Ohio, un estado que ya no inclinará la balanza [CRÓNICA]
Ohio, un estado que ya no inclinará la balanza [CRÓNICA]
Gisella López Lenci

Cuando le cuento a Kenneth Jackson que estoy en Columbus, , por la campaña presidencial, el lamento le sale desde el fondo. “¡Esto es una vergüenza! Es tan triste. Somos el hazmerreir del mundo. No pudimos tener peores candidatos”.

Jackson, afroamericano de 47 años, padre de seis y uno en camino, ya está harto de las elecciones. Trabaja a duras penas como taxista, porque dice que Uber le ha complicado el negocio, y, como a muchos en este país, esta campaña lo está dejando exhausto.

“Salga quien salga, igual todos perdemos”, dice desilusionado. Por eso no irá a votar.
Ohio es uno de los estados claves, pero en Columbus, su capital y ciudad más grande, no hay ningún espíritu electoral. Ninguna propaganda en las calles, ni banderolas ni señal externa alguna que te haga pensar que en pocos días ocurrirá una de las elecciones más trascendentales de este país, y de las que todo el mundo está pendiente.

Pero si uno enciende la televisión, la figura cambia radicalmente. Los candidatos presidenciales, congresales, estatales y judiciales (los jueces también son elegidos el 8 de noviembre) casi se han apoderado de la programación, en una de las campañas más negativas que ha vivido este país. 

“Es una de las campañas más desagradables que yo recuerdo. Los candidatos no hablan de las propuestas. Es una publicidad tan negativa, que te asusta. No hay nada sustantivo”, señala Jo Ingles, corresponsal de la Radio Publica de Ohio.

Al ser uno de los estados estratégicos para ganar las elecciones, los candidatos se están peleando cada voto indeciso y no han cesado de hacer mitines en el estado, para tratar de capturar ese pequeño porcentaje que podría hacer la diferencia para llegar a la Casa Blanca. Pero es probable que no sea suficiente.

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—Los tiempos cambian—

Durante muchos años, la población de Ohio ha sido representativa pues es muy similar a la población nacional. Para efecto de las elecciones, esto solía ser un estado predictivo, por eso se decía que si un candidato gana en Ohio, gana en las elecciones presidenciales. 

Además, ningún candidato republicano que ha sido presidente ha perdido en Ohio.

“Pero en esta elección tan especial, Trump puede ganar en Ohio pero no necesariamente por eso ganará la elección”, señala Paul Beck, profesor emérito de Ciencias Políticas de la Ohio State University, la segunda universidad más grande del país. 

Beck explica que la población de Ohio está creciendo lentamente y, en promedio, hay pocos hispanos (2,8% respecto al 15,3% de la media nacional). La mayoría son blancos (83,2%) pero que viven en zonas urbanas. El éxito de Trump en este estado _que ya muestra un leve favoritismo hacia el republicano- dependerá de que los votantes blancos que no han pasado por la universidad -es decir, la clase blanca trabajadora- salgan y se registren para votar, porque no suelen ser muy activos políticamente.

Además, un punto a favor de Clinton es que las mujeres de clase media se han mostrado más inclinadas hacia su candidatura. Aun así, nada está dicho hasta el mismo 8 de noviembre.

“Trump necesita ganar el resto de estados claves. Con Ohio no basta. Florida y Pensilvania son ahora importantes”. 

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—Cifras: Encuestas e índices—

La opinión favorable de los candidatos es muy mala. Un 61% tiene una mala opinión de Donald Trump, y un 55% de Hillary Clinton., según un promedio de encuestas online hecha por The Huffington Post.

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Los medios en Estados Unidos tienen una obsesión por las encuestas. Cada día, sale un nuevo sondeo que va incrementando la ansiedad a pocos días de las elecciones. Sin embargo, es necesario aclarar, dice el profesor Beck, que la mayoría de las encuestas electorales se hacen por teléfono y en muchos de los casos son llamadas automáticas programadas por una máquina (los ‘robo-polls’).

“La mejor manera es sacar un promedio de varias encuestas. Un solo sondeo no te muestra mucho. Hay que tener en cuenta que las encuestas conforman una gran industria y casi cualquiera puede hacerlas”, comenta el académico.

“Incluso, muchos de los encuestados quieren aparentar ser buenos ciudadanos diciendo que sí van a ir a votar, pero en muchos casos ni siquiera están registrados”, concluye.

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