar un pulso político en el ala más progresista del partido, encarnado en figuras como Alexandria Ocasio-Cortez y el resto del “escuadrón”, sobrenombre de las cuatro jóvenes mujeres progresistas que debutaron en el Capitolio hace dos años.

Sin embargo, Pelosi consiguió unir a su partido cuando, tras haberse resistido durante meses, accedió a abrir un juicio político contra Trump.

El presidente fue exonerado en el Senado, dominado por los republicanos, pero Pelosi probó su eficacia para plantar cara al presidente y eso sirvió para acallar a quienes cuestionaban su liderazgo dentro del partido.

En una reciente entrevista con la revista The Intercept, Ocasio-Cortez afirmó que le gustaría ver un liderazgo nuevo y más joven en el Congreso, pero reconoció que existe un “vacío” y, por el momento, nadie está preparado para sustituir a Pelosi.

“Yo no estoy preparada”, dijo también Ocasio-Cortez, descartando que ella vaya a aspirar a ese puesto en el corto plazo.

Pelosi ganó este domingo la reelección sin que ningún demócrata le disputara el puesto de presidenta de la Cámara Baja, que la convierte en la tercera persona en la línea de sucesión presidencial, por detrás del vicepresidente.

Este será posiblemente su último mandato. La gustaría haberse retirado en 2016 si la demócrata Hillary Clinton hubiera ganado las elecciones, pero tras la victoria de Trump decidió seguir en el cargo al menos hasta 2021.

Acostumbrada a que los medios comenten sobre sus trajes caros, su sonrisa recauchutada y sus tacones de aguja, Pelosi es la única mujer que ha ejercido como presidenta de la Cámara de Representantes y sospecha que algunos de los ataques más virulentos en su contra tienen un matiz machista, pero evita regodearse en ello.

“Ser mujer es una espada de doble filo. Sí, hay misoginia. Pero tienes una ventaja enorme: el apoyo de otras mujeres”, opinó la congresista en una charla en 2013 en la Universidad de Harvard.

Nacida en 1940 en Baltimore (Maryland), de donde su padre fue alcalde, su mayor logro legislativo es la reforma sanitaria de 2010, aprobada cuando ella era aún presidenta de la Cámara Baja.

En varias ocasiones, ha asegurado que está decidida a defenderla con uñas y dientes. Lo que ayuda a Pelosi a seguir adelante es el helado de chocolate negro que desayuna todas las mañanas.

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Primer fin de semana de 2021 con nuevas restricciones en el mundo por el coronavirus. (AFP).
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